24 de junio, 2019 - 07:17

La capacidad argentina para desafiar lo establecido es notable. Claro que no se agota en un solo rubro, sino que impregna cada campo de la vida nacional, y ejemplificar llevaría más espacio del disponible, no solo para este texto, sino también para un volumen de mil páginas. Créame que lo completaría con un poco de paciencia.

Veamos solo un par: creemos que podemos llenarnos de gloria y ganar campeonatos de fútbol colocando como entrenador de la Selección a alguien que nunca antes fue entrenador. ¿La razón? Confiar en la magia, que en esta instancia se corporiza en el mago Messi, pero podría ser cualquier otro.

En la Argentina, por ejemplo, la televisión muestra concursos de baile donde no participan bailarines, sino “famosos”, esa rara calaña que define haber transformado en sustantivo un adjetivo. Antes, famoso calificaba a alguien: famoso cantante, corredor de carreras, pintor, director de cine. Ahora es una categoría propia, un “famoso” es solo eso, sin más mérito que algún escándalo.

En otros terrenos, creemos que nos pueden sacar del atraso y la decadencia ideas que el mundo descartó. Así, de capos que somos, porque somos los mejores, y estamos destinados a triunfar en todo lo que los demás fracasan.

Pero esta comedia se vuelve tragedia cuando la trasladamos a la política. La democracia es un sistema de reglas. Establece que ciertas entidades, denominadas partidos políticos, compiten en cierta fecha con candidatos, que representan un cuerpo de ideas, para legitimar su acceso a los estamentos de gobierno.

La primera rareza es que, pese a que en estas décadas la sociedad cambió de ideas, de valores, de costumbres, de sistemas de creencias, no cambió de políticos. Solo la naturaleza –la parca- quitó de la escena a los que no están, sino serían exactamente los mismos. El regreso del Pocho Romero Feris exime de comentarios.

El escenario de hoy muestra claramente que ese sistema de reglas ya no aplica.

Por empezar, no hay partidos. No veremos boletas que digan UCR, PJ, Partido Socialista ni nada por el estilo. Esas denominaciones son espacios de renta que se negocian en armados a conveniencia, porque en el fondo la Constitución dice que son los receptores de los fondos que se pagan por los votos. Entonces, el Partido Comunista y el MODIN pueden estar en el mismo “espacio”, por no decir rejunte, en perfecta armonía.

A la hora del armado de listas, ya no se trata de capacidades, de imagen, de virtudes republicanas. Es un “cuantos metes vos, cuantos meto yo, cuantos pueden colar estos que se sumaron”. Es que cada uno de los “referentes” aparece con su pequeña cohorte para colarla en las listas, dependiendo de transas y manejos territoriales.

El sistema de premios y castigos se ve prontamente. Y quien tiene la sartén por el mango también.

Algo parecido pasa con las fechas. Hace unos años, el 30 de octubre, o el domingo más próximo se votaba. El 10 de diciembre asumían los electos, y listo el pollo. Hoy cada patrón de estancia decide cuándo se vota en su territorio, en qué categorías, si es con listas cortas o largas.

Así, podemos votar en una fecha precandidatos a intendentes, otra a legisladores, otra a gobernadores, otra a presidentes, y solo con las PASO que no son PASO, salvo honrosísimas elecciones. Puede darse también que votemos a diputados que no van a ser diputados, porque ya son otra cosa.

Con el invento de las testimoniales llegamos hasta esa degradación. Capitanich, por ejemplo, será candidato a diputado por el Chaco, pero no será diputado, porque será candidato a gobernador luego.

Pero dentro de dos años todo eso se cambiará, las fechas serán otras, las alianzas serán otras, los sellos de goma serán otros, los nombres de fantasía serán otros.

Los candidatos serán los mismos, salvo los que espichen en el interludio.

La política argentina es marxista. Pero no de Carlos, sino de Groucho. “Tengo estos principios, pero si no les gustan tengo otros”.

El sistema de reglas, entonces, es un sistema de trampas. Se nota.