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Por qué vivimos de falsas esperanzas

Es lo último que se pierde, al menos eso es lo que nos han inculcado a todos desde siempre, y aunque existe algo de razón, este sentimiento de que algún día vamos a obtener lo que tanto deseo, puede lastimar y causar heridas profundas en nuestro ser

Por Redacción

10 de septiembre, 2021 - 08:29

Las falsas esperanzas, mantienen y dan vida al auto engaño, el querer aferrarse a lo imposible y a lo que nunca va a suceder, alimentar la esperanza inalcanzable es atentar contra la integridad y el valor que tenemos como personas, porque muy en el fondo sabemos y conocemos cual será el desenlace final.

 

¿Es posible mantenerse vivo con falsas esperanzas?

Las falsas esperanzas hieren y lastiman profundamente el ser, son palabras y promesas que nunca se materializan y nunca cobran sentido, pero estas se alimentan de nuestra propia decisión de mantenerlas vigentes, es decir, por más de que una persona sea la que nos crea ilusiones rotas, somos nosotros los que tenemos la decisión consiente y madura de permitirnos creer e ilusionarnos con falsas promesas y falsas esperanzas, es una decisión personal creer, es Tu decisión, es lanzarse a un vacío incierto lleno de dudas, temores y palabras que nunca se convertirán en acciones, es por esto que aunque sea otro el causante de nuestro dolor, debemos saber que somos nosotros los que le damos la llave para llevarnos a lugares donde no queremos estar y a vivir situaciones que no queremos, todo por vivir de falsas esperanzas.

 

Alimentarnos de fantasías que hacen daño

Un primer aspecto que deberíamos tener claro es que la esperanza no es lo mismo que el optimismo. No es aferrarnos a la idea de que ese algo que tanto deseamos saldrá bien. Decimos esto porque cuando buscamos la definición de dicha palabra, es común encontrar con ideas como fe, positividad, optimismo, etcétera.

En realidad, este término implica, por encima de todo, tener la certeza de que ese algo que uno desea tiene sentido y que, además, merece nuestros esfuerzos, voluntades y paciencias. Asumir este enfoque sería mucho más saludable para todos; sin embargo, lo seguimos haciendo… Vivir de falsas esperanzas es ese pequeño defecto que a veces se adhiere a la mente y que nos cuesta tanto corregir.

 

cuando desear mucho nos hace creer que algo puede suceder

Por lo general, cuando deseamos mucho una cosa parece que aumentan las posibilidades de que ese algo ocurra. Así, y aunque toda esperanza implica la probabilidad de que determinadas realidades acaben sucediéndose, hay veces en aquello que estamos alimentando no son deseos, sino fantasías. Y, en estos casos, la probabilidad de que dichas cosas pasen es cero. La razón por la alguien llega a vivir de falsas esperanzas se debe en parte a nuestra cultura, nuestras religiones e incluso a la propia educación. Santo Tomás de Aquino, por ejemplo, relacionaba la esperanza con la fe y con el sentido de compromiso: si creés en algo, acabará sucediendo.

En el cristianismo, la esperanza es una de las tres virtudes teologales (junto con el amor y la caridad). Asimismo, desde cualquier enfoque del crecimiento personal o la psicología positiva, nos animan también a mantener la esperanza, a dotar a cada uno de nuestros propósitos esa ilusión y esa fe.

Tampoco podemos dejar de lado un hecho evidente: si convencemos a una persona de que esas esperanzas que defiende y mantiene son falsas, lo que le queda es la realidad. A veces, al retirar esa pátina dorada, lo que emerge es algo que no queremos afrontar, de ahí que alimentar la falsa esperanza no es más que un mecanismo de defensa.

Según el psicólogo Peter Herman, de la Universidad de Toronto, muchos de nosotros sufrimos lo que denomina síndrome de la falsa esperanza. Así, en un estudio llevado a cabo por él mismo y su equipo en el año 2000, demostró cómo una buena parte de la población vive alimentando unas expectativas en las que rara vez llega a invertir tiempo y esfuerzos.

 

El despertar

Abrir los ojos y vivir en carne viva la realidad, después de una desilusión, es el sentimiento y el proceso más difícil que pueda experimentar un ser humano, cuando se lleva mucho tiempo en el engaño y la ceguera consentida por nosotros mismos, volver a la realidad es un acto heroico que puede generar muchos cambios en nuestra vida.

Empezar a afrontar la realidad y vivirla, minuto a minutos, por más duro que sea, forjará nuestro carácter, nos hará fuertes, decididos y, sobre todo, seres racionales, nos ayudara a entender que la primera preocupación debe ser nuestro bienestar y que antes de dejarnos llevar por falsas esperanzas, somos capaces de discernir que nos conviene y que no, que estamos dispuestos a vivir y que no, que queremos para nuestra vida y que no.

Todos los seres humanos, somos responsables y consientes de las decisiones que tomamos, no debemos caer en el engaño, pero tampoco debemos crear en el otro falsas esperanzas, pues al ser generadores de estas, estamos siendo conscientes del daño que le vamos a ocasionar a una persona, que puso toda su confianza, seguridad y fe en nosotros, no hagas a los demás, lo que no quieres que te hagan a ti, no permitas que por tus caprichos y deseos personales otros tengan que vivir llenos de inseguridades, miedos y frustraciones alimentados por falsas esperanzas, que dañan y destruyen lo más puro: el ser.