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Esos lados no conocidos y oscuros de la Justicia mendocina

La comunidad comienza a profundizar la mirada crítica que siempre tuvo sobre la Justicia y lo que en ella ocurre

20 de junio, 2021 - 10:00

El caso del juez Walter Bento corrió el telón de una cuestión que va más allá de este hecho puntual, que de por sí fue y es muy grave teniendo en cuenta que hablamos de un juez federal y el alcance de sus áreas de decisión, además de la magnitud de un caso que todavía no muestra el fondo profundo de hasta dónde llega.

Como bien lo expresó a un medio gráfico local, el reconocido abogado que defiende al magistrado, Mariano Cuneo Libarona, “es el caso más complejo que he conocido”.

Pero este hecho, más allá de lo grandilocuente que se presenta, deja entrever que el mundo del Poder Judicial encierra un todo muy oscuro que no lo hace único.

Por el contrario, hace que la comunidad comience a profundizar la mirada crítica que siempre tuvo sobre la Justicia y lo que en ella ocurre. Desde el comportamiento y conducta de sus abogados y la actitud de ciertos jueces, hasta sus procesos y enjuiciamientos lentos, confusos, injustos y en algunos casos con rasgos desopilantes.

Es necesario observar que el hecho de que el caso Bento se dé en los tribunales federales no es exclusivo de ese ámbito. Envuelve, para observadores de la Justicia, a todo el Poder Judicial, el federal y el provincial.

Tampoco es de sello mendocino, ya que es también nacional, como otra muestra de que cuando se habla de cuestiones alcanzadas por groseras irregularidades en el sistema institucional argentino, hay que ver qué pasa en toda oficina y tribunal de Justicia como para saber de la gravedad de lo que se está hablando.

Hace pocos días, el diálogo de una mesa de café entre las confiterías que rodean la zona tribunalicia de las calles Patricias Mendocinas, Avenida España, 9 de Julio y Pedro Molina, donde un grupo de abogados hizo la parada obligada de cada mañana, tuvo la anormalidad del diálogo encendido entre los profesionales del Derecho que llamó la atención por su magnitud y contenido.

Todo comenzó con una simple pregunta de estos días: “Che, ¿cómo sigue el caso de Bento?”. La respuesta, con otro interrogante, no se hizo esperar: “¿Por qué no hablamos de todo lo que pasa?”, espetó uno de los abogados, recorriendo las miradas de sus colegas.

Agregando inmediatamente: “Ustedes saben muy bien que lo se le está investigando a Bento ha ocurrido por mucho tiempo en algunos juzgados de la provincia. Que el tráfico de influencias es tan increíble como grave; eso, sin contar con la guita que se hicieron muchos”, redondeó sus dichos el letrado.

“Sí, es cierto”, agregó otro participante de la charla y acotó: “Es un tema que se vio mucho en el fuero penal, donde corre mucha plata”.

A lo que otro interrumpió drásticamente, cuando el mozo servía una segunda vuelta de humeante café a punto tal que se detuvo cuando el abogado mirándolo preguntó: “¿Y en esto no vamos a meter la política y los políticos? Donde el tráfico de influencias, las torcidas de fallos, cajoneadas de causas y las amenazas sobre jueces que tratan causas que podrían joder el camino de ese político habrían existido”.

La charla a esa altura no era para nada íntima: la escuchaban otros clientes y abogados que dejaron sus asuntos para atenderla y asentir o negar con sus cabezas con cada sorbo de lo que tomaban.

Eso era una muestra de que lo que estaban hablando los profesionales del Derecho es bien conocido en ese ámbito y que más de un abogado pasó por situaciones incómodas que lo hicieron rever sus estrategias de causas o ser partes de ese halo oscuro.

Esto último sería una de las opciones más difundidas, por lo que hace más grave los cuestionamientos sobre la Justicia con algunos de sus procedimientos no santos.

Cuando la charla transformada en debate estaba terminando, uno de los abogados que se habría mantenido en prudencial silencio, expresó: “Yo no soy oveja blanca, como no lo son muchos de nuestros colegas, pero no nos prendemos en todo lo que aquí escuché”.

“Y no estoy negando que esto exista, lamentablemente es un costado feo de la Justicia, pero no toda la Justicia lo es, como no todos los jueces y fiscales transan de esta manera”, concluyó lo poco y único que aportó.

El cierre lo hizo el abogado más picante con sus dichos: “Te entiendo y sé que es como vos decís. No todos los colegas ni los jueces ni un gran sector del Poder Judicial de Mendoza y del país están viciados de corrupción. Pero, la cuestión es que el tema existe y hay que incentivar a terminarlo. También sé que no es una tarea fácil, porque hay poderosos intereses de la corporación política judicial que no lo permitiría”.

“Creo que, aún así, se puede y debemos trabajar desde nuestra profesión para que eso se tuerza y la Justicia recupere su prestigio como poder del Estado. Fundamentalmente, para que tenga toda la autoridad moral para juzgar y cumplir su objetivo constitucional de asistir a la gente que tanto la necesita para preservar sus bienes y defenderla de la violencia, de la inseguridad o del narcotráfico que ha penetrado en la vida de relación de sus hijos”, razonó el profesional.