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No supo esa hora, ese momento y ese día que se iría

Guillermo Pereyra constituía un tipo fuera de serie para ser y hacer todo lo que fue e hizo en la política y en el gremialismo.

Por Redacción

25 de octubre, 2020 - 09:46

Muchos nos preguntamos que habrá sentido su alma al momento de retirarse de esta vida. Mucho más, si habrá sentido esa fuerte sensación de tristeza que invadió a todos por no tener la oportunidad de una despedida.

Pero la vida y la culminación de su ciclo pareciera ser, es así. Cada uno con su tiempo y su modo, como la inigualable huella digital que todos traemos. Solo que, en el caso de Guillermo Pereyra, su huella fue muy luminosa en cada paso que dio sin parpadear.

Es difícil que un periodista pueda extraer, en estos tiempos de mucha efervescencia, calidades y cualidades de esas mujeres o esos hombres que tomaron caminos políticos y gremiales para alcanzar objetivos que, en la mayoría de los casos, por no decir casi todos, son sectarios, mezquinos y con cientos de actitudes divorciadas de correctos procederes.

Decir casi todos implica que uno se puede encontrar con esas casi exterminadas personas de la faz de la tierra.

Guillermo Pereyra constituía un tipo fuera de serie para ser y hacer todo lo que fue e hizo.

Todo lo que se propuso en su gremio mercantil lo alcanzó con una elocuencia tal, que hoy por hoy el empleado de comercio tiene obra social de excelencia, gremio que lo defiende férreamente y una legislación que permitió poner límites a un sector donde el empleo en negro y los abusos son históricos.

Pero el hombre fue más allá de su lugar como dirigente, porque antepuso como sello distintivo su concepción de actitud de servicio. Mucha gente que golpeó las puertas de su CEC siempre recibió su ayuda, aun cuando no pertenecía al sector mercantil.

Era precisamente ahí cuando extendía su mano solidaria a personas sin cubertura de nada. Solían verlo activo y muy nervioso para alcanzar lo comprometido personalmente y sin intermediarios.

Su paso por la Cámara de Diputados de la Nación tuvo su impronta, desde su enojo sin arreglo alguno con el kirchnerismo.

Muchos aseguran que nada ni nadie le haría torcer sus convicciones con esa banca en la que fue responsable, pensando que el alto porcentaje de quienes lo votaron fueron sus trabajadores mercantiles.

Por eso, la satisfacción que sintió cuando logró legislación los límites horarios de trabajo para las fiestas de fin de año y que el día del empleado de comercio fuera no laborable.

Vivió con una mezcla de intensidad, alegría, preocupaciones y muchos sobresaltos.

Pocos saben que Pereyra no las tuvo fácil y que aún así no arrugó en nada, como cuando importantes empresarios de la comunicación intentaron encerrarlo en la habitación de un hotel en Buenos Aires para que no llegara al Congreso y diera quórum al momento de tratar el proyecto de la polémica ley de medios. Donde su firmeza dejó claro que nadie compraba o direccionaba sus decisiones.

Algo similar ocurrió años más tarde, cuando, ocupando su banca en Diputados de la provincia, recibió presiones para dar quórum en leyes que él consideró lesionaban a los trabajadores.

Y siempre, en todos los casos, haciéndose cargo de sus actos, no aceptando el precepto de obediencia debida y recibiendo por todo concepto y por debajo la mesa, presiones, insultos, propuestas y otras menudencias.

Para Guillermo Pereyra la política era un servicio, no un beneficio personal. Algo que con mucha energía se lo hizo saber al peronismo primero y a Sergio Massa y Alfredo Cornejo después.

La pandemia del COVID-19 lo tuvo muy preocupado y por momentos asustado. A los periodistas que lo vimos en momentos que el coronavirus llegaba a nuestras tierras a finales de marzo, nos dijo: “Esto es muy grave y la gente no está entendiendo que va a producir un gran problema en su salud, a tal punto que desbordará el sistema de salud, porque tendremos muchos contagios y fallecidos. Estoy comunicándome a través de OSECAC con epidemiólogos e infectólogos para que nos asesore cómo contener y atender a nuestros afiliados. Me doy cuenta de que esto es tan grave que nos desbordará a todos y eso será inevitable”.

De repente, en una ruta, con el silencioso testimonio de viñas y montañas, viniendo de Uspallata, se fue.

De repente, el deporte, los gremios y los políticos visibilizaron su figura y su presencia, aunque él ya no estaba.

Mientras, en el silencio de los lugares que nadie conoce, muchas personas y muchos empleados derramaron una lágrima de gratitud por ese hombre que les dio una mano, que en algunos implicó salvarle su vida o de algún ser querido.

Seres, que al igual que su familia, supieron que su nombre y apellido no se ensució con lo más vil de todo dirigente político, corrupción y enriquecimiento ilícito.

Cuando estaba trabajando fuertemente desde su lugar en la obra social de los mercantiles y planificando qué hacer en los intensos tiempos que sobrevienen con la pandemia, pérdidas de trabajo y muchas complicaciones que impactarán fuertemente en la gente, él, Guillermo Pereyra, no supo esa hora, ese momento y ese día que se iría.