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Habló la democracia, ¿qué pasará con la Justicia?

Tras los comicios debería asegurarse, inmediatamente, el no menos importante camino del correcto funcionamiento de los tres poderes del Estado y sus instituciones.

04 de noviembre, 2019 - 07:17

Finalmente gran parte de la ciudadanía argentina logró, con su voto mayoritario, decidir quiénes administrarán el país a partir del próximo mes.

Con este trascendente acto de la democracia se cierra un capítulo institucional formal. Tras él debería asegurarse, inmediatamente, el no menos importante camino del correcto funcionamiento de los tres poderes del Estado y sus instituciones.

Otro detalle, tampoco menor, es que estamos hablando de la Argentina, una nación que no logra hacer pie, como el gran país digno que su gente merece y el mundo espera que sea así.

Algo que pareciera ser, a la vista del resultado electoral, no está muy claro, por lo que la incertidumbre de los tiempos que vienen sigue siendo grande y profunda.

La sensatez de un importante sector que todavía habita la Nación, se pregunta azorado: ¿el acto electoral del domingo 27 de octubre convalidó la impunidad? ¿Ése es el mensaje real hacia la Nación?

Si esto es tan así, estamos en problemas. Porque en aras de resolver los graves inconvenientes que deja la administración actual, no se puede apagar el fuego con nafta.

El hambre de millones de argentinos sumergidos en la pobreza absoluta se lo pretende cubrir con las manos que le quitaron los bienes que alguna vez aportaron por miles de millones a las arcas del país.

Para justificar resultados del domingo las redes sociales fueron el océano profundo que contiene odios, ignorancias, terribles fracturas sociales que llegan hasta el corazón de las familias argentinas, superando todo tipo de relación en cualquier sitio que hace a la vida del país. Insultos, golpes bajos, consignas sectarias cual gritos de hordas bárbaras y un indisimulado revanchismo regó las calles.

Un todo que dejó al descubierto que no interesa superar ni la pobreza, la desocupación, la desinversión y el estado de precariedad de la productividad agroindustrial que deja la administración de Mauricio Macri.

Solo volver para continuar con la consigna de profundizar la división de la Argentina, blandir un solo trapo, menoscabando al que piensa distinto.

Grandes preguntas que tendrán luz de respuestas en los primeros tiempos de la administración de Alberto Fernández, se mecen en la culminación de este 2019. ¿Hasta qué punto su gobierno será distinto, como repitió una y otra vez durante su campaña? ¿Hasta qué punto se respetará la división de poderes? ¿Hasta qué punto y de qué manera se profundizará la participación de todos, como también es su consigna?

Pero hay más interrogantes y con clima más pesado, por ejempolo ¿cómo será la relación entre los Fernández? ¿Llegar al gobierno implica el relanzamiento del kirchnerismo sobre toda línea interna del PJ nacional?

Si esto último es así, ¿será acotado el poder real del futuro presidente?

Pero la pregunta más importante de todas es: ¿se dejará con absoluta libertad el accionar del Poder Judicial de la Nación, que está en pleno proceso de investigación sobre el robo más grave que se haya producido con los dineros públicos de Argentina?

Más allá de los que lo niegan, con un preocupante patoterismo mesiánico, muchos dirigentes por dentro y por fuera del gobierno electo están comprometidos con absolutas responsabilidades en la devastadora corrupción que asoló la Nación en los últimos 20 años.

or eso, quizá, la vicepresidenta electa haya reconocido (como si hiciera falta) que lo de ella no es periodismo.

Por supuesto que es así y no puede ser de otra manera. El periodismo pregunta y ella no puede responder porque debe ser la única dirigente política inhibida por propia convicción.

Una medida de autodefensa para ocultar lo que ella es en tiempo pasado, presente y futuro. Es más fácil hablar de persecución mediática, política, inhumana y bla, bla, bla.

La horda, entonces, apuntará a todo periodista que ejerza con dignidad esa profesión que tiene respaldo constitucional, pero que para ellos son indeseables personajes que hay que eliminar a como dé lugar.

Los acontecimientos de la semana pos 27 de octubre se presentaron frenéticos y con diferentes facetas de la Argentina que viene. También con algunas señales y bajas en el terreno político nacional.

En las primeras, determinaciones de la Justicia sobre involucrados en actos de corrupción que se ven beneficiados con el triunfo electoral del domingo. En las segundas, el renunciamiento de una mujer que dio todo de sí para que la República no se hunda en el fango sucio de la impunidad y la corrupción.

El anuncio del retiro de Elisa Carrió no es una buena señal para un país sano y noble. Porque más allá de lo resistida y polémica como se la tilda, es, fue y será ese importante y valiente aspecto que no tuvo reparos en investigar los casos más oscuros de las últimas décadas en la nación.

Nada, léase amenazas, difamaciones y demandas judiciales; ni nadie, llámese jueces, gremialistas y política, detuvieron sus comprometidas acciones. Hoy, cansada y por esas señales poco entendibles de la gente, Carrió se retira. La Nación y su historia le aguardan un merecido lugar, donde solo van las personas honestas de la Argentina.

Mientras tanto, y a 36 años de que el país recuperara la democracia, la estructura institucional se prepara para el recambio de quienes por cuatro años la administrarán. Después que habló la democracia es clave saber qué pasará con la Justicia. Un eslabón imprescindible para dilucidar lo que se viene, con el absoluto convencimiento de que sin Justicia no hay democracia.