Lo que las palabras dicen, lo que las palabras ocultan

17 de mayo, 2020 - 18:39

La sociedad se ha visto, en estos tiempos, cruzada por nuevos debates que ponen a las palabras, al lenguaje, en el centro de diversas cuestiones. En todos los casos involucran luchas de poder, posicionamientos, reivindicaciones, militancias e intereses sectoriales, lo que no les resta ninguna legitimidad.

Así, tenemos el lenguaje inclusivo, las luchas de género, discusiones que dividen las aguas, ridiculizadas por algún lado, sonoramente ruidosas por otro, pero que en todos los casos, más que de la búsqueda de un código en común, remarcan la situación de quien habla.

Es evidente que, cuando hablando con alguien y escuchamos que dice “la cuerpa”, lo que uno entiende es que, más que un sustantivo, lo que se expresa es una posición del interlocutor. No está mal marcar posiciones, pero en cierto sentido también se crean divisiones, fragmentaciones, en una sociedad que vive en tensión permanente, donde parece que los espacios se ganan a cara de perro.

El lenguaje deja de ser punto de encuentro, es otra vertiente de los contrapuntos.

Paradójicamente, en una sociedad que se remarca sus afanes libertarios, su búsqueda de ganar espacios en el terreno de la comunicación, se le dejan pasar al poder expresiones que distan muchísimo de la pluralidad, del respeto, y de la democracia, en definitiva.

Así, los que cuestionan algunos usos del lenguaje por patriarcal, por machista, no cuestionan en lo más mínimo usos que retrotraen a ideologías muy autoritarias.

Por ejemplo, es muy habitual escuchar al presidente decir “porque cuando con Néstor salvamos a la Argentina”. A nadie parece molestar, y sin embargo encarna acabadamente el pensamiento mesiánico. Se pone como ladero, como par, de un salvador de la patria, y también él mismo como salvador.

Hubiera sido intolerable en tiempos más democráticos escuchar ese tipo de alocuciones, pero la democratización real de la Argentina naufragó a muy poco de comenzar.

Además, ese pensamiento sintetiza perfectamente con el resto de las expresiones discursivas de su espacio. El vamos por todo de Cristina; el Frente de Todos, nombre del espacio que los agrupa. Innecesario es señalar que del “todo” viene totalitarismo. La idea de expresar a toda la sociedad, de no dejar espacio para nada más.

En ese contexto, se ha escuchado decir a Axel Kicillof, en ámbitos académicos y no precisamente en la tribuna de un acto, que la información es un bien público y que en consecuencia solo debe comunicar el Estado. Lo ha puesto en práctica con la radio de la Provincia de Buenos Aires, que abolió la pluralidad y se presenta como al radio del gobierno, hasta en su artística.

Lo mismo comenzó a ocurrir con toda la red de medios públicos. Obviamente los despidos, las persecuciones y las censuras no son denunciadas por nadie.

No son fenómenos nuevos. Siempre estuvo latente en el peronismo la idea de totalidad, de ser toda la “comunidad organizada”. Con una cultura peronista, un cine peronista, una música peronista, una educación peronista, y así podríamos seguir. Hay gente que lo ve con muy buenos ojos, pero curiosamente no se identificarían a sí mismos como fachos.

En las actuales emergencias, aunque cueste, deberíamos poner un ojo también en mantener a los autoritarismos a raya. La situación pone en manos de los gobernantes una inmensa cuota de poder, casi discrecional, que avanza todo lo que puede.

No sea cosa que en la discusión si debemos cuidar más la salud o la economía, terminemos perdiendo la poca democracia real que tenemos.