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Hacia un nuevo mundo

El anuncio del estado de cuarentena, el pasado sábado 20 de marzo, fue un frenazo en seco. En el transporte, en el trabajo, en la economía… pero sobre todo en la velocidad

23 de abril, 2020 - 07:01

El ritmo de vida que llevábamos hasta marzo de 2020 el único objetivo era alcanzar más velocidad. Imperaba la cultura de la inmediatez, la mensajería y la satisfacción instantánea, el tiempo real. Hasta había que ver las series de un tirón (cómo ibas a esperar una semana para ver otro capítulo).

El anuncio del estado de cuarentena, el pasado sábado 20 de marzo, fue un frenazo en seco. En el transporte, en el trabajo, en la economía… pero sobre todo en la velocidad.

Cuando estábamos a punto de hacer casas en Marte llegó un virus y nos tiró el mundo abajo, en un nuevo colapso en la historia del mundo.

Estas crisis sacuden hasta el último detalle de una sociedad. Afectan con fiereza a los valores y los modos de vivir. En tela de juicio, hay ya uno que hasta hace dos días era un dios: la novedad, el empacho de nuevas experiencias, el cambio constante, el ‘culo inquieto’.

Es la quietud lo que gana puntos, el valor de la espera frente a la cultura de lo inmediato, lo cercano, lo quieto, las rutinas. Vamos a tener que replantearnos eso tan denostado hasta hace un momento. Vamos a tener que revisar otro gran mito: el que la gente interesante es la que va de un lado a otro, la que viaja, la que no deja de hacer, la que no para un momento.

El capitalismo ha vivido hasta ahora sin parar: comprar, viajar, experimentar, ir, venir, hacer, comprar. Sin parar. Sin final. De ahí la admiración por lo nuevo, lo distinto, estrenar, tirar, consumir. De ahí el descrédito de las rutinas y de la repetición.

La palabra encierro provoca sudores. Asociamos el crecimiento a la expansión, al movimiento, a la diversidad, pero no es una ley matemática. Los investigadores, los analistas, los inventores… todo el que crea algo necesita concentración y, por lo general, trabajar a puerta cerrada. El confinamiento es una excelente oportunidad para comprender que se puede disfrutar y encontrar muchas cosas que hacer estando en un entorno conocido.

Habrá que liberarse del miedo a estar quieto, del miedo a observarse y a escucharse a uno mismo. Apreciar más la rutina dará una gran oportunidad a la profundidad. Antes, por un exceso de estimulación social, íbamos de un lado a otro como pollos sin cabeza. Era una vida superficial. Enseguida había un estímulo nuevo que captaba nuestra atención y sustituía al anterior. Era imposible profundizar.

Como no puedo cambiar las circunstancias, saco lo mejor de ellas

Al pararnos a mirar, al tener tiempo de profundizar, podemos desarrollar un mejor criterio. Tenemos más tiempo para pensar, para reflexionar. Nietzsche y otros filósofos decían que “la contemplación es la clave para encontrar la verdad”.

En estas situaciones en las que todo parece irse a la deriva, los primeros en salir a flote son los que aceptan lo que hay y se adaptan a lo que va surgiendo cada día. “Las personas adaptativas ven en esta situación cierta oportunidad”, dice Arancha Ruiz, experta en toma de decisiones. Ella cree que en este encierro hay más libertad de lo que parece a simple vista. “Antes teníamos que salir mucho y hacer muchas cosas de cara a los demás. Ahora podemos ser más libres. De puertas adentro podemos hacer lo que queramos con nuestro tiempo”, señala. “La clave es hacerse esta pregunta: ¿En qué estoy aprovechando mi tiempo? Ahora que no te ven, ahora que no te juzgan, puedes hacer muchas cosas. Tú decides lo que haces en tu casa”.

El confinamiento favorece el aprendizaje, porque hay menos distracciones. Aprender requiere repetición, la excelencia exige repetición, y si no, que se lo pregunten a los deportistas de élite.

En la sociedad que conocíamos hasta principios de marzo todo parecía pequeño, no queríamos nada que nos limitara porque nos habían dicho que las alternativas eran infinitas. Creímos que la única vida posible era la que corría a velocidad de vértigo. Hasta hace unas semanas, salir de compras era un entretenimiento. Necesitábamos novedades y muchos estímulos para divertirnos. Pero hoy, arrebatado todo esto, nos damos cuenta de que teníamos muchas cosas que no necesitábamos.

Es probable que cuanto más tiempo pasemos en cuarentena, más apreciemos la rutina de lo familiar y de que sustituyamos el consumo por el intercambio.

Esta cuarentena creemos que debe ser un reseteo de valores y prioridades.