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Geopolítica del espacio exterior (II)

El envío al espacio del satélite argentino Saocom 1B es una oportunidad para analizar qué rol podría jugar nuestro país en el campo internacional, ya sea en lo tecnológico, lo económico o lo militar, a través de una política de Estado

06 de septiembre, 2020 - 10:46

Hace pocos días, 800 científicos argentinos, luego de más de diez años de desarrollo y con un presupuesto de US$ 600 millones, pusieron en órbita al satélite Saocom 1B (Sistema Argentino de Observación con Microondas).

Un sistema destinado a observar la Tierra y escanearla para de esa manera obtener mapas de humedad diarios y desarrollar una gran base de datos públicos que posibilitará la identificación de zonas óptimas para el cultivo y ayudar a detectar los lugares para fertilizar.

Esto permitirá un mejor aprovechamiento de los recursos naturales como los agropecuarios, mineros, petrolíferos, gasíferos y hasta los pesqueros, que se vuelven indispensables para el desarrollo económico.

Lo interesante de este logro, es que fue obtenido por dos organizaciones  argentinas: una estatal (la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, CONAE) y otra mixta (INVAP), que utilizó una plataforma de lanzamiento administrado por una empresa privada (SpaceX) y una base de lanzamiento perteneciente a un tercer país (Cabo Cañaveral, EE.UU.). Veamos.

La Comisión Nacional de Actividades Espaciales, más conocida como CONAE, es la agencia del gobierno argentino responsable del Plan Nacional Espacial.

El 28 de mayo de 1991 reemplazó a la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE), cuya historia se remonta al año 1960 y logró grandes hitos en las décadas de 1960 y 1970.

En tanto, el INVAP SE es una empresa argentina de alta tecnología dedicada al diseño, integración y construcción de plantas, equipamientos y dispositivos en áreas de alta complejidad, como energía nuclear, tecnología espacial e industrial y equipamiento médico y científico.

Fue creado en 1976 mediante un convenio entre el gobierno de la provincia de Río Negro y la Comisión Nacional de Energía Atómica de Argentina, naciendo como un proyecto de egresados del Instituto Balseiro.

Por su parte, Space Exploration Technologies Corp., conocida como SpaceX, es una empresa con sede en Hawthorne, California, EE.UU., dedicada a la fabricación aeroespacial y fundada en 2002 por Elon Musk con el objetivo de reducir los costos de viajar al espacio para facilitar la colonización de Marte.

De Cabo Cañaveral no es necesario recordar nada, ya que muchos de nosotros conocemos de su protagonismo, especialmente, durante la carrera espacial que tuvo lugar durante la Guerra Fría entre los EE.UU. y la URSS, ya que desde allí partieron numerosos y famosos vuelos espaciales, entre ellos el de la Apollo 11 que puso al primer hombre en la Luna el 16 julio de 1969.

Pero sobre lo que hoy queremos llamar la atención es sobre el escenario diferente en el que tiene lugar el lanzamiento del Saocom 1B, que como podemos ver no es solo multinacional, sino también multiempresa y multimodo.

Y como lo expone el analista Rosendo Fraga, toda empresa espacial tiene una faz científica, una económica y una militar. Vamos por partes.

La Argentina fue –como en tantos otros campos– un país precoz en lo aeroespacial, ya que en 1960 creó la CNIE bajo la administración de la Fuerza Aérea.

Este organismo desarrolló cohetes sondas, instaló una antena para recibir al satélite Landsat, en Mar Chiquita, para el uso de imágenes satelitales y llegó a lanzar cohetes desde la Antártida.

A mediados de 1990, la CNIE fue reemplazada por la CONAE, la que procedió a lanzar su primera serie de satélites de uso civil, destinados a cumplir diversas funciones mediante la transmisión de datos, imágenes y otros registros físicos durante largos períodos.

El Saocom 1b.

Cabe señalar en este caso que los lanzamientos fueron realizados por terceros países, ya que la Argentina no cuenta con un vector espacial que pueda hacer esta tarea.

