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La vida es un sueño lúcido: ¿cuál es su significado?

07 de diciembre, 2019 - 09:33

Siempre hay algún asunto que nos quita el sueño y es bien sabido que sin él, no podemos vivir.

En un plano científico-material es una verdadera afirmación decir que el ser humano si no duerme va directo hacia la muerte pero también es válido reflexionar, que si no tiene sueños de alguna manera se encuentra con la Parca pero en vida.

¿Permite el sueño a los hombres, que se nos revelen los secretos que hacen a nuestra existencia y a la de los demás mortales?

Según un pasaje de la mitología Griega, Zeus castigó a Morfeo, Dios de los sueños, hijo de Hipnos y de Pasítea por haber revelado la respuesta de dicha pregunta a los terrícolas. El travieso Morfeo fue escarmentado duramente por su accionar. El Dios de dioses no iba andar con vueltas, por eso decidió fulminarlo con un rayo.

Morfeo reviste la apariencia humana para entrar en la noche y ayudar a los mortales a escapar del control de los dioses, de la rutina y las normas

El secreto ya estaba entre los mortales. A través de los sueños podemos tener visiones (¿acaso divinas?) de hechos que podrían llegar a sucedernos, explicaciones de sucesos que nos llenaron de incógnitas, recuerdos olvidadísimos en el último cajón de la memoria, mutaciones de la realidad que nos hacen sentir a gusto por ej: un affaire con alguien famoso (sueños mojados), ser el héroe o la heroína en cualquier contexto y situación, una omnipotencia envidiable (cual Dios), la estampa de Brad Pitt o el semblante de Scarlett Johansson.

El mundo onírico nos puede conceder increíbles poderes de voluntad. Despertarse y decir ¡LO VOY A HACER!, aunque en la mayoría de los casos ese deseo termina esfumándose más rápido que Flash con ganas de ir al baño.

REM no son solo las siglas del grupo musical norteamericano (R.E.M), famoso por temas como “Losing my religión”, sino que significan Rapid Eye Movement ('movimiento ocular rápido', la fase del sueño durante la que suceden los sueños más intensos). Es justamente la fase del descanso que más se va perdiendo con la maduración de una persona, hablo de las etapas: niñez, adolescencia, adultez y vejez.

Los adultos tenemos el sueño menos profundo que el de un pibe que tiene todo el mundo por delante para decodificar. En su vigilia esto queda de manifiesto.

Los mayores incorporamos poco de lo aprendido en nuestros sueños porque en términos generales, ya nos hemos cultivado mucho y solo nos queda “pulir” detalles.

Económica manera de trabajar tiene nuestra mente y memoria. Eso nos lleva a ser seres económicos también: ¿Cuánto hay que pagar en las boletas?, ¿Cuántas horas me quedan por dormir? ,¿Cuánto me rinde el tanque de combustible?, ¿Cuánto voy a cobrar?. Lo que no se usa, se descarta.

En el mundo en el que vivimos, el balance de los hechos se mide por el paradigma numérico que prevalece claramente por sobre el cualitativo y este deriva de la palabra latina “qualitativus”, que puede traducirse como “relacionado con la cualidad” y que está conformada por dos partes diferenciadas: el sustantivo “qualitas”, que es sinónimo de “calidad” y el sufijo “-tivo”, que se emplea para indicar una relación pasiva o activa.

Poco tiempo empleamos para pensar cómo es la "calidad de la relación" que tenemos con todos los objetos circundantes, ya sean estos animados o inertes.

El sueño del hombre urbano, es corto y vacuo, ligado solamente a la mera función de desconexión.

En la urbe, soñamos más despiertos que dormidos.  Cada vez que apoyamos la cabeza sobre la almohada se nos vienen pensamientos sobre lo que habrá que hacer mañana, todo lo que nos quedó por hacer y tendrá que pasar para otro día o incluso, en casos más extremos, cuánta plata estamos perdiendo por tener que dormir.

Si tan sólo pudiéramos evitar reposar y darle para adelante seguro triunfaríamos y alcanzaríamos ese sueño imposible ¿qué paradoja no?

“Habrá también que saber soñar, sobre una almohada de piedra” canta Chizo de La Renga en uno de sus temas. Lo cierto es que, de piedra nos convertimos los que sacrificamos sueño. “Todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende” reflexionaba acertada pero enigmáticamente Pedro Calderón de la Barca, en el “Monólogo de Segismundo”.

La función clave del sueño es que nosotros podamos seguir en él. Intentará por cualquier medio adoptar cualquier sonido del entorno (por ejemplo: el de una alarma) a nuestra vigilia o que también cualquier sensación corpórea, como la sed, ganas de hacer pis o hambre sean parte de él.

En ese caso, ¿cómo sabríamos que tenemos sed si en nuestro sueño estamos tomando agua a mansalva?, ¿cómo sabemos que no estamos soñando en este momento?

La vida es un abrir y cerrar de ojos, ¡despertémonos!