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Una historia de luces y sombras

Aunque algunos proyectos fueron abandonados o nunca alcanzaron su máximo potencial, la industria minera sigue siendo un pilar fundamental de la economía argentina

06 de mayo, 2024 - 11:33

Este 7 de mayo se celebra el Día de la Minería, y en estos momentos, esa industria se encuentra en el umbral de una nueva etapa, impulsada por el contexto político que atraviesa el país.

Es evidente que Mendoza, tras años de resistencia y debate, está comenzando a comprender gradualmente los beneficios económicos potenciales que pueden derivarse de las inversiones, tanto extranjeras como nacionales, en la explotación de los diversos minerales presentes en su territorio.

Esta apertura hacia la actividad minera no solo promete mejorar la situación económica de la provincia, sino que también augura la creación de miles de puestos de trabajo, lo cual es fundamental en un momento en que el empleo es una prioridad nacional.

Minero del siglo XVIII

La minería podría convertirse en un motor clave para el crecimiento económico y el desarrollo sostenible de la región, aprovechando al máximo sus recursos naturales de manera responsable.

La historia minera de Mendoza y de todo el país ha sido caracterizada por fluctuaciones significativas, marcadas por una serie de factores complejos que van desde intereses económicos y políticos hasta cambios tecnológicos y demandas del mercado.

Los incas tenían razón

Desde el imperio inca, la región cordillerana que se extiende entre las actuales provincias argentinas de Jujuy y La Rioja ha sido testigo de una rica historia minera. Durante siglos, esta área fue escenario de una intensa actividad, con métodos adaptados a las particularidades de cada yacimiento.

En lugares como Vinchina y Famatina, en La Rioja, se han hallado vestigios que evidencian esta antigua actividad, mientras que en Catamarca, Salta y Jujuy también se han encontrado indicios de labor minera.

Uno de los epicentros más destacados fue la zona minera de Potosí, que formó parte del vasto dominio incaico. La riqueza minera de Porco, cerca de Potosí, se remonta incluso al siglo IX.

La conquista minera en América

En la época hispánica, la obtención de metales preciosos fue uno de los principales objetivos de la corona. Sin embargo, los europeos no practicaron ampliamente la minería a principio de la llegada a los densos territorios americanos, ya que se aprovecharon de los tesoros acumulados por los imperios precolombinos.

En este contexto, el cerro Famatina, en la región de nuestro actual territorio, emergió como uno de los principales focos de interés, aunque la ubicación exacta de los depósitos se mantenía en secreto o se había perdido. A fines del siglo XVI y principios del XVII, los primeros intentos de explotación estuvieron a cargo de los jesuitas, quienes obtuvieron información clave de los pobladores originarios.

Tras la disolución de la Compañía de Jesús en 1773, las explotaciones mineras en el Famatina quedaron abandonadas hasta que, en el año 1800, dos mineros provenientes de Perú y México reanudaron los trabajos. Posteriormente, empresarios españoles retomaron la explotación de las minas con información heredada de los jesuitas, dando lugar a una nueva etapa de actividad minera en la región.

La explotación en 1810

El desafío de construir una nación minera en el territorio de las Provincias Unidas de América del Sur, en tiempos cercanos a los hechos de Mayo de 1810, se encuentra salpicado de dificultades y limitaciones. La carencia de recursos conocidos y la escasa exploración de los distintos distritos mineros complicaban enormemente la tarea de los gobiernos centrales, que anhelaban convertir el país en un próspero productor de oro y plata.

En ese contexto, todas las regiones mineras estaban bajo el control del gobierno central desde fines del siglo XVIII en Buenos Aires al constituirse el virreinato del Río de la Plata. Mientras tanto, los gobiernos locales carecían de autonomía para gestionar estos recursos, lo que complicaba aún más el panorama.

Las perspectivas de desarrollo minero en las provincias costeras y en la región pampeana eran prácticamente nulas. La geología del suelo y los conocimientos de la época no auguraban la existencia de minas de metales preciosos en estas áreas. Sin embargo, en la región de la Mesopotamia, se habían registrado algunas denuncias que indicaban la presencia de minas de oro, plata y otros metales.

