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Dirigentes olvidan reclamos, salarios degradados y a millones de pobres

De repente, el oscuro panorama que dominaba el escenario de la vida de los argentinos despareció en las premisas de los dirigentes sociales y gremiales que habían amenazado una y otra vez con incendiar al país.

11 de noviembre, 2019 - 07:23

Casi al unísono, dirigentes sociales y gremialistas salieron a pedir que se detenga cualquier protesta en las calles argentinas. De igual modo, hacerle entender a la clase trabajadora que se deben terminar los reclamos para mejorar sus destruidos salarios.

Hasta sonó imperativo hacia la docencia que las clases debían comenzar en tiempo y forma. Que todo esto obedece a los tiempos que hay que darle a Alberto Fernández una vez que asuma la presidencia de la nación, sin que esto implique una solución a corto plazo, aclararon, como si hiciera falta.

De repente, el oscuro panorama que dominaba el escenario de la vida de los argentinos despareció en las premisas de quienes habían amenazado una y otra vez con incendiar al país.

El hambre, la pestilente pobreza en la que fueron sumergidas millones de personas y el grave problema estructural de la economía del país, se había terminado para una dirigencia que no tuvo escrúpulos, ni los tendrá.

Todo el delicado aspecto de la Argentina de hoy, sigue. Tal cual lo colocó la desacertada administración de Mauricio Macri.

Es esa cara que por estos tiempos se la quiere tapar descaradamente. Esos sufrientes seres ya sirvieron como parte de una campaña electoral. Algo tan vil de solo pensar las marchas, acampes y la repugnante utilización de ellos, sus familias, sus hijos y las cuatros chapas corroídas donde habitan.

l objetivo era destruir  políticamente a un candidato y no continuar reclamando que se resuelvan los problemas que afectan profundamente a los ciudadanos.

Estamos llegando a fin de año y aquellos argentinos que aún resisten como pueden con algo parecido a un salario, miran hacia sus organizaciones sindicales esperando esa postura que en los últimos años exigían un bono de recomposición.

Y se quedarán esperando, porque la postura de sus dirigentes gremiales es no pedírselo a Alberto Fernández. Algo que ya anunciaron sin anestesia y arengando a los obreros que es tiempo de espera y comprensión (¿?).

La dirigencia sindical está en otro camino que no es el de los trabajadores. Por un lado, lanzando sugerencias al presidente electo de cómo manejar la compleja situación económica con la que deberá hacerse cargo. Como lo que expresó públicamente por otro Fernández (Roberto), de la UTA, que se debería hacer andar la maquinita e inundar el país de mucha plata y así la gente tenga mucho dinero.

Una máquina de esperanza que haga caminar al país y después de un año esperar devaluación. Irresponsables dichos que constituyen la otra cara de declaraciones de Alberto Fernández, desde México, respecto de que “el 10 de diciembre no es una fecha mágica”.

Por otro lado, el inimputable Hugo Moyano se mostró una vez más con esa impune verborragia patoteril, cargándola con saña contra el periodismo argentino.

Incitando a ir contra el periodismo que investigó hechos de profunda corrupción que involucraron a políticos, empresarios, dirigentes sociales y gremiales. Porque para el camionero, la prensa argentina ha hecho mucho daño (¿?) y eso, según él, se debe pagar (¿?).

Hoy la tasa de desempleo en la Argentina afecta a casi  3 millones de personas. Seres que comprenden parte del 35% de la población que vive por debajo de la línea de la pobreza. Un todo que como resultado de la desinversión continúan cerrándose fábricas, comercios y emprendimientos agrarios.

El signo igual que indica que el país está con un 32% de pobreza que afecta a casi 15 millones de personas. Resultado de un gobierno que perforó el sistema social y productivo de la nación.

También un todo de lo que no quiere hablar y referirse esa clase dirigencial que la pasa muy bien con las abultadas cifras que les otorgan sus representaciones gremiales y en la mayoría de los casos, las jugosas y apetecibles cajas de las obras sociales.

Aspectos que los seguirán beneficiando, con pactos en la oscura trastienda de la política argentina, que se pretende alcanzar con los que asuman el gobierno en diciembre.

Punto cristalizado con la presencia de Alberto Fernández en la sede del emblemático edificio de la CGT, donde con la firma de la corporación política sindical se le dijo al país que el gobierno estará integrado por la clase trabajadora (¿?).

Una absoluta señal de que la protesta por reclamos sociales, salarios degradados y millones de pobres se terminan después del próximo 10 de diciembre. Patético, grave y muy ruin.