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No dejaron que Anabel tuviera ni siquiera las chances mínimas

07 de octubre, 2019 - 09:05

Si bien en la última semana antes de los comicios los números no daban a su favor, las expectativas en zonas claves de Malargüe, General Alvear y Las Heras le daban cierta potencia electoral a Anabel Fernández Sagasti. Además, las lógicas inyecciones de bastiones peronistas territoriales hacían suponer que el terreno de batalla electoral le podría dar ciertas chances a la joven dirigente kirchnerista.

Sobre todo, después del contundente mensaje de las urnas en las primarias nacionales.

Pero esta historia tuvo un comienzo, que no es precisamente el momento que Fernández Sagasti se consagró candidata oficial del PJ mendocino. Fue en aquellos años de pleno poder kirchnerista en el país, cuando Cristina Fernández de Kirchner era una aplanadora dando órdenes, disposiciones y determinaciones que nadie se animaba a discutir.

Tiempos cuando gran parte de la estructura peronista mendocina se vio avasallada y sin poder de determinación para conducir o elegir sus propios candidatos. Dirigentes que se mordían los labios en público y tenían duros conceptos en privado, sobre todo cuando los candidatos eran impuestos desde la Capital Federal.

Fue en ese tiempo cuando aparecieron en el firmamento político mendocino tres desconocidas y jóvenes figuras: Marina Femenía, Lucas Ilardo y Anabel Fernández Sagasti. Esta última como diputada nacional, los otros dos como legisladores provinciales.

Era el ingreso formal y fuerte de La Cámpora en las estrategias y movimientos políticos del PJ local. Nadie dijo nada, al menos en público, pero era evidente que no podían evitar que el riñón puro del kirchnerismo penetrara a presión en el andamiaje peronista de Mendoza.

Pero, casi al mismo tiempo, aparecerían mañas y maniobras non sanctas de una dirigencia que por algo sobrevivió al paso del tiempo.

El primero en saberlo y sufrirlo fue el titular de la Cámpora en Mendoza, Lucas Ilardo. El campo demostrativo y doloroso para el joven fueron las PASO y generales, respectivamente, del departamento Godoy Cruz en el 2015.

En ese momento tuvo que enfrentar solo el poderío del intendente saliente y consagrado gobernador Alfredo Cornejo, y su sucesor, Tadeo García Zalazar.

Nadie de su partido lo acompañó, ni siquiera el entonces gobernador Francisco Pérez. La excepción fueron los entusiastas jóvenes que cautivaba La Cámpora. Mientras, en el resto de su partido, miraban para el costado y el vacío fue indisimulado. Habían tocado a la vieja guardia y ésta lo haría saber tarde o temprano.

Tras la derrota electoral del 2015 y la compleja culminación del gobierno de Paco Pérez, los peronistas mendocinos se fueron a cuarteles de invierno. La comunidad mendocina supo de ellos solo por el trabajo mancomunado en las dos Cámaras de la Legislatura. 

Allí, abroquelados, hicieron frente a cada embestida de oficialismo de Cambiemos. Mientras los intendentes de ese espacio gobernaron sus municipios a su modo, estrategia y sectaria negociación con el Poder Ejecutivo provincial.

Así se llegó a nuestros días, cuando el durísimo momento económico y financiero del país solo creaba pobres, desocupados y desinversiones.

Era la oportunidad de recuperar espacios y tomar las banderas del legado de Juan Perón. Demostrar que ellos también podían gobernar.

El salto a la escena de la senadora Fernández Sagasti y su proyección como candidata a la gobernación, reflotó aquellos rencores. Mucho más cuando su carta de presentación fue en un sitio muy sensible, la Justicia.

Allí logró que todo el Frente Cambia Mendoza apoyara su proyecto de juicio por jurados, con la introducción de lleno de la comunidad en las decisiones de un cuestionado Poder Judicial.

Los recelos no tardaron en llegar, indicando que esas heridas partidarias del kirchnerismo con el resto de la dirigencia local no habían cerrado. A pesar de mostrarse en público como bloque compacto, la intención no era y no fue apoyar decididamente que la mujer llegara a la gobernación.

Muchos esfuerzos se tuvieron que hacer para liberar el camino de la candidata a gobernadora, sobre todo después de las primarias nacionales, cuando se encendieron las alarmas de posibilidades reales de Fernández Sagasti.

Los golpes bajos quedaron al descubierto con las PASO diferenciadas en cuatro intendencias rebeldes. Sobre todo cuando en las generales se duplicaron las cifras de votos de tres de ellas. Algo que dejaba en claro que el Frente Cambia Mendoza jamás podría imponerse en esos municipios y ensanchaba el caudal que recaería en Anabel.

El domingo 29 de septiembre se cristalizó lo que alguien o muchos dispusieron que sucediera: que Fernández Sagasti ni siquiera tuviera chances para encaminarse al Barrio Cívico.

La cantidad de votos que le hicieron ganar a Rodolfo Suarez en históricos bastiones comunales peronchos, no resisten el menor análisis.

Un indisimulado corte de boletas es el clarísimo ejemplo de que el PJ local está todavía lejos de la sensatez y de la mentada unidad. Aunque todo eso oscuro en un mayor desprestigio y desencanto de la gente.