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El perito Francisco Pascasio Moreno y su relación con Mendoza

Siguiendo los pasos de Darwin, el eminente científico argentino estudió en Uspallata varias piezas que permitieron aclarar parte de la prehistoria de nuestro país

26 de octubre, 2020 - 07:19

En 1883, dos grandes personalidades de la historia argentina nos visitaron. El primero fue Bartolomé Mitre, quien llegó en marzo, y en octubre arribó a nuestra provincia el científico Francisco Pascasio Moreno, quien fue recibido por varios miembros de la alta sociedad mendocina.

El motivo de su viaje fue estudiar sobre la cultura prehispánica argentina, y por eso que realizó varios trabajos entre 1882 y 1884, en Córdoba, San Luis, Mendoza y San Juan en busca de elementos que pertenecieron a civilizaciones anteriores a la conquista española y restos relacionados con fósiles y petroglifos.

 

Investigador desde la cuna

El destacado erudito nació el 31 de mayo de 1852 en la Ciudad de Buenos Aires. Sus padres fueron Francisco Moreno y Juana Thwaites, de origen británico.

El jovencito ingresó al colegio San José de los Padres Bayoneses, pero luego su padre, que tenía una gran amistad con Sarmiento, lo hizo entrar al colegio Catedral del Norte.

Cuando aún era un adolescente, su pasión por las ciencias naturales lo llevó a buscar en distintos lugares de Buenos Aires objetos de valor arqueológico. Su progenitor acompañó al joven en aquellas investigaciones junto a sus hermanos, al punto que instalaron un museo en su casa.

Durante 1872 y 1873 realizó exploraciones en la provincia de Río Negro, internándose en lugares de dominio de los pueblos originarios. Dos años después descubrió el lago Nahuel Huapi y luego de recorrer el valle del río Chubut, remontó junto con el capitán mendocino Carlos María Moyano el río Santa Cruz, hasta alcanzar el lago al que llamó Argentino.

En 1879 exploró el río Negro prácticamente en su totalidad y el sector de la cordillera andina correspondiente a las actuales provincias de Chubut, Río Negro y Neuquén.

Gracias a su actividad exploratoria, Moreno fue designado para dirigir la comisión argentina encargada de dirimir litigios limítrofes con Chile.

Entre otros aportes, donó varias colecciones arqueológicas de su propiedad al gobierno de la provincia de Buenos Aires, las que sirvieron de base al actual Museo de Ciencias Naturales de La Plata, que el propio Moreno dirigió durante muchos años.

El Congreso Nacional se honró con su presencia cuando ocupó la banca de diputado nacional en 1910. Desde su puesto tuvo una intensa actividad hasta 1913, año en que renunció por problemas de salud.

Antigua imagen que muestra a Moreno cruzando un río en balsa.

También estuvo a cargo de la vicepresidencia del Consejo Nacional de Educación, desde la que impulsó numerosas reformas educativas e iniciativas de carácter cívico.

En 1912 fue el primer presidente de la Sociedad de Escautismo de Argentina y uno de sus miembros fundadores, apoyado por su amigo el creador mundial Robert Baden Powell.

Previo a los festejos del Centenario de Mayo en 1910, Francisco Moreno fue convocado para integrar la comisión de los actos en Mendoza.

Es importante destacar que fue artífice de la creación del monumento al Cruce de los Andes. También fue quien esbozó en arcilla el monumento e indicó el sitio en donde se establecería. Además, estuvo al lado del escultor uruguayo Juan Ferrari, quien ejecutó la obra y tuvo intervención directa en la estatua que se erigió en honor al fraile Luis Beltrán, inaugurada en 1917 en la Alameda mendocina.

El sabio argentino estuvo vinculado con nuestra provincia a través de su hermano Eduardo, un destacado comerciante que se casó en Mendoza con Julia Molina y en donde se estableció por varios años.

El eminente científico argentino falleció en Buenos Aires el 22 de noviembre de 1919 a los 67 años; sus restos fueron trasladados en 1944 a la isla Centinela, en el lago Nahuel Huapi.

 

El perito visita la provincia

En octubre de 1883, el científico, que tenía entonces 32 años, llegó a Mendoza y al bajar de su carruaje fue recibido por varios amigos, para luego hospedarse en un hotel de la ciudad. Traía entre su equipaje varios instrumentos y libros científicos.

Inmediatamente el investigador puso en marcha un plan para poder viajar a la localidad de Uspallata, la que fue su primer objetivo.

Con mucha anterioridad, el británico Charles Darwin había estado allí haciendo algunos estudios, como también lo hizo el naturista, médico y paleontólogo alemán Carlos Germán Burmaister, con quien Moreno mantuvo una gran amistad y lo influyó para que hiciera ese viaje a nuestra provincia.

Al llegar a Mendoza, Moreno ya era reconocido como un gran científico y educador y llegó con grandes pergaminos. En 1881 la Societé de Géographie de París lo había nombrado miembro y socio corresponsal, otorgándole la medalla de oro.

El Ministerio de Relaciones Exteriores argentino le encargó realizar un mapa de la Patagonia y un informe sobre los límites con Chile.

Por aquel tiempo, proyectó el futuro museo de la ciudad de La Plata; la Academia de Instrucción Pública y Bellas Artes lo nombró miembro, mientras que la Academia de Ciencias de Francia le otorgó las Palmas Académicas y lo designó Oficial de esa institución. Y no solo tuvo participación en Europa, sino que también la Sociedad Arqueológica de Chile lo nombró miembro correspondiente.

 

El viaje hacia Uspallata

Luego de unos días de preparar el viaje Moreno decidió marchar hacia Uspallata, y en la madrugada del 30 de octubre inició la travesía junto a sus ayudantes.

La pequeña caravana tomó hacia el Norte por la calle San Martín hasta el distrito Panquehua, donde se desvió hacia la estancia de Canota. Allí, el investigador se instaló unos días, recogió un importante material geológico y encontró restos muy antiguos de civilizaciones prehistóricas. Posteriormente, partió hacia la posta de Villavicencio, donde acampó para seguir viaje a Uspallata.

Al llegar a las minas de Paramillos, de aquella localidad, acampó muy cerca del bosque petrificado que descubrió Darwin en 1835 durante su viaje a la cordillera de los Andes. En ese lugar, Moreno rescató varias muestras de las famosas ‘Araucarias’.

El paisaje fascinó al renombrado perito y algunos de sus acompañantes comentaron que cuando veía una piedra u otro elemento, caía de rodillas, lo recogía y observaba como un vidente, haciendo algunas hipótesis sobre el objeto que había encontrado.

Después de tomar muestras de materiales geológicos, el científico partió hacia la ciudad, donde luego de clasificar las evidencias, las introdujo en varias cajas. Se despidió de sus amigos mendocinos y marchó en carruaje hacia Buenos Aires. Tiempo después, sus investigaciones sirvieron para aclarar un pedazo oculto de nuestra prehistoria argentina.