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Capacidades duales de las Fuerzas Armadas

Nuestras Fuerzas Armadas cuentan con la capacidad necesaria para lidiar con catástrofes y desastres naturales. No emplearlas para eso es dejarse llevar por un nefasto prejuicio que ya tiene consecuencias concretas

28 de febrero, 2020 - 14:04

Se puede afirmar que desde tiempos inmemoriales, la condición -sine qua non- para que una aldea, tribu o ciudad alcanzara los primeros peldaños de la civilización era contar con una milicia propia que pudiera impulsar sus intereses y defenderla de los intereses de sus vecinos más belicosos.

La Antigüedad conoció, a través de las legiones romanas, lo más parecido a un ejército moderno con mandos estables, jerarquías, soldados profesionales y logística propia.

Pero no sería hasta la llegada del genio militar de Napoleón Bonaparte que los ejércitos tomarían, más o menos, la forma que hoy disponen los modernos.

También sería justo agradecerles a los bien organizados prusianos la institucionalización de los estados mayores y las academias militares.

En un principio, estas fuerzas, bien o mal armadas, supieron cumplir un sinnúmero de tareas, tales como ejercer los poderes de policía, hacer la guerra contra agresores externos y, llegado el caso, hasta apagar incendios.

Luego, la especialización propia de la Modernidad las fue confinando a una única y muy especializada tarea: la de librar la guerra contra otras fuerzas similares en el marco de un enfrentamiento interestatal.

Pero con la llegada de las armas de destrucción masiva, por un lado, y con la mayor frecuencia de los desastres naturales, por el otro, estas fuerzas volvieron a la multiplicidad de tareas. En un principio se las empleó, simplemente, porque estaban disponibles y no había otro elemento estatal o privado en condiciones de hacer la tarea.

Es como decía el secretario de la ONU Dag Hammarskjöld en referencia a quiénes podían desempeñarse como una fuerza de paz: “No es una misión para los soldados, pero son los únicos que pueden hacerla”.

Sea como sea, y de un tiempo a esta parte, tales misiones no han dejado de multiplicarse. Basta recorrer las páginas de los medios para comprobarlo.

Concretamente, por estos días, unidades de Ingenieros del Ejército Argentino se encuentran perforando pozos, potabilizando y distribuyendo agua entre las comunidades wichi de la provincia de Salta.

Algún purista podría preguntarse, y no sin cierta razón, ¿dónde está el gobierno de la provincia de Salta, que tiene que ir el Ejército, que está para otra cosa, a repartir agua? Veamos.

Hay que empezar por reconocer que si esas Fuerzas están realizando esa tarea es porque se ha configurado una situación de emergencia que no deja tiempo para recriminaciones, ya que hay muchas vidas en peligro.

Hay que seguir por aceptar que si bien las Fuerzas Armadas deben estar preparadas para hacer la guerra, sus medios, materiales y humanos se encuentran especialmente endurecidos para sortear las condiciones de una emergencia. Lo que se denomina en la jerga militar como “capacidades duales”, vale decir que sirven tanto para el uso militar como para aplicaciones civiles.

Esto es así porque disponen de materiales –vehículos, equipos, instalaciones, etcétera– que tanto pueden ser utilizados en actividades bélicas como en otras de carácter civil. Como por ejemplo una retroexcavadora que puede construir una trinchera o una protección aluvional. 

Pero, aún más importante, es que su personal recibe una educación destinada a tomar decisiones en situaciones límite para el comportamiento humano.

Esto le permite enfrentarse con una situación de catástrofe o de emergencia implica mediante un set de aptitudes profesionales  que incluyen al planeamiento, las previsiones logísticas y a la coordinación y al control de su desarrollo sobre el terreno.

En pocas palabras, las Fuerzas Armadas cuentan con el adiestramiento, la cultura organizacional y los medios para lidiar con estas situaciones. No emplearlas de ese modo es dejarse guiar por un nefasto prejuicio, uno que ya tiene consecuencias concretas y palpables.

Con lo dicho no decimos nada nuevo ni algo que no se practique en casi todo el mundo, pues es lo habitual que ellas intervengan en la mitigación y en la respuesta de estas situaciones.

