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El reflejo de nuestras propias mentiras

Albergar creencias falsas puede ser útil para convencer a los demás de que crean algo que nos interesa y así obtener una ventaja

Por Redacción

26 de enero, 2021 - 09:10

El autoengaño es un rasgo frecuente entre los seres humanos. Nuestro cerebro sabe lo que está ocurriendo, pero se ponen en marcha una serie de mecanismos que crean una realidad paralela repleta de mentiras, en la que terminamos creyendo de tanto repetirla y trabajar con ella.

En un estudio publicado por la revista Plos One se llega a la conclusión de que las personas que se engañan a sí mismas son las que mejor engañan a los demás.

Este estudio fue llevado a cabo por diversas universidades británicas (Universidad de Newcastel, Queen Mary Londres, Exeter y University College London).

Los investigadores analizaron a un grupo de estudiantes que se incorporaban por primera vez a la universidad y que no se conocían. Se reunió al grupo de estudiantes, y se les pidió que evaluasen a los demás y a ellos mismos con una nota.

Los investigadores vieron que las personas que se pusieron notas más altas eran evaluadas con una mejor nota por los demás, independientemente del rendimiento real. Seis semanas después se repitió el experimento y se obtuvieron los mismos resultados.

 

¿Puede ser beneficioso el autoengaño?

Vivir equivocados puede no ser tan malo como parece, particularmente para una especie tan social como la especie humana. Quizás las mentiras que nos contamos en ocasiones puede que cumplan una función.

Por un lado, teniendo en cuenta que la mente consta de partes distintas o módulos diferentes, es fácil entender que podemos creer en muchas cosas contradictorias, desde el plano de la percepción hasta el de la moralidad; por otro lado, hay un mundo ahí afuera pero nuestro cerebro se dedica a interpretar nuestra experiencia, no tenemos acceso a la realidad, sino a lo que nuestro cerebro interpreta de la realidad.

Los humanos somos criaturas evolucionadas y la evolución es un proceso competitivo, hemos evolucionado para competir con lo que nos rodea y hemos aprendido a engañar y a construir mentiras. Esa competitividad, en parte se basa en tratar de convencer a los demás de cosas que no son ciertas.

Hay diferentes modos en los que uno puede engañarse a sí mismo contándose mentiras, pero la pregunta que nos debemos hacer es: “¿Soy yo que me engaño a mí mismo?” o “¿Soy sólo yo equivocándome de un modo interesante?”.

Albergar creencias falsas puede ser útil para convencer a los demás de que crean algo que nos interesa y obtener una ventaja.

A lo largo de la historia de la filosofía, son muchos los pensadores que han intentado aportar su granito de arena a este concepto del autoengaño.

San Agustín distingue ocho tipos de mentiras: las mentiras en la enseñanza religiosa, las mentiras que hacen daño y no ayudan a nadie, las que hacen daño y sí ayudan a alguien, las mentiras que surgen por el mero placer de mentir, las mentiras dichas para complacer a los demás en un discurso, las mentiras que no hacen daño y pueden salvar la vida de alguien, y las mentiras que no hacen daño y protegen la “pureza” de alguien.

Por otra parte, San Agustín aclara que las "mentirijillas" no son en realidad mentiras. Tomás de Aquino, en tanto, distingue tres tipos de mentiras: la útil, la humorística y la maliciosa.

 

¿Por qué necesitamos el autoengaño?

Mentir a los demás y a uno mismo, es algo inevitable. Partiendo de que nuestras percepciones, influidas por factores internos y externos a nuestro organismo, falsean la realidad, hacen que mentirse a sí mismo sea natural e ineludible.

Mentimos todos, a los demás y a nosotros mismos. Los mecanismos del autoengaño desempeñan un papel importante en el mantenimiento de nuestro equilibrio fisiológico, psicológico y relacional.

La mentira puede tener un efecto benéfico ya que nos protege y nos ayuda a adaptarnos a la realidad.

Se acude al autoengaño para evitar asumirlos efectos de nuestros actos al no ver ciertos aspectos personales o del entorno que resultan desagradables, al fingir y disimular lo que se siente o al justificarse para salir airoso de una situación, mentimos por amor y mentimos estratégicamente.

 

Características del autoengaño

El autoengaño es inherente a la condición humana, por lo que mentirse a uno mismo, no puede ser considerado reprobable.

Pero si las formas de autoengaño benéfico se ponen en práctica de un modo exagerado y repetitivo pueden convertirse en dañinas. El autoengaño nos convence de que la realidad es como quisiéramos que fuese y no como es.

Acaba por impregnar de senderos obtusos, nuestra conciencia y la voluntad personal, haciéndonos víctimas no conscientes de ella, dirigiendo nuestras vidas y tomando en ocasiones un camino que tiene aparejado una serie de consecuencias.

Son muchas las maneras de mentirnos a nosotros mismos de manera perjudicial; por ejemplo, cuando transformamos el dolor originado del conocimiento de un hecho que profana nuestra estabilidad emocional, en un escudo que oculta la verdad y nos aparta funcionalmente de la realidad o cuando inventamos realidades vividas con el objetivo de sentirnos valorados, comenzando a vivir una hipócrita realidad.

Ignorar la situación real puede conducirnos a una realidad distorsionada. En esta ‘ilusoria realidad particular’, los que estamos fuera de ella y lo vemos con mayor objetividad, no siempre salimos bien parados. Romper la ‘verdad irreductible’, no es tarea fácil.