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Cuando la vida nos obliga a improvisar

A veces, cuando menos lo esperamos, debemos romper nuestros viejos guiones y lanzarnos a un mundo incierto. Ahora, ¿por dónde empezar?

Por Redacción

02 de septiembre, 2020 - 07:43

Muchos nos insertamos en una cotidianidad fija, como quien viaja por el raíl de un tren sabiendo cuál es su siguiente parada. Sin embargo, en ocasiones, llegan los altos en el camino, los cambios de sentido y esas incidencias que nadie espera ni llega a prever. En esos momentos, las personas estamos obligadas a dejar a un lado nuestro plan de ruta y lanzarnos a improvisar.

Admitámoslo, esta dimensión no suele estar bien vista. No falta quien señala aquello de que quien improvisa es porque no tiene un plan, porque no cuida sus previsiones, sus planes e incluso sus responsabilidades. Porque dar el paso hacia lo imprevisto sin manual de instrucciones ni paracaídas puede ser toda una temeridad, es cierto… pero lo que también es verdad es que en la vida no hay nada seguro.

En tiempos inciertos cada uno de nosotros estamos más que obligados a habilitarnos en este curioso pero maravilloso arte: el de la improvisación. Todos somos actores en un teatro sin guión donde el director es el propio destino. En ocasiones, nos trae calma y, otras veces, gusta de escribir para nosotros un papel algo más problemático y desafiante. ¿Qué podemos hacer en estas situaciones?

 

El arte de improvisar: claves y estrategias

La improvisación, como la espontaneidad, tiene el poder de reformularnos. Es como una explosión interna que parte del atrevimiento y que nos permite romper marcos internos, moldes en los que llevamos contenidos demasiado tiempo. Así, y aunque el arte de la improvisación sea algo común que se enseña en el campo del arte dramático, la escena y la actuación, en realidad, es una competencia clave también en el escenario social y psicológico.

Ahora bien, si hay algo cierto también es que las personas solemos pecar de ingenuas: pensamos que el modo en que hacemos las cosas es el correcto. Asumimos que lo que hoy damos por seguro seguirá estando mañana. Nos autoconvencemos de que somos infalibles, que este bienestar presente continuará existiendo en el futuro próximo. Hasta que de pronto todo se viene a bajo y entonces estamos obligados a reaccionar.

 

Los peligros de la vida pautada

De niños nos daban cuadernos de papel con líneas para que aprendiéramos a cuidar nuestra caligrafía. No podíamos salirnos de los márgenes marcados, un reto que demandaba nuestra atención. Nuestra mano, nuestra mente no estaban habituadas a esos renglones, a tener que integrarnos en unas líneas fijas. Sin embargo, a medida que crecimos, esa tarea dejó de parecernos complicada.

Aprendimos de manera temprana a encajar, a integrarnos en una vida pautada. Horarios, creencias, proyectos, tareas que apuntar en la agenda… El mundo del adulto está perfectamente milimetrado. Hemos perdido la espontaneidad de la infancia y algo así resulta triste y paradójico.

La mente se vuelve rígida, pierde la flexibilidad y espontaneidad. Esto provoca que reaccionemos mal ante los cambios, ante los imprevistos.

Tal y como nos señalaba Jacob Levi Moreno, creador de la teoría psicodramática, los niños son esos genios en potencia de quienes deberíamos aprender el arte de improvisar. En sus universos mentales todo es posible. Su curiosidad, su capacidad para crear e imaginar son la otra cara de la moneda de esa mente adulta siempre pautada y rígida.

 

Cómo practicar el arte de la improvisación

La capacidad de improvisar debe ir de la mano de la competencia para planificar. Ambas dimensiones son decisivas. En el día a día es adecuado mantener hábitos, rutinas, cuidar de esos planes que, al fin y al cabo, nos permiten alcanzar propósitos. Ahora bien, cuando ese equilibrio se viene abajo, debemos disponer de ese as en la manga que nos facilita el saber improvisar.

Estas son algunas claves sobre las que reflexionar.

  • Asumí que no podés tener el control sobre todo lo que te envuelve. Aceptá lo que ya no se puede cambiar.
  • Improvisar no es partir desde cero. Tenés a tus espaldas experiencia acumulada.
  • Reducí el miedo, controlá el estrés y sé selectivo con la información que te llega. En ocasiones, las personas que nos rodean nos atraen de nuevo a la zona de confort, hacia esos patrones fijos y estereotipados que alimentan el malestar. Rodeate de estímulos que te inspiren y no obstaculicen.
  • Tomá distancia psicológica. Mirá las cosas en perspectiva y observá lo que te rodea: las oportunidades están ahí.
  • Sé responsable. En ocasiones, el arte de improvisar requiere tomar decisiones arriesgadas, opciones en las que nadie va a ayudarte.