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El duelo de dos pilotos en el Parque San Martín

Un insólito reto se originó en Mendoza en agosto de 1913, cuando se enfrentaron en el cielo mendocino Paul Castaibert y Mario Casale en un hito histórico

11 de enero, 2021 - 10:00

Fue un hecho insólito para las crónicas de la aviación nacional y tuvo a la provincia de Mendoza como principal escenario, cuando a mediados de agosto de 1913 se realizó una demostración aérea de excepcionales dimensiones.

Este encuentro, prácticamente desconocido para la historia aeronáutica, tuvo como protagonistas a los pilotos Paul Castaibert y Mario Casale, quienes se vieron involucrados en un verdadero duelo con sus aviones que hicieron emocionar a una multitud que se dio cita aquel día en el Parque General San Martín.

 

El halcón francés

A principios de agosto de 1913, llegó a Mendoza desde Buenos Aires el reconocido constructor y piloto francés Paul Castaibert, nacido en 1883 en el pueblo de Simacourbe, Aquitania, quien en 1909 se estableció en la Argentina, donde vivió varios años.

Paul Castaibert, uno de los protagonistas de un suceso histórico en la aviación mendocina.

Castaibert fue un osado piloto que realizó importantes incursiones aéreas en el país y construyó varios aeroplanos para la incipiente aeronáutica de Uruguay, país en el que se radicó posteriormente y donde murió el 18 de mayo de 1951.

Días antes del arribo del mecánico francés, había llegado por ferrocarril un cargamento con las piezas de un aeroplano de la marca Castaibert, listo para ser ensamblado.

Al llegar a nuestra provincia, el intrépido piloto armó su aeronave en las inmediaciones del Parque San Martín y la puso a punto para ejecutar varios vuelos de ensayo.

Mientras tanto, un piloto local llamado Mario Casale, también se encontraba listo para hacer una demostración de su aparato, y ambos decidieron encontrarse el mismo día y en el mismo lugar.

 

El cóndor mendocino

Casale, nació en Italia en 1888 pero era mendocino por adopción, ya que se estableció en nuestra provincia junto a su familia siendo muy niño todavía.

Desde su adolescencia se sintió atraído por el vuelo y muy pronto se introdujo en el maravilloso mundo de la aviación.

En 1906 el joven entusiasta trabajó en el diseño y ensamblaje de un aeroplano. También construyó con chapas un hangar en terrenos denominados Los Tamarindos, a unos 5 kilómetros al Noreste de la ciudad, en el departamento de Las Heras. Este sitio sería luego el centro de la aviación, tanto civil como militar.

Casale se encuentra en la lista de los primeros aviadores civiles argentinos desde 1912, cuando obtuvo en Buenos Aires, el brevet de piloto internacional Nº 18, pasando el riguroso examen con excelentes calificaciones.

En diciembre de ese mismo año regresó a Mendoza y realizó una prueba con su biplano despegando del Parque General San Martín, ante una multitud que lo acompañó pagando una entrada para asistir al fabuloso evento. Con un gran y desinteresado gesto, el piloto mendocino donó lo recaudado para la aviación argentina.

Casale falleció en Mendoza el 17 de agosto de 1952.

 

Reto entre titanes

Con la llegada del francés Castaibert para probar su avión en tierras mendocinas, y con Casale que intentaba realizar un ejercicio similar, los medios de la época aprovecharon la circunstancia para anunciar en sus páginas un gran desafío entre los dos aviadores, quienes aceptaron publicitarse y así ganar popularidad antes del encuentro que se concretaría unos terrenos muy cercanos al lago del Parque.

Esa tarde dominguera de mediados de agosto de 1913, cientos de personas ocuparon la tribuna del Club Regatas y en las inmediaciones del lago para ver el evento. Mientras tanto, las máquinas y los dos pilotos junto a sus asistentes estaban preparados para volar con una excelente visibilidad. Pero de repente, un fuerte viento comenzó a soplar anunciando un desmejoramiento del clima.

El monoplano del francés Castaibert planea sobre el Parque San Martín.

Los pilotos aguardaron por más de una hora que las condiciones meteorológicas mejoraran, pero al ver que podía empeorar, el osado piloto francés Castaibert decidió volar en primer término. Se subió al aparato, se sentó y despegó a gran velocidad.

En pocos segundos el avión se elevó a unos 80 metros del suelo y comenzó a tomar altura pasando muy cerca de los espectadores, que miraban atónitos aquel pájaro de madera creado por un humano.

El fuerte viento hizo que vibraran las alas del aparato ante una peligrosa maniobra hecha por Castaibert, quien tras permanecer varios minutos en el espacio decidió aterrizar. Pero parte del público que quería ver más de cerca a las naves se había ubicado en plena pista. Inmediatamente y gracias a la gran pericia y sangre fría del aviador francés, pudo desviar la trayectoria y aterrizó perfectamente evitando una tragedia.

En el improvisado campo de vuelo se encontraba también Casale, quien hacía sus preparativos a pesar de que algunos de sus amigos intentaban en vano convencerlo para no partir con ese viento.

Pero el arriesgado piloto mendocino, con cara sonriente decidió emprender el vuelo para no defraudar a los espectadores que estaban allí para ver el reto aeronáutico.

Probó el motor del aparato y partió velozmente con un vuelo recto y rápidamente se elevó y tomó gran altura. Ya en el cielo, la silueta del avión dibujó un hermoso giro semicircular, que desde tierra fue aplaudido por los miles de asistentes que pudieron verlo por algunos minutos.

Mario Casale sobrevuela el lugar donde se llevó a cabo el "duelo".

Después comenzó el descenso y el aterrizaje fue magistral, a la vez que muchos imprudentes corrieron hacia el avión para felicitarlo al piloto.

 

La última lucha

Otra vez le tocó el turno al piloto Castaibert, quien tomó ese vuelo como un desafío. Partió y trepó con su monoplano rápidamente y cuando estaba a unos 120 metros se lanzó en picada sobre el ‘trencito del parque’ que estaba estacionado muy cerca del campo de aterrizaje. Los ocupantes del convoy que habían bajado para presenciar el vuelo del francés, empezaron a salir desesperados cuando el aparato se les vino encima, pero con gran experiencia el piloto logró descomprimir la angustia de los curiosos al elevarse nuevamente para realizar otras maniobras que culminaron con un excelente aterrizaje.

Para ponerle la frutilla al postre en aquella exhibición, ambos pilotos partieron desde aquel improvisado aeródromo con sus máquinas voladoras para iniciar el último duelo. Ambo aeroplanos se elevaron súbitamente y el público pudo apreciar las diferencias que había entre el prototipo de Castaibert y la aeronave de Casale.

Mientras el monoplano del galo volaba como una libélula gigante, el biplano del mendocino se desplazaba con mayor potencia pero con gran dificultad para ejecutar las maniobras aéreas.

Los dos permanecieron algunos minutos en el cielo mendocino y se dirigieron en diferentes trayectorias para luego aterrizar en la pista.

Al tocar tierra ambas aeronaves, los pilotos fueron ovacionados por los presentes, ya que a pesar de las condiciones desfavorables del tiempo, habían ejecutado una gran proeza.

En todo duelo siempre hay un vencedor y un vencido, pero aquella tarde en el Parque el halcón y el cóndor obtuvieron un merecido empate.