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El discreto encanto del populismo

23 de abril, 2019 - 18:47

En la semana del “paquete”, las contradicciones y las urgencias se pusieron a la orden del día.

Octubre es muchas cosas en la historia: la revolución bolchevique de Rusia; la plaza de Mayo que marcó a fuego la identidad peronista; las patas en la fuente; el preso D’Elía, el preso Boudou y el preso Esteche remedando aquello con gesto gracioso; escrito con k es un disco de los Redonditos de Ricota que muestra una catedral en llamas y el nombre de Efraín; pero en lo urgente, es el mes donde nuevamente se jugará el futuro de la Argentina.

Y el Gobierno necesitaba urgente, de cara a octubre, medidas que midan. Con la amenaza cada vez más certera de un retorno de Cristina, la parafernalia de focus groups y laboratorio de conductas de Durán Barba prendió las alarmas, y allí fueron con anuncios que buscan volver a seducir a un electorado que parece inexorablemente desencantado, enojado y con ganas de revancha.

Poco importó que, en esencia, las medidas anunciadas –salvo alguna- contradigan mucho de lo que se viene haciendo y también mucho de lo comprometido. Es que son a puro costo fiscal, justo cuando los compromisos con el Fondo Monetario Internacional marcan la meta de llegar al déficit cero, cosa harto imposible en la coyuntura.

Vale preguntarse cómo el inflexible Fondo consintió, luego de repetidas peregrinaciones de funcionarios de Economía a su sede, un paquete tan heterodoxo para sus principios. La respuesta es bastante más simple de lo que se cree: con la suerte de Macri, también se juegan su suerte Christine Lagarde, su equipo y la misma entidad.

Golpeados por su fracaso en Grecia, con la credibilidad mellada, su futuro parece estar atado a la Argentina. El fracaso nuestro sin dudas se llevará puestas a las cabezas del Fondo y sus carreras.

Pero como suele suceder en estos juegos, las medidas alertan al mundo sobre cosas que no van bien; el vislumbrar un regreso al populismo duro, a la venezuelización, espanta al mundo del capital, y el riesgo país sube ante la perspectiva del regreso.

No es exagerado comparar con el país caribeño. Si bien la expresidente no suelta prenda, el silencio parece su aliado a la hora de sumar y el hermetismo la rodea, su último discurso público, en la contracumbre del G20, debería ser considerado como clave. Reforma constitucional para el control total, una expresión jurídica del “vamos por todo” ya conocido, son las pistas de sus ambiciones.

El Gobierno se lanza a competir con ese fantasma con medidas populistas (que de hecho nunca las descartó: pese a ser tildado de ajustador y neoliberal, incluso destinó más fondos al populismo que el propio kirchnerismo), haciendo que lo urgente le gane a lo importante.

Así las cosas, corre de la escena los problemas reales de la economía para buscar una reconciliación con la sociedad que, en realidad, los agrava.

Es perfectamente razonable en el actual escenario de cultura política. En nuestro país gobernar es dar: el que más regala es el más bueno. El fruto de la anomia destiló este licor irresistible que se llama populismo. Su discreto encanto alcanza para respirar hoy, aunque nos asfixie mañana.