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Geopolítica de la post pandemia

Un repaso de la historia nos permite apreciar que los cambios posteriores a las pandemias fueron dramáticos. En el caso de la Argentina, si desea preservar su libertad y soberanía en el mundo que viene deberá disponer de alianzas adecuadas y de fuerzas armadas preparadas para su defensa

03 de mayo, 2020 - 13:03

El análisis histórico de las pandemias nos lleva a concluir que a su término se produjeron, siempre, grandes cambios geopolíticos. A saber:

La plaga de Atenas, que se desató durante la Guerra del Peloponeso (430 a.C.). La que probablemente fuera una fiebre tifoidea, mató a la cuarta parte de las tropas atenienses y a una cuarta parte de la población a lo largo de cuatro años, llevando a la decadencia de las ciudades-estado griegas. Durante la misma murió el gran Pericles, constructor y gobernante de Atenas.

La peste antonina (165-180) –que posiblemente fuera una viruela– mató a una cuarta parte de los infectados y hasta unos 5 millones en total. Inició la decadencia de Roma y culminaría con la caída del Imperio Romano de Occidente.

En su transcurso, el emperador Marco Aurelio, quien además era un consumado filósofo, escribió varios textos que dieron origen a la filosofía estoica. 

La peste negra, que se desarrolló en el siglo XIV, fue una peste bubónica (posiblemente llevada por mercaderes venecianos que comerciaban con China) y mató a 20 millones de europeos en seis años, una cuarta parte de la población total, especialmente a la que vivía en centros urbanos.  Llevó al fin de la Edad Media.

Una peste de viruela destrozó México en la década de 1520, donde murieron 150.000 personas sólo en Tenochtitlan, incluido el emperador, y en Perú en la década de 1530, lo que ayudó a los conquistadores españoles a completar su conquista de América. 

La gripe española (1918-1919) comenzó en marzo de 1918 en Fort Riley, Kansas, EE.UU. y se expandió en los campamentos militares norteamericanos en Europa. Se trató de una mortífera cepa de gripe que se extendió en el mundo.

España le dio su nombre, ya que su prensa pudo tratar el tema con libertad, no así los países que la tenían censurada por el desarrollo de la Gran Guerra. 

La enfermedad mató a 25 millones de personas en el curso de seis meses. Contribuyó, junto con la Primera Guerra Mundial, a la reformulación del mundo contemporáneo y que se terminaría de conformar tras la Segunda Guerra Mundial.

En forma analógica, la pandemia del COVID-19 traerá grandes cambios geopolíticos. Entre ellos se destaca el colapso del sistema capitalista mundial bajo las formas que lo conocemos, ya que se advierte el derrumbe de:

1º) Los sistemas sanitarios y sociales de los países centrales.

2º) El colapso del sistema financiero mundial y de las economías basadas en el mercado, la libre competencia y la integración mundial.

3º) De las posturas neoliberales reacias al cuidado del medio ambiente, ya que se notan los efectos beneficiosos de la disminución de actividades contaminantes.

Todo ello conjugado, va llevando a los Estados a la necesidad de ejercer una mayor presencia a los efectos de asegurar su propia supervivencia, a través del incentivo de sus propias funciones principales (el monopolio de la violencia y el bienestar de sus gobernados), con acciones que no solo buscan mitigar los efectos inmediatos de la pandemia, sino también, en alguna forma, van prefigurando el mundo y las relaciones humanas en el futuro.

Esto es así si asumimos que la pandemia podría durar por años y que nunca sería totalmente controlada. Vale decir, las medidas excepcionales podrían convertirse en las nuevas normas políticas, económicas y sociales.

Por su parte, en el campo de las relaciones internacionales va quedando cada día más claro que la globalización va dando paso a una fragmentación y a una globalización que favorece a los Estados que puedan gestionar sus recursos mediante procesos completos y que demanden poca colaboración internacional.

De entre estos procesos se destaca la gestión de sus recursos naturales, especialmente los vinculados con la alimentación humana, por lo que los Estados que dispongan de esos recursos deberán prepararse no solo para su aprovechamiento sino también para su comercialización con aquellos que carezcan de la necesaria autonomía alimentaria. 

In extremis, no deberíamos descartar la probabilidad muy cierta de que surjan Estados que busquen obtener los recursos que necesitan para su subsistencia mediante el uso de la fuerza, como ya ha ocurrido numerosas veces en el pasado. 

En el caso de la República Argentina, es evidente que si desea preservar su libertad y su soberanía en el mundo que se viene, deberá disponer no solo de alianzas adecuadas, sino fundamentalmente de Fuerzas Armadas adecuadas para su defensa. 

Por eso se hace imperativo comenzar esa tarea lo antes posible.

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.