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¿Es verdad que quien calla otorga?

La falacia del quietismo nos recuerda que, a veces, es el recurso comunicativo más inteligente, porque no todos los silencios son sinónimo de claudicación ni de aceptar a regañadientes las tesis ajenas

Por Redacción

11 de mayo, 2021 - 07:40

¿Es verdad que quien calla otorga? ¿Es cierto que la persona que elige guardar silencio concede la razón al otro? La falacia del quietismo nos obliga a reflexionar sobre esta idea. Porque no todos los silencios son sinónimos de claudicación ni de aceptar a regañadientes las tesis de quien tenemos en frente.

A muchos les habrá pasado alguna vez. Iniciamos una conversación con alguien y al poco, surge la discusión. Casi sin saber cómo ni por qué, la otra persona intenta convencernos de malas maneras unas ideas del todo desacertadas —a nuestro parecer—. En esos casos, suele llegar un instante en el que tomamos conciencia de que hay diálogos que no tienen utilidad ni trascendencia.

Optamos por guardar silencio para no perder la calma. También porque sabemos que la inteligencia también está en no debatir y perder tiempo en lo que no nos lleva a ninguna parte. Sin embargo, no todo el mundo lo entiende de este modo, porque el uso del silencio sigue entendiéndose en muchos casos como el vacío de quien no sabe qué decir y se ha rendido.

 

¿Qué es la falacia del quietismo?

Una falacia hace referencia a un engaño oculto debajo de alguna dimensión. Por lo general, definen esos errores de argumentación que cometemos cuando nos comunicamos o cuando juzgamos la realidad. Siempre es interesante reflexionar sobre estos recursos porque nos permiten tomar perspectiva y conciencia de determinados aspectos.

Un ejemplo de falacia es la ya clásica idea de que “como no se ha podido demostrar que hay vida en otros planetas, lo más acertado es concluir que no existe vida más allá del planeta Tierra". Esta sería una falacia ad ignorantian. Muy común, sin duda. Ahora bien, la falacia del quietismo o de la reserva encierra en sí misma una situación que se vive muy a menudo.

 

“Si te callás, consentís”

“El que calla, otorga”; “quien guarda silencio, consiente”; “quienes no protestan, aceptan la realidad que les rodean”. Si lo pensamos bien, en nuestro día a día hay muchas cosas sobre las que no decimos nada ni nos posicionamos, pero ante las que no estamos de acuerdo.

Nadie sale cada día a la calle para protestar contra la violencia, los abusos o las injusticias en cualquiera de sus formas. Pero no por no denunciarlas públicamente a cada instante estamos de acuerdo con ellas.

Callar no es consentir, aunque muchos piensen lo contrario. Es más, a veces, en situaciones de acoso no todos alzan la voz al principio y no por ello están de acuerdo con lo que les sucede. Factores como el miedo, el bloqueo, la indecisión o “el temor al qué dirán" están detrás de esa forma de silencio.

La falacia de quietismo incide en que es un error interpretar el silencio como concesión. Quien no alza la voz o reacciona no siempre está accediendo ante lo que tiene ante sí mismo.

 

El silencio, esa dimensión desconocida y malinterpretada

Vivimos en una sociedad acostumbrada al ruido, a la extroversión, a esa forma de comunicación a menudo impositiva y siempre grandilocuente. Atraen los líderes de gran efectismo, resueltos y de lenguaje a menudo agresivo. Quizá mucho de esto explique por qué seguimos malinterpretando a la figura silenciosa y menos llamativa.

Quien hace uso de la discreción y recurre más a los silencios decimos de él que es inseguro, tímido, de carácter débil, falible y hasta aburrido. En medio de una conversación si opta por no decir nada en un momento dado es porque le da la razón al otro, porque quien calla otorga y pierde.

No somos conscientes de cómo la falacia del quietismo difumina la comprensión de los silencios y su gran trascendencia.

 

El silencio revela más de lo que creemos

El quietismo fue un movimiento místico del siglo XVII que rechazaba toda forma de violencia y que defendía la perfección del alma a través de la contemplación. El silencio era una forma de virtud y a su vez un modo de ir en contra de la represión y las maldades. No hablar, no expresar e incluso no actuar revelan en realidad múltiples significados que no todos aprecian y menos aún comprenden.

Trabajos de investigación, como los realizados en la Universidad de Wisconsin-Milwaukee (Estados Unidos), nos recuerdan que buena parte de los silencios son comunicativos; es decir, trasmiten un mensaje. Sin embargo, en esta sociedad, habituada a hablar en exceso para no decir nada, quien opta por la imperturbabilidad para muchos demuestra debilidad.

Quien calla, no otorga ni concede, en buena parte de los casos sabe que es inútil decir más ante quien no quiere escuchar. Bien es cierto que siempre es necesario –y saludable desde un punto de vista psicológico– hablar y poner en voz alta lo que sentimos. No obstante, hay veces en que saber cuándo callar, dice mucho más que el que habla por hablar solo para ofender.