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Pandemia y mucho frío, el poncho de los pobres

En múltiples rincones donde se instalaron la pobreza y la indigencia se amontonan casi con desesperanza seres que para nada son la belleza de todo un sistema premium que convoca a disfrutar el frío y la nieve

28 de junio, 2021 - 07:50

Mientras la amable naturaleza muestra otra cara de su belleza vestida de nieve, desparramada en toda red social, en múltiples rincones de todos los sitios donde se instalaron la pobreza y la indigencia se amontonan casi con desesperanza aquellos seres que para nada son la belleza de todo un sistema premium que convoca a disfrutar el frío y la nieve.

Todo ciudadano tiene sus derechos. También los que viven de esa industria sin chimeneas llamada turismo, en donde convergen pequeños capitales con sueños de crecimiento que cobijan las esperanzas de los que quieren trabajar.

El momento, tan difícil por cierto y el duro inicio del invierno, combinan las condiciones para atraer a quienes les sobra algún dinero y lograron fortalecerse con vacunas para poder hacer minivacaciones.

El gran paisaje blanco de aquí y de casi medio país los invita a cristalizar lo que hace un año y medio el coronavirus les impide.

Pero están esos otros ciudadanos, los que vienen perdiendo todo con una crisis que instaló un desacertado sistema económico de quienes tuvieron posibilidades de administrar la Nación, fabricando eso que los economistas rotulan como graves problemas económicos de arrastre.

Un aspecto que increíblemente ciertos políticos lo disfrazan echándose en cara acciones doctrinarias y todo concepto totalmente opuesto de ver la economía.

Solo visiones, porque en ninguno de los gobiernos la gente pudo evaluar cuál era la que respondía a las circunstancias que la sometía.

Ambos no supieron o no quisieron –esto último es lo más probable– aplicar un programa económico con sello criollo por y para la ciudadanía, como sucede hasta ahora con el que actualmente gobierna.

Las consecuencias están a la vista con irritantes e irresponsables crecimientos de pobreza, indigencia y desempleo.

Algo que no hace exclusivo al duro momento que viven a millones de argentinos, porque al resto que está al borde de alcanzarlos, la realidad que asolan inflación, presión impositiva, precariedad productiva industrial, comercial y agropecuaria, no los salva del ahorcamiento inaceptable de los desaciertos de la política imperante.

El coronavirus, como señala la realidad, completa el panorama de desesperanza de esos millones de seres que habitan el suelo nacional en general y el mendocino, en particular.

El virus, con su mortal paso terminó la obra de desaciertos e incongruencias gubernamentales. Pero también dejó al descubierto que la política no es ese ángel blanco que salva a la comunidad, más bien, en muchos sentidos con algunos personajes, es el cuervo que carcome lo que legítimamente es de la gente.

Allí también y en este estado complejo de situación surgen claramente desde el sector privado señales solidarias y hasta oportunas, dejando también en claro que un empresario no es el malo de la película argentina, que por muchos años tuvieron roles estelares de los cuentos oscuros inventados por ciertos sectores de la política.

Pues hoy, esas mujeres y hombres que conforman dinastías de familias que apostaron a la Nación invirtiendo y creando fuentes de trabajo, son los que le dan una cuota de esperanza a la gente.

Aún cuando ellos reciben de lleno el golpe de la crisis económica, resistiendo hasta donde pueden para no dejar de aportar al inadmisible sistema impositivo que mueve la moribunda rueda de la economía y mucho menos abandonar en las calles el sustento que implica para su imprescindible recurso humano.

Mientras tanto, la memoria ciudadana espera en el horizonte de las tantas defraudaciones y desesperanzas el plan Argentina sin hambre, que como aquel de pobreza cero, son solo los telones de las irrespetuosidades que se esconden en la deuda con la gente de cierta dirigencia política.

Un muestrario para mirar con triste silencio que pandemia y mucho frío son el poncho de los pobres de nuestra tierra,