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El país trabado

21 de junio, 2020 - 12:39

Con 100 días de cuarentena; con una negociación de la deuda que parece empantanarse todo el tiempo y que nunca muestra señales claras de acuerdo, con medidas polémicas que terminan cayendo en la grieta y dividiendo aún más a una sociedad sin Norte, arrancamos a atravesar este invierno que promete ser crudo como pocos. Sin hablar de temperaturas.

En este contexto, da pena ver como volvimos a discutir nimiedades, a pelearnos por cosas banales, a poner las energías en sitios inconducentes, como si no cortáramos ni pincháramos en el trazado de nuestro destino.

Parar la oreja en la calle puede generar un muestrario de interpretaciones banales de la realidad. Todo el mundo tiene explicaciones para todo, que por supuesto se exponen con aire de "te voy a tirar la posta…"

Nos enfrascamos apasionadamente en discutir el destrato del Presidente ante una pregunta de una periodista, mandándola a estudiar. O si el fútbol manejado por Tinelli va a ser mejor que el manejado por el Chiqui Tapia.

En la emergencia, volvemos a ser una sociedad que se mira el ombligo, creyendo que la culpa de lo que nos pasa la tiene el vecino que salió, el que trota por el parque o el que anda sin barbijo.

Probablemente seamos solo eso: gente que se pelea y se echa las culpas, solo que por la degradación social y cultural ponemos “hechar” con hache, y ya el “a ver” es lo mismo que el “haber”, engalanando la ignorancia que acreditamos en el haber.

Igual que en la vidriera escandalosa de los cambalaches se ha mezclao la vida, eso según la definición discepoliana.

Claro que lo que más angustia es que, ante una sociedad que vuelve a sumirse en divisiones, rencillas y pases de factura, las cúpulas dirigenciales también se muestran presas de los mismos defectos.

Ya no importa tanto de quién es la culpa de lo que pasa. Es tiempo de pensar en cómo se sale, y ahí aparece el gran problema de la Argentina de los últimos 50 años: no sabemos cómo crear riqueza.

Empeñados en discutir durante años cómo se distribuye, quien es más justo o más injusto (siempre con otros adjetivos), a quién le quito para darle a otros, llegamos a un punto en que la riqueza ya no está, y cuando ésta no está la suplanta la miseria, que es lo que vemos por doquier.

El país va a tener que recrear urgente las condiciones para producir riquezas, porque hay millones de bocas que alimentar y van a ser más, de ello no hay duda. La estadística oficial sobre habitantes asistidos por el Estado en el país alcanzó la pavorosa cifra del 89%.

La riqueza se crea con inversión, trabajo y conocimiento. Para ellos es requisito tener confianza y reglas de juego. Argentina no está trabajando para esos requisitos.

Al contrario, pone en tela de juicio esas certezas como combustible de la lucha política.

Además de en cuarentena, en crisis económica y con el problema de la deuda, el país está trabado. Deshacer ese nudo es la tarea urgente de los dirigentes, sobre todo para pensar que hay un después.