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El país dividido no deja en paz a sus muertos

El país y sus habitantes no tienen paz y está claro que eso no sucede porque ningún sector se hace cargo del rol que jugó en los convulsionados años ´70.

01 de noviembre, 2020 - 12:33

Las secuelas de la terrible tragedia que dejó sembrada en la historia la última dictadura, nunca se acallarán. Porque el país y sus habitantes no tienen paz. Y no la tienen porque nunca se dieron esa paz que Argentina hoy merece más que nunca.

Está claro que eso no sucede porque ningún sector se hace cargo del rol que jugó en los convulsionados años ´70.

Una cuestión que, para colmo, nadie quiere reconocer y eso se nota toda vez que suceden episodios como el que desencadenó la diputada Hebe Casado, con su desafortunado tweet donde le reclama transparencia y verdad al Gobierno nacional sobre los muertos por la pandemia, encabezando el mensaje “#son 30 mil no como los otros 30 mil”.

Inmediatamente salen a relucir los antagonismos de siempre, poniéndose a flor de piel ciudadana la división histórica que implicó el antes, el durante y el después del Proceso de Reorganización Nacional, como se autodenominó la dictadura.

Caminando el día que puedo salir por la terminación de mi DNI, presencié y escuché el debate de dos hombres, que sospeché eran muy amigos, pero en un momento creí que se iban a las manos por la efervescencia de todo lo que se dijeron.

Algo que comenzó cuando uno le preguntó al otro si sabía de los dichos de la diputada Casado, a lo que su interlocutor le respondió: “Sí, por supuesto. Y qué, ¿está mal?”.

De ahí en más, la subida de tono en la voz no se hizo esperar cuando su amigo le reprochó: “¿Vos también dudando que el país tiene 30 mil desaparecidos? No, no puedo creer que me preguntés si está mal; ¡claro que está mal. No mal, pésimo!".

"Son estas personas que traen en la sangre el autoritarismo y que apoyaron a los milicos para que intervinieran al país y nos sometieran a todos. No te das cuenta de que nunca se arrepentirán del daño mortal que le hicieron a la Nación”, dijo.

El otro hombre, esperando que redondeara la idea, se lanzó a la carga nuevamente: "Parece que no estás teniendo en cuenta que el lío y las muertes las empezaron los terroristas con la complicidad de los políticos de aquellos años.

"¿O te olvidás de que asume Héctor J. Cámpora y ordena abrir las cárceles y dejar en libertad a todos los que fueron primordiales para armar las células terroristas?", agregó.

Y continuó: "Los mismos que atacaron comisarias, cuarteles y todo lo que se les pegó la gana. Si hasta el mismo Perón los echó de la Plaza. Fue una época en la que mis viejos vivieron con miedo, porque no podías salir a la calle y saber dónde estos tipos ponían una bomba. Ahora se las tiran de inocentes perseguidos, pero bien que cuando tuvieron la posibilidad de matar, lo hicieron y punto”.

A esta altura, que intentaba mantenerme cerca para escuchar y que a la vez no me notaran, comenzaba a aparecer mucha tristeza en mi interior, porque me decía a mí mismo: "Han transcurrido 37 años del retorno a la democracia, con todo lo que ha implicado alcanzarla, mantenerla y conservarla con el sello de lo definitivo. Sin embargo, el tiempo, ese oscuro tiempo de desencuentros y de ácidas antinomias quedó detenido en el alma y consciencia de gran parte de la Nación".

La discusión de esos dos hombres es el duro ejemplo de todo lo dicho. Algo que se refleja en miles de hogares del país y que en cualquier momento flota, con expresiones soeces de Hebe de Bonafini o como aquellos sujetos que aparecen en manifestaciones populares, como el último banderazo donde un imbécil con una camiseta reivindicaba la dictadura y vociferaba violentos retornos.

Ni lo uno, ni lo otro. Argentina tiene que ser una, con un crisol de pensamientos y modos de habitar el país. Pero alejados de hacer prevalecer las ideas con violencia de ningún tipo.

Hoy la pandemia devora a miles de vidas argentinas, como también, ayer, el genocidio ideológico y militar devoró miles de vidas.

Algo que duele en lo profundo del alma de la Nación, mucho más porque el país insiste con esa división que no deja en paz a sus muertos. Incoherente, patético e inaceptable.