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Inequidades tapadas y conocidas con escándalo

Con lo que se conoció sobre lo sucedido en Olivos quedó claro que el supuesto plan para enfrentar al COVID-19 fue una desdibujada puesta en escena

08 de agosto, 2021 - 10:07

Lo sucedido en la Residencia Presidencial de Olivos y que ahora se conoce, es la muestra cabal de la tomada de pelo que recibió sin contemplación alguna el país.

Porque la misma persona con investidura presidencial que daba discursos a la Nación, abrevados con sólidos argumentos médico-científicos que justificaban aquel Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), encerrando por meses en sus casas a millones de argentinos, se habría "mandado” dos juntadas para festejar su cumpleaños el 2 de abril del 2020 y el de su mujer, el 14 de julio de ese mismo año.

En los dos eventos, la presencia de selectos invitados daba corolario a la mismísima doble moral institucional, desde el púlpito de los que retaban y sancionaban a los argentinos que osaban sacar la cabeza en el más largo y estricto de los confinamientos que haya sufrido Argentina a lo largo de su historia.

Metían miedo, mostrando un escenario donde la esperanza estaba oprimida en el intencional placar de lo oculto.

Mientras, en todo el territorio nacional comenzaba a desplazarse el coronavirus con su sombra de contagios y muertes. En el que aparecían los verdaderos protagonistas de este drama de la humanidad: todo el personal de la salud, las víctimas y miles de familias que, aisladas, ni siquiera podían (¡ni pueden!) despedir a ese ser que devoró el COVID-19.

Pero, también los privilegios de los selectos del poder que se multiplicaron, ya no solo para violar toda vez que se les cantara las ganas la estricta cuarentena, sino para vacunarse con las dos dosis en la primera plana del descaro vip político.

Y ahí estaba y está toda la nación, comprimida e inmovilizada, asfixiadas su educación, sus inversiones, la producción y el trabajo.

Hasta ese racimo de jóvenes esperanzas deportivas que marcharon a los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020 con el orgullo celeste y blanco en sus convicciones, más no con políticas de Estado sobre sus espaldas.

Un gigantesco panorama de quebrantos que se les metió a los habitantes del país en una caja negra de la que no hay, todavía, intenciones de encontrar esa salida que se busca desde hace muchos años.

Quedó claro ante los ojos de los argentinos y ante el mundo que el supuesto plan para enfrentar al COVID-19 fue una desdibujada puesta en escena. Donde se dañó a la nación encerrada para alardear de algo y luego, cuando la pandemia se mostró realmente, quedó al descubierto la gran mentira del espectáculo popular que pisoteó el privilegio de vivir con el poder en la mano y ser amigo cómplice de ese poder.

Los improperios y agravios a la gente siguen sin parar, tanto como las señales del poder central que deja señales que a la hora de romper con leyes, instituciones y señales de lo que debe ser correcto, no tiene límites.

Es como que la gente habita, sobrevive y pisa un gigantesco campo minado que estalla a cada instante precarizando su existencia y mucho más su futuro.

El muestrario de lo expresado se visualiza con mucho dolor cuando las pantallas de la televisión nacional se transforman en la rara pasarela de los que, sin vergüenza alguna, pretenden justificar lo sucedido en Olivos y los beneficios del vacunatorio VIP. Allí, donde el mundo de la farándula llora, pide disculpas o amenaza a quien lo descubrió en las selectas tertulias del entorno presidencial.

Todos, funcionarios y farándula, se la ven venir ante las demandas que ya se instalaron en tribunales. Un cúmulo más de lo que viene tratándose desde hace muchos años sobre este mismo grupo que, hasta ahora, viene zafando por la debilidad que se está produciendo en la Justicia del país.

Los habitantes de la Argentina están peleando en dos frentes claros y contundentes: la economía que hace añicos su vida y la de sus hijos empujándolos inexorablemente a la pobreza, y la tercera ola de la pandemia del coronavirus.

En el medio de ambos puntos negros quedaron sepultados proyectos de vida, estudios o progreso, simplemente porque no existe un Estado que evite el choque permanente de estos glaciares sobre la humanidad de la gente.

El Estado, ese Estado por el que nuestros antepasados pugnaron para que se instale como orgullo de nuestra identidad de nación, viene envuelto hace rato en el fino papel de los privilegios e impunidades. Herramientas de los que producen inequidades tapadas con descaro y conocidas con escándalo.