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Las intenciones del llamado al diálogo

Lo pidió la oposición y Cristina lo convocó públicamente: el llamado a un acuerdo político social ya está en la mesa y hay que aprovecharlo

27 de octubre, 2020 - 19:25

Hace poco menos de una semana se podía pensar que desde el núcleo más duro del kirchnerismo, se estaba diseñando una estrategia para asegurar los votos que aseguraran un triunfo en la elecciones legislativas del año que viene. Y esa cantera de votos podía estar en las decenas de miles de familias que además de la pobreza extrema sufren el flagelo de la falta de vivienda y tienen que vivir en la calle o en las peores condiciones.

Entonces alguien pudo pensar que alentando las tomas de terrenos para después negociar algún beneficio especial o facilidades para acceder a un humilde techo propio, acarrearía una lealtad indestructible hacia quien lo permitiera. No hay por dónde perderse, si el promotor directo es Juan Grabois, los laureles se iban a adjudicar a Cristina, pasando fugazmente por Alberto.

Pero al parecer la exposición mediática del caso Etchevere, la persistencia en la visibilidad pública de la toma de terrenos en Guernica y los extravagantes reclamos de soberanía de un supuestamente ancestral territorio mapuche, no están sumando simpatías, o lo que es parecido, estarían sumando mucho más rechazo. Si están contabilizando eso en algún cenáculo K, puede que los números no les sean propicios.

Además es cada vez más perceptible que el inminente estallido final de la crisis que se va a desatar si el rumbo errático del manejo de la economía, va a dejar una inmensa cantidad de víctimas. El sentido común, le habría hecho saber al Instituto Patria, a La Cámpora o a la habitante del departamento de Recoleta, que la onda expansiva también los iba a afectar, y mucho.

Desde la oposición se insiste en que el año que viene se va a poner en juego el futuro de la democracia, porque si la impronta demostrada hasta aquí por el cristinismo duro logra mayoría y quórum propio en Diputados, vamos hacia el madurismo. Pero salvo algunos aislados pedidos de acuerdo político, no se han escuchado voces que con más insistencia le hagan saber a la gente que la clave de la democracia son los acuerdos y no la autocracia ni el pensamiento único.

Mientras tanto en Ciudad Gótica, el presidente Alberto vocifera consignas, sentencias y slogan en cada inauguración sin atinar a un mensaje claro o revelar si tiene en su mente alguna suerte de plan para salir de este caos. Muy cerca de allí Juan Grabois después de sentar bases en Entre Ríos e irritar a los productores agroganaderos, ahora busca ‘recuperar’ el predio de la Sociedad Rural en Palermo como si fuera la toma del Palacio de Invierno por los bolcheviques en Petrogrado en 1917.

Los posibles efectos peligrosos  de este tóxico caldo que se está cocinando a fuego cada vez menos lento, llegaron a preocupar a la vicepresidenta, entonces escribió la carta antes que las cosas se le empezaran a ir completamente de las manos.

En el extenso texto de la misiva se reparten diatribas entreveradas con elogios que pueden hacer temblar a sus destinatarios. Primero, decir que hay funcionarios que no funcionan, no deja tranquilos tanto a los albertistas como a los cristinistas, porque estos últimos saben de los cambios de opinión de su jefa, para quien la lealtad corre en una sola dirección, hacia ella. Los albertitas saben que ante la debilidad de su mentor, su base de sustentación es cada vez más endeble. 

El repentino reconocimiento de la autoridad presidencial como numen del sistema político argentino, ha sido inmediatamente percibido por todos como un “si esto se va al diablo, no es culpa mía”, con impredecibles efectos para las instituciones si ese vaticinio se cumple.

Pero para los analistas más advertidos el núcleo del menaje es el reconocimiento de que ya es imprescindible un acuerdo político, no solo para calmar el dólar, sino también para que por ejemplo el banderazo del 8 de noviembre no sume más gente que el anterior y menos que el próximo. Y de aquí en más cabe esperar cuál será la respuesta de los convocados a ese acuerdo, que por lo expresado por Cristina tendría amplio espectro, como los antibióticos.

Las reacciones hasta ahora están siendo cautas, es sabido que en el sector opositor de la política las decisiones se tendrán que consensuar dejando de lado los dogmatismos para dar paso al pragmatismo.

Los que desconfían de la jefa del Senado tendrán que resignar parte de esos escozores, como también los que le atribuyen la sabiduría y la genialidad total, tendrán que aceptar que no es infalible. En una negociación genuina ambas partes tienen que ceder, eso está comprobado, como también lo está que los contenedores pretenden llevarse si no todo la mayor parte del botín.

La negociación política exitosa requiere escuchar, razonar y tolerar. Hace pocos días el expresidente uruguayo Julio María Sanguinetti dijo citando a Felipe González que la democracia es la “ética de la derrota”, es decir, que si la convivencia democrática es siempre ceder un poco, en este acuerdo convocado por Cristina todos tienen que entender que algo habrá que perder.

No se va a poder evitar la desconfianza, ni que los extremos de ambos bandos se nieguen a todo tipo de entendimiento. Tampoco en el hipotético transcurso de las conversaciones, en público se insulte al contrincante para sobreactuar las convicciones mientras que en el la reserva de los conciliábulos se busquen acuerdos.

Nadie olvida que la convocante ha aborrecido siempre considerarse una igual para confrontar con iguales, se cansó se demostrarlo, como tampoco se puede desechar que detrás de todo esto puede haber una trampa, como en cualquier litigio uno tratará de hacerle una zancadilla al otro para sacar alguna ventaja.

Lo esencial es que es tan grave y tanto lo que se puede perder que tomar que la atribulada y maldecida clase política argentina no puede dejar de recoger el guante.
Si bien el llamado es a la oposición, a los empresarios, a los medios y todos los sectores sociales que representen decorosamente a alguien, quien va a terminar decidiendo y señalando caminos son los políticos, todos, sin excepción. 

Los empresarios ya aceptaron la propuesta porque ellos necesitan alguna coherencia y tranquilidad para que la tormenta no les hunda el barco. Los sindicalistas querrán mantener siempre su poder de influencia y de extorsión. Los dirigentes sociales no querrán perder sus clientes, por lo tanto no les conviene que llegue del todo la justicia social.

Y el poder mediático, bueno si en alguna forma es o es hegemónico, es porque los sueños autoritarios siempre necesitan un enemigo contra quién luchar, o ahora con quién firmar la paz.