Aunque estas exploraciones no tenían un valor industrial comprobado, despertaban cierto interés entre los mineros y compañías de la época. La presencia de cobre, hierro y mercurio en zonas como las Misiones guaraníes generaba cierta expectativa, aunque limitada por la falta de evidencia sólida de su rentabilidad.

El extenso territorio litoraleño de Argentina, desde Misiones hasta Carmen de Patagones, mayormente cubierto por vastas llanuras, apenas ofrecía perspectivas mineras. Las únicas explotaciones significativas se limitaban a canteras de cal y otros materiales para la construcción.

El geógrafo Miguel Lastarria, en su estudio de las Colonias Orientales del Río Paraguay o de la Plata, describía la escasez de minas en estas regiones, resaltando la predominancia de la actividad agrícola sobre la minera.

El inicio de un nuevo rumbo

En los albores de 1813, Buenos Aires se convirtió en el epicentro de un acontecimiento histórico trascendental: la primera Asamblea Constituyente de las Provincias Unidas. Entre las decisiones cruciales que surgieron de este cónclave, dos resoluciones relativas a la minería marcaron un punto de inflexión en el destino de la nación en formación.

La primera de estas resoluciones, de carácter político, tuvo un impacto profundo en las condiciones laborales en las minas. Se trató de la abolición de la mita, un sistema de trabajo obligatorio impuesto a las poblaciones indígenas. Este sistema, que implicaba turnos y levas periódicas, se caracterizaba por salarios reducidos y condiciones laborales extremadamente duras. Aunque no hay evidencia sólida de su aplicación en las minas argentinas, su eliminación representó un avance crucial hacia la justicia laboral y la igualdad de derechos.

Por otro lado, la Asamblea promulgó una ley de fomento minero el 7 de mayo de 1813, conocida como el 'Reglamento de Mayo'. Esta ley liberalizó la importación de maquinaria y utensilios necesarios para la explotación minera, eliminando aranceles y facilitando así la modernización de la industria.

Además, permitió la comercialización libre del azogue o mercurio utilizado en la extracción de metales preciosos, rompiendo con el monopolio fiscal impuesto por la metrópoli española hasta 1811. Una de las disposiciones más destacadas de esta ley fue la facultad otorgada a los extranjeros para denunciar minas en el territorio de las Provincias Unidas y obtener la ciudadanía después de seis meses de trabajo minero.

Esta medida atrajo a inversores y trabajadores extranjeros, impulsando el crecimiento y la diversificación de la industria minera. Luego de la independencia del 9 de julio de 1816 en Tucumán, la Asamblea General Constituyente, establecida en Buenos Aires, promulgó el nuevo Reglamento minero que se sancionó en 1817.

Más tarde, durante la presidencia de Bernardino Rivadavia en la década de 1820, se firmaron acuerdos con empresarios extranjeros para impulsar la explotación de los yacimientos mineros en el territorio de las Provincias Unidas.

Cuando fuimos República

Desde la explotación de yacimientos de carbón en San Juan y La Rioja, en la década de 1860, hasta la consolidación de la soberanía argentina en Esquel y sus yacimientos auríferos en la década de 1880, la historia minera de Argentina ha sido una saga de descubrimientos, explotaciones y desafíos.

Aunque algunos proyectos fueron abandonados o nunca alcanzaron su máximo potencial, la minería sigue siendo un pilar fundamental de la economía argentina, con un legado que se extiende a lo largo de siglos de historia y desarrollo. A lo largo del siglo XIX se desarrollaron numerosos emprendimientos mineros en diferentes regiones del país, aunque con resultados variados.

Durante la presidencia de Sarmiento se dio impulso a la industria minera.

En la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento se promovió activamente la minería, se apoyaron iniciativas y se crearon instituciones educativas especializadas en el sector. En 1887 entró en vigor el Código de Minería, estableciendo el marco legal para la actividad minera en Argentina.

La historia minera de Argentina, desde la época incaica hasta la formación de la República, ha sido una saga de esfuerzo y desarrollo. A pesar de los desafíos, como la abolición de la mita y la promulgación del 'Reglamento de Mayo', la minería ha sido un pilar económico fundamental.

La promoción activa durante el siglo XIX y la creación del Código de Minería en 1887 marcaron hitos importantes para la industria, estableciendo las bases para su continuo crecimiento y contribución al país.