Es más, las Fuerzas Armadas más avanzadas han llegado a desarrollar organizaciones especializadas en la mitigación de catástrofes y emergencias. Como es el caso de varios países como Canadá, Francia, Rusia, los EE.UU. y especialmente España, que supo ser pionera.

Concretamente, el Consejo de Ministros de España creó en el 2005 la Unidad Militar de Emergencias.

Su misión responde a los lineamientos de una fuerza militar conjunta que tienen por finalidad intervenir de forma rápida en cualquier lugar del territorio español en casos de catástrofe, grave riesgo, calamidad u otras necesidades públicas, junto con otras instituciones del Estado. 

Su organización y despliegue comprende a unos 3.500 profesionales de las tres Fuerzas compuesta por cinco batallones de Intervención para Emergencias, apoyados por un batallón de Helicópteros de Emergencia y un batallón de Transmisiones para las tareas de comando y control. 

Su actuación en cumplimiento de su misión ha sido muy extensa y variada, incluyendo despliegues en el exterior cumpliendo las más variadas tareas, tales como incendios forestales, inundaciones, grandes nevadas, derrumbes, riesgos tecnológicos, etcétera, lo que le ha valido el reconocimiento, tanto nacional como internacional.

Es normal que aquellos países, como el nuestro, que no disponen de una organización militar para paliar emergencias apelen a su equipamiento bélico de uso dual para enfrentar situaciones concretas de ese nivel.

Obviamente que cuanto mejores y más numerosos son los medios duales disponibles por parte de una fuerza armada, en mejores condiciones se encontrará para satisfacer las necesidades y las exigencias que presentan una emergencia o una catástrofe natural.

Lamentablemente, nuestras FF.AA., como sabemos y lo venimos diciendo, vienen sufriendo un largo proceso de deterioro u obsolescencia de su material, por lo que no se encuentran en las mejores condiciones para hacerlo. 

Baste hacer un sano ejercicio de imaginación basado en hechos recientes y actuales relacionados con la promocionada pandemia del coronavirus. Sabemos que un grupo de argentinos se encuentra varado en China y que nuestro país carece de los medios para su traslado y, eventualmente, para su posterior cuarentena. 

La posibilidad de evacuarlos la perdimos, por un lado, hace unos años atrás cuando nuestra Fuerza Aérea se vio obligada a desprogramar sus aviones Boeing 707, que eran los únicos con la capacidad de realizar un vuelo tan largo. 

La necesidad de mantener al personal evacuado en cuarentena, por otro lado, podría ser, rápidamente, solucionada mediante la instalación de los hospitales móviles de que disponen las tres Fuerzas en el aeropuerto internacional de Ezeiza. 

Pero aún más importante que el simple ejercicio que acabamos de realizar, es que el Gobierno nacional tome conciencia de la necesidad de prever tales circunstancias con la debida anticipación.

Probablemente no estaremos en las condiciones para crear un cuerpo especial de emergencias como el del Reino de España, pero sí hay varias cosas que podríamos hacer. A saber:

1º) Asignarle al Ministerio de Defensa la responsabilidad de conducir este tipo de operaciones, actualmente a cargo del Ministerio de Seguridad. Esta cuestión se fundamenta en que en toda emergencia, la masa de los medios afectados pertenecen a la órbita de ese Ministerio.

2º) En la medida de lo posible, reponer los medios materiales que por su obsolescencia o puesta fuera de servicio le han ido restando capacidades duales a las FF.AA. Por ejemplo, aviones de transporte estratégico, hospitales móviles de campaña, etcétera.

3º) Conformar comandos de planeamiento integrado entre las autoridades civiles, tanto nacionales como provinciales, con sus respectivos contrapartes militares para que realicen una apreciación realista de las emergencias y/o catástrofes naturales que sus jurisdicciones podrían sufrir, a los efectos de proponer las medidas del caso. Integrar a este planeamiento toda dependencia oficial que pueda verse requerida o afectada.

Finalmente, nos resta recordar que las tragedias ocurren, pero que la diferencia está en lo que uno hace el día después de ocurridas.

Y esta diferencia se basa, casi exclusivamente, en nuestros preparativos.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.