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Por qué hay personas que no creen en la existencia del COVID-19

Existen personas, en todos los países, que subestiman o niegan francamente la existencia de la enfermedad y los riesgos de esta

Por Redacción

10 de noviembre, 2020 - 07:47

Como todos sabemos, en la situación que el mundo atraviesa actualmente, la pandemia de COVID-19, existen personas, en todos los países, que subestiman o niegan francamente la existencia de la enfermedad y los riesgos de esta. Por más que diariamente hay hechos que contradicen dicha manera de considerar la realidad, miles de personas se empeñan en creer lo contrario. 

 

Por qué sucede esto

Los siguientes son tres puntos que ofrece Dennis Proffitt para explicar este fenómeno. Proffitt es profesor emérito de psicología en la Universidad de Virginia, en Estados Unidos, y, desde su perspectiva, ofrece algunas claves para entender cómo la mente puede jugar en contra del entendimiento, por increíble que esto parezca. Veamos.

 

Ante la incertidumbre, lo más común es confiar en los prejuicios e ideas personales

En un ambiente de incertidumbre y duda, nuestra mente se inclina naturalmente hacia aquello consideramos ya conocido, seguro, experimentado, etcétera, aún cuando todo ese cúmulo de ideas y pensamientos pueda haber perdido vigencia, o sea, una versión incorrecta de un hecho.

La situación por la que atravesamos (la pandemia de COVID-19) es un escenario perfecto para fortalecer todo tipo de prejuicios, ideas equivocadas, temores infundados y demás, pues, como hemos visto en los meses transcurridos, mucho en esta situación continúa siendo incierto. 

¿Cómo y por qué se originó la enfermedad? ¿Hasta cuándo podrá ser controlada? ¿Será posible desarrollar una vacuna efectiva para combatirla? ¿Por qué hay personas que se contagian cuando todo indicaría que no deberían enfermar? ¿Por qué hay personas contagiadas que se curan con relativa facilidad y otras que, lamentablemente, fallecen?

Esas y otras preguntas no tienen a la fecha una respuesta contundente, ni siquiera por parte de los sectores que, en teoría, tienen todos los recursos para responderlas (el sector científico, por ejemplo). Y esto no se debe a una supuesta ‘conspiración’ en torno al fenómeno, sino que más bien se explica por la naturaleza misma de la enfermedad, del virus que la provoca y de la manera en que funcionan las sociedades humanas contemporáneas, entre otros factores.

Con todo, en vez de atender dicha complejidad y aceptar la incertidumbre, nuestra mente prefiere encontrar seguridad en pensamientos ya formados, incluso aunque puedan ser erróneos.

 

La inteligencia nos abandona cuando un hecho contradice las ideas personales más arraigadas

En varios estudios psicológicos se ha observado que las capacidades de la inteligencia y el entendimiento pueden ofuscarse si las creencias personales se ven cuestionadas. 

En uno de dichos estudios, por ejemplo, se pidió a un grupo de voluntarios que resolviera un problema matemático, sencillo en principio, cuyo planteamiento involucraba la idea del control de armas de fuego. En los resultados se observó que las personas que defendían a ultranza la posesión de armas tuvieron mayores dificultades para dar con la solución, mientras que aquellos a favor del control de armas resolvieron el problema fácil y correctamente.

Investigaciones de este tipo sugieren que la inteligencia no es, en modo alguno, una habilidad ya dada y que funciona siempre de la mejor manera. Más bien, es necesario estar atentos a nuestro propio entendimiento y darnos cuenta cuando nos conduce por caminos equivocados y cuando nuestros propios prejuicios pueden nublar la visión correcta de la realidad.

 

La elección de las fuentes de información

Si bien en nuestra época parecería que informarse es una de las acciones más sencillas del mundo, lo que ocurre es más bien lo contrario. El supuesto “paraíso” de la información inaugurado hace unas décadas con la irrupción de Internet y los medios digitales ha resultado más bien un pandemónium, es decir, un caos en el que informarse no es ni sencillo ni inmediato. 

La multitud de medios que ofrecen contenido, el fenómeno de la viralización, la influencia de grandes compañías y otros grupos de poder en la información que circula cotidianamente, las carencias personales que conducen a una falta de criterio son sólo algunos de los varios factores que hay que tomar en cuenta para saber si, cuando tenemos acceso a un medio de información, nos estamos informando o estamos consumiendo algún tipo de contenido que más bien nos dejará una versión distorsionada de la realidad.

En ese sentido, si de verdad queremos estar informados es necesario hacer el esfuerzo de, por lo menos:

  • Interesarse por la diferencia que existe entre diversas fuentes de información (diferencia de enfoque, posición política, maneras de presentar la información, etcétera).
  • Consultar diversas fuentes de información.
  • Corroborar los hechos en fuentes confiables (y, en ese sentido, saber qué hace confiable a una fuente).
  • Ante la duda, buscar evidencia fáctica del hecho en cuestión.
  • Aprender a investigar seriamente un hecho.

Además de otras conclusiones, estos puntos nos hacen ver que la inteligencia, el entendimiento, el juicio y la capacidad de conocer la realidad, aunque decididamente humanas, son habilidades que es necesario cultivar, entrenar y mantener siempre a punto, advertidos del hecho de que incluso nuestra percepción de un hecho puede estar equivocada.