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Los prisioneros portugueses que se quedaron a vivir en Mendoza después de ser derrotados en Brasil

Tras los conflictos con España en territorios de América del Sur, finalmente los lusos fueron vencidos y enviados a Buenos Aires, Córdoba y a nuestra provincia

15 de marzo, 2021 - 07:33

A fines del siglo XVIII, un centenar de prisioneros portugueses llegaron a Mendoza luego que las autoridades militares españolas en el Río de la Plata los vencieran en el conflicto que mantuvieron estas dos potencias en la Banda Oriental y el sur del actual territorio brasileño.

Ya establecidos en nuestra ciudad, ocuparon las estancias y otros lugares por un largo tiempo hasta que un gran número de estos detenidos marcharon a su patria después de firmar la paz entre ambos países beligerantes.

Varios de estos lusitanos se quedaron en este suelo y echaron raíces, formando sus familias con mendocinas y destacándose como hábiles comerciantes y agricultores.

Después de más de dos siglos de asentarse en territorio local, sus descendientes llevan orgullosos sus apellidos.

 

La guerra entre colonias

En 1750, las colonias de España y Portugal en Sudamérica iniciaron una contienda que se prolongó muchos años. Estos enfrentamientos en la frontera del litoral y gran parte de la banda oriental fueron casi permanentes.

Las luchas entre ambas potencias provocaron que los españoles y los portugueses enviaran una importante cantidad de tropas y se realizaran varias expediciones durante sucesivos años.

En 1760, con la asunción de Carlos III como nuevo rey de España, se produjo un año después la ‘guerra de los siete años’, con la que se profundizó el conflicto entre los españoles y portugueses, lo que trajo sus consecuencias en estas tierras.

Un año después, el entonces gobernador de Buenos Aires Pedro de Cevallos emprendió la primera expedición a Rio Grande do Sul y conquistó con sus tropas las posesiones portuguesas de Colonia del Sacramento, Santa Teresa (Uruguay) y la villa de Río Grande (Brasil), que estaban en dominio de los lusitanos.

Pasaron tres años y se firmó en París un tratado por el cual España cedió la Colonia del Sacramento y la isla de San Gabriel, no así San Miguel, Santa Teresa y Río Grande, que permanecieron en su territorio.

A pesar de este tratado, el conflicto siguió su curso, y en 1775, los portugueses enviaron desde la isla de Santa Catarina una gran expedición militar para atacar a los españoles, y en octubre de ese año, los lusitanos tomaron varias ciudades.

La noticia llegó a Buenos Aires y el gobierno porteño reaccionó rápidamente, enviando una gran flota para enfrentar a los invasores.

A principios de 1776 los portugueses tomaron la villa de Río Grande (actual sur de Brasil) y meses después, el rey Carlos III envió desde Cádiz una poderosa expedición al mando de Pedro de Cevallos, con el principal objetivo de invadir Colonia del Sacramento y atacar la isla de Santa Catarina, que estaba en manos de los portugueses, los que fueron vencidos tras unos meses de lucha.

Había caído así en manos hispanas la Colonia del Sacramento, pero a pesar de ganar la guerra, en el tratado de San Ildefonso los españoles tuvieron que renunciar a los territorios conquistados de la isla de Santa Catarina y Rio Grande.

Por la victoria en esta campaña, el rey Carlos III nombró a Pedro de Cevallos como el primer virrey del Río de la Plata.

 

Un largo peregrinar a cuyo

Vencidos los portugueses en esta contienda, los soldados y oficiales que estuvieron en Santa Catarina y otras zonas del conflicto fueron enviados a Buenos Aires.

Por una disposición del virrey Cevallos, los soldados que fueron apresados en Santa Catarina marcharon a Mendoza y los de Colonia del Sacramento a Córdoba. Otros, en cambio, se establecieron en las pequeñas poblaciones de Luján, San Antonio de Areco, Pergamino, Baradero y Arrecife, en la actual provincia de Buenos Aires.

Un centenar de prisioneros portugueses partió desde la flamante capital del entonces Virreinato del Río de la Plata, en carreta y conducidos por el capitán Bernardo Gregorio de Las Heras –padre del héroe de la independencia Juan Gualberto Gregorio de Las Heras–, quien llegó a la ciudad de Mendoza luego de un viaje de más de 40 días.

A su llegada, los presos fueron exhibidos ante el curioso público presente en la Plaza Mayor –actual Pedro del Castillo– y después distruibuidos en varias estancias de Luján de Cuyo y algunos conventos que hacían de cuarteles militares, mientras que a un pequeño grupo de considerados “peligrosos" se los trasladó a la pequeña fortaleza de San Carlos, en el Valle de Uco.

Además, unos 20 portugueses tuvieron como destino la ciudad de San Juan.

Entre los prisioneros lusitanos se encontraba el capitán Miguel Teles Menezes, un oficial muy carismático y de aguda inteligencia, a quien en pocos meses las autoridades locales lo incorporaron para integrar las milicias de Mendoza.

Años más tarde, este militar cobraría trascendencia como comandante de frontera y como uno de los fundadores del fuerte de San Rafael.

Muchos de los prisioneros portugueses que llegaron a nuestra provincia eran de origen americano, ya que habían nacido en Santa Catarina, San Miguel, Praia do sul, Rio Grande, Itamaracá, San Francisco do Sul, Pernambuco y Río de Janeiro. Del centenar, solo 20 eran de origen europeo.

Algunos de estos detenidos fueron víctimas de agresiones por parte de ciudadanos que los escupían y los insultaban demostrándoles su odio. Pero esto duró muy poco, ya que, restablecida la paz con el reino lusitano, las autoridades españolas les ofrecieron la posibilidad de regresar a sus lugares de origen en las colonias portuguesas. Pero varios de ellos optaron por quedarse definitivamente en Mendoza y llevar una vida pacífica y laboriosa.

 

Pescadores, viñateros y herreros

Con el tiempo, los denominados “prisioneros portugueses" se insertaron rápidamente en la sociedad y formaron sus familias contrayendo matrimonio con damas mendocinas. Algunos de éstos se destacaron y fueron muy reconocidos en sus labores cotidianas.

Fue el caso de Antonio Correa, quien se dedicó a la albañilería, o el de José Davila, quien plantó viñedos para la elaboración de vinos. Otros, como Juan Rodrigues, José Plácido Almeira y José Ignacio Oliveira pusieron su propia pulpería. Además de pulperos, viñateros o albañiles, también se dedicaron a otros oficios, como el sastre Patricio Fernandes, el talabartero Manuel José da Acosta y el herrero Juan Cayetano Freitas.

Varios portugueses de apellido Ferreyra, Nuñes, Álvares, Bullones y Matos fueron muy conocidos en la población por dedicarse a la venta de pescado que recolectaban en el río o en las lagunas de Guanacache.

Fue así que pasaron a la historia mediante una calle –que actualmente existe entre los departamentos de Las Heras y Capital– llamada “de los Pescadores" que, según la tradición oral, le rinde homenaje a ellos.

Otros de los portugueses que se quedaron fueron destacados artífices de la industria vitivinícola mendocina a principios del siglo XIX, y su experiencia en esta materia hizo que algunos productores comercializaran sus vinos en el litoral del territorio argentino.