Valga recordar que en el medio, y tras la derrota de la Guerra de Malvinas, se decidió desarrollar un misil balístico de alcance medio, el famoso Cóndor II, que sería capaz de llevar una carga explosiva de 500 kg a unos 900 km de distancia.

También podría haber sido apto para colocar un satélite en órbita espacial, pero luego, en 1989, por las presiones de los EE.UU. y de la Gran Bretaña, el presidente Carlos Menem dio la orden de desmantelar el proyecto.

Más recientemente, tras siete años de desarrollo entre el INVAP y ArSat, en el 2014 se lanzó el ArSat 1, el primer satélite geoestacionario argentino, que pasó a brindar servicios de comunicaciones a la Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay.

En octubre de 2018, la CONAE lanzó el satélite Saocom 1-A, que cuenta con instrumentos similares a un radar que están destinados a la Gestión de Emergencias (SIASGE).

El mismo fue construido por la INVAP, una sociedad del Estado creada en 1976 mediante un convenio entre el gobierno de la provincia de Río Negro y la Comisión Nacional de Energía Atómica de Argentina.

La misma está dedicada al diseño y construcción de dispositivos en áreas de alta complejidad, como la energía nuclear y la tecnología aeroespacial. Es considerada la empresa más prestigiosa en su tipo en la América del Sur.

En forma paralela, en el sector privado se producen algunos desarrollos prometedores como el de la empresa Satellogic, especializada en la construcción de nanosatélites como el CubeBug-1, el Capitán Beto, el CubeBug-2 y el Manolito.

Como vemos, el panorama de la actividad espacial en la Argentina es rico, variado y prometedor, porque reúne por un lado a los elementos estatales capaces de dirigirlo, y por el otro, hay nichos de excelencia tecnológica que pueden y deben ser aprovechados.

Pero volviendo a la arena internacional, cabe destacar que tanto los EE.UU. como Rusia –a los que hay que sumarles a China y a la India– han declarado al espacio exterior como fuera del alcance de cualquier soberanía nacional, y por lo tanto, terreno libre para acciones militares de quienes puedan llevarla efectivamente a cabo.

Si bien no existe un acuerdo internacional sobre la extensión vertical de la soberanía del espacio aéreo y en dónde comienza el espacio exterior, la Federación Aeronáutica Internacional ha establecido a ésta en la denominada Línea de Kármán (a 100 km de altitud), mientras que EE.UU. reduce esta distancia a los 80 km.

Como estamos viendo, la carrera entre los EE.UU., especialmente con China, se renueva. Pero lo hace bajo formas distintas a lo ocurrido con la anterior entre los EE.UU. y la URSS.

Para muestra basta un botón, y como nos lo cuenta el ya citado Rosendo Fraga, en Beijing, el representante diplomático argentino recibió una bandera de nuestro país, la que habría viajado en una nave espacial china que viajó a la Luna.

Como sabemos, el dejar una bandera es un acto político y trascendente en los países que se encuentran en la competencia por la carrera espacial.

Este hecho no nos debería llamar mucho la atención, ya que la misión lunar china fue monitoreada desde tres puntos del mundo, dos de ellos en el Hemisferio Norte y uno en el Hemisferio Sur. Esta última fue la base de observación que tiene China en la Bajada del Agrio, en la provincia de Neuquén.

La base china de monitoreo del espacio profundo merecería un análisis especial en sí mismo. Pero baste decir que las capacidades técnicas de esa base no son muy distintas a las que posee la Agencia Espacial Europea en Malargüe, Mendoza.

A los que se preocupan por su presencia, les comentamos que Gran Bretaña forma parte de dicha agencia, por lo que tiene acceso a la información que obtiene.

Llegado a este punto, nos podemos preguntar: ¿y nosotros, en la Argentina, qué rol podemos tener en este en este tema, ya sea en lo tecnológico, en lo económico y hasta en lo militar?

Al igual que en otras actividades que hemos tratado en estos informes, es necesario que el Estado nacional elabore, desarrolle y cumpla con una política de Estado que trascienda a las sucesivas administraciones políticas.

 

Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.