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Francisco de Serra y Canals, el catalán que quiso convertir a Uspallata en una gran ciudad

Con una enorme visión de progreso, no dudó en elegir a Mendoza como base para encarar una empresa titánica que no pudo cumplir por designios del destino

02 de noviembre, 2020 - 11:35

Se llamaba Francisco Serra y Canals y era un catalán soñador, pujante y progresista que llegó desde España con nuevas ideas y que, con su esfuerzo, aportó mucho para nuestra provincia.

Como pasa muchas veces, la historia es injusta con algunos personajes que dieron todo por su tierra adoptiva aunque fuesen extranjeros, y este es un caso que lamentablemente quedó olvidado como también su retrato por el tiempo.

Es por eso que hoy queremos recordar todo lo que hizo en Mendoza este verdadero pionero.

 

Una ilusión cruzando el mar

Francisco Serra y Canals nació en Barcelona en 1739, y con el correr del tiempo se transformó en un gran industrial.

Era uno de tantos españoles que un día decidieron partir con su equipaje y un sueño: viajar a las entonces colonias de América del Sur, más precisamente a un lugar que sonaba por aquel entonces llamado Mendoza.

Mendoza en los tiempos en que el catalán planificó construir una ciudad moderna en Uspallata.

Así, el joven se embarcó en el puerto de Cádiz para viajar en una fragata que lo llevaría al puerto de Buenos Aires, que por ese entonces era uno de los lugares más importantes de las colonias en el Atlántico Sur.

Fueron casi tres meses de viaje y en esos tiempos había que sortear todo tipo de inconvenientes en medio del océano, pero llegó sano y salvo y por supuesto con toda la esperanza de avanzar económicamente.

Cuando llegó al puerto metropolitano fue recibido por algunas autoridades de la entonces Gobernación de Buenos Aires, que pasaría en 1776 a formar parte del nuevo virreinato llamado del Río de la Plata.

En esa ciudad se quedó varios meses y en su estadía encontró a una persona que le informó a cerca de un sitio llamado Uspallata, en donde existían algunas minas de oro y plata, por lo cual varios las estaban explotando.

No dudó en elegir a Mendoza como lugar de su próxima residencia y desde allí partió rumbo a la ínsula cuyana en una travesía en carreta de más de 1.000 kilómetros, sorteando en el camino toda clase de inconvenientes.

Después de viajar más de dos meses, llegó a la ciudad con una gran ilusión, y tras descargar su equipaje se alojó en la llamada posada de Álvarez, que quedaba muy cerca de la calle de la Cañada, a dos cuadras de la plaza Principal.

 

Cosecharás tu siembra

Con el correr de los días y caminando por las calles de la ciudad, el forastero Serra y Canals notó que estaba muy atrasada con relación a otras. Sin dudar, y aprovechando su gran habilidad en la construcción de obras, les propuso a miembros del Cabildo realizar algunas construcciones para embellecer la pequeña aldea mendocina. Pero a las autoridades les pareció que no era el momento y varios de sus proyectos quedaron archivados.

La gran iniciativa de este hombre sorprendió a muchos mendocinos que tenían otros intereses, y muy pronto, este pujante forastero comenzó a tener muchos enemigos que le impidieron cristalizar algunos planes.

Pero había algo que a Serra y Canals le interesaba mucho más y su mirada se centró en las sorprendentes vetas de oro y plata de Uspallata.

Y hacia ese lugar partió don Francisco, quien, luego de dos días de marcha, llegó a la posta de ese lugar. Al ver aquella cordillera, el catalán quedó atrapado por la extraordinaria belleza de ese valle. Entonces no tuvo mejor idea que establecerse allí.

 

Luchando por un sueño

Unos meses después de descubrir este soñado paraje, Serra y Canals alquiló a los padres agustinos grandes terrenos y el joven minero emprendió una importante explotación de oro y plata que descubrió en las cercanías de la zona de San Lorenzo Mártir.

Pasaron varios años y el mapa político y económico había cambiado, porque el virreinato del Río de la Plata estaba en su mejor momento y entre sus autoridades había virreyes con otra mentalidad.

Fue así que Francisco pudo cumplir su sueño: encontrar varias vetas de oro. Esto fue muy importante para él y llevó desde la ciudad a varios obreros que pusieron manos a la obra, entre ellos algunos negros esclavos que había comprado.

Y así, su gente trabajaba en aquella próspera empresa, y gracias a su iniciativa, Uspallata volvió a resurgir con la explotación de oro y plata y en poco tiempo se construyeron varios trapiches y hornos para la molienda y fundición de aquellos minerales.

Serra y Canals se instaló en aquella localidad por varios años, y allí su mentalidad progresista hizo que enviara una nota al virrey para la creación de un banco, con el objetivo de estimular la explotación minera en esa zona.

Plano de la proyectada ciudad de Uspallata a fines del siglo XVIII.

Aquel valle estaba despegando de su letargo y con el tiempo sería un lugar muy importante dentro de Mendoza.

 

La ciudad ideal

La visión de don Francisco era que Uspallata se convirtiera en una ciudad, y fue así que concibió la idea de erigir una pequeña urbe en aquel lugar.

Serra pudo apreciar que tanto el comercio y la industria minera serían en muy poco tiempo el eje económico de la región cuyana y para extender este proyecto se debían hacer varias construcciones y traer más personas para contribuir al desarrollo.

El progresista catalán se comunicó con el secretario del Consulado, un entonces desconocido llamado Manuel Belgrano, quien le dio todo el apoyo para ejecutar este proyecto. El núcleo urbano tendría una autonomía dentro de Mendoza y sería ubicado al noreste de la posta.

Contaría con una plaza principal, que se ubicaría en el centro, y alrededor de ella se emplazaría el edificio del Cabildo, la sala capitular y las demás oficinas y también algunas viviendas.

 

La Uspallata que naufragó

Las autoridades porteñas le ofrecieron todo el apoyo para que se pudiera construir la anhelada ciudad de Uspallata, y aprobado el proyecto por el virrey, le sugirieron que viajara a España para contar con el dinero necesario. Por ello Serra y Canals se dirigió hacia aquel país.

Corría el año 1802 y con esa ilusión de los hombres que pueden ver más allá del presente, partió desde el puerto de Buenos Aires. Todo parecía normal cuando el buque salió desde el Río de la Plata rumbo al Atlántico, pero algo inesperado ocurrió en ese viaje.

La ciudad de Buenos Aires, donde zarpó Serra Canals y luego naufragó y murió en medio de una violenta tormenta en el Río de la Plata.

Un imponente temporal atrapó al barco y a sus tripulantes, entre ellos a Francisco, quien murió ahogado y con él se llevó para siempre su anhelada ciudad.