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Conflicto con Chile: Roca es el modelo a seguir

Para superar el nuevo diferendo con el país trasandino podríamos tener en cuenta algunas experiencias que nos dejó la historia, que en realidad es maestra de la vida y de ella tenemos muchas lecciones que aprender

05 de septiembre, 2021 - 09:32

A fines del Siglo XIX y principios del XX, dos conflictos navales estaban a punto de estallar en las antípodas del mundo. El primero involucraba a la monarquía rusa con el imperio japonés y el segundo de ellos, a dos repúblicas: la de Argentina y la de Chile.

Varios hechos inusuales los conectarían a ambos. El más conocido fue que dos acorazados preparados para pelear en el segundo, terminarían combatiendo en el primero de los conflictos mencionados.

Concretamente, los buques de guerra eran los acorazados comprados por la Argentina a Italia, que habían sido bautizados ‘Moreno’ y ‘Rivadavia’ en honor a sendos próceres de la Revolución de Mayo. Tras su venta a Japón cambiaron por los nipones ‘Nisshin’ (Japón Adelante) y ‘Kasuga’ (Sol de Primavera). 

Japón rompió relaciones con Rusia el 4 de febrero de 1904. El 16 de ese mes se realizó una revista naval y los barcos mencionados desfilaron para ser vitoreados por el público. El 11 de abril ya estaban incorporados a la flota imperial, listos para entrar en combate.

Posteriormente, participaron en la que se conocería como la guerra Ruso-Japonesa y los acorazados se distinguirían en la batalla naval de Tsushima.

Eso fue hace más de cien años. El lector se preguntará qué fue lo que pasó con el primero de los conflictos. Vamos a ello.

Por esos mismos años, la Argentina y Chile habían iniciado una carrera armamentista a raíz del diferendo surgido en la demarcación de las fronteras comunes, las que se basaban en distintas interpretaciones de por dónde corrían las más altas cumbres de la Cordillera de los Andes y que dividían aguas. 

En 1881 se había firmado un tratado de límites que fijaba lineamientos generales, pero que tropezaba en la demarcación sobre el terreno para la colocación de los hitos. En 1893 se firmó otro protocolo complementario, que impedía a la Argentina tener costas en el Pacífico y a Chile tenerlas en el Atlántico.

En medio de la discusión y siendo el general Julio A. Roca nuestro presidente, comisionó a su ministro de Marina, el comodoro Martín Rivadavia, para el fortalecimiento de nuestra Armada, ya que era superada en tonelaje y armamento por la chilena. Para eso no solamente era necesaria la construcción de nuevos navíos, sino también la incorporación de la marinería al servicio militar y la organización de la escuadra.

A la par, inició una apertura diplomática al mundo y en 1898 se entablaron relaciones con un país geográficamente lejano y casi ignoto: Japón. Con él que se firmó un tratado de amistad y cooperación militar.

Con estas y otras medidas –como la creación del Servicio Militar Obligatorio– Roca logró superar nuestra inferioridad militar frente a Chile y colocarse a la cabeza. Pero haciendo gala a su mote de el Zorro, superó el diferendo con Chile no con el uso de la fuerza, sino con la astucia y con la diplomacia. Al efecto, se entrevistó con el presidente chileno Federico Errázuriz a la vera de los canales fueguinos, el 15 de febrero de 1899. 

En base a este entendimiento personal, en 1902 se firmaron los Pactos de Mayo, que limitaban los armamentos navales y requerían el desarme de los buques en construcción. Era obvio que a Roca lo había presidido su prestigio militar ganado durante la Conquista del Desierto –que los chilenos conocían muy bien– y también sus decisiones como estadista que habían permitido colocar a la Defensa de su país en una posición de fuerza superior.

 

El conflicto actual

Nos salimos por un momento de la historia y sus anécdotas para volver al presente, ya que como sabemos se acaba de abrir una nueva instancia contenciosa con la República de Chile en relación a la demarcación de ambas plataformas marítimas.

Leemos en el comunicado de prensa 344/21 de nuestra Cancillería que el Gobierno argentino tomó conocimiento de una medida del Gobierno de Chile que pretende proyectar la plataforma continental al Este del meridiano 67º 16´ 0’’, lo cual claramente no condice con el Tratado de Paz y Amistad celebrado entre ambos países en 1984.

Según este mismo comunicado, “El límite exterior de la plataforma continental argentina en esta zona se refleja en la Ley Nacional 27.557, aprobada el 4 de agosto de 2020 por unanimidad en ambas Cámaras del Congreso de la Nación y promulgada por el Poder Ejecutivo el 24 de agosto de ese mismo año. 

“Dicha ley no hace sino recoger en una norma interna la presentación oportunamente efectuada por el Gobierno argentino sobre dicha zona ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental (CLPC). 

“La medida intentada por Chile pretende apropiarse de una parte de la plataforma continental argentina y de una extensa área de los fondos marinos y oceánicos, espacio marítimo que forma parte del Patrimonio Común de la Humanidad de conformidad con la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Consecuentemente, la citada pretensión chilena no es aceptable para la República Argentina y plantea una situación que corresponderá resolver a través del diálogo en defensa de los derechos argentinos de acuerdo a la histórica hermandad de nuestros pueblos y el derecho internacional”.

Así están las cosas por el momento. Volvamos a la historia que, todavía, nos tiene lecciones para enseñar.

Como hemos visto, el conflicto con Chile a principios del siglo XX estaba solucionado; pero había originado cuantiosas erogaciones financieras para la Argentina que se había visto en la necesidad de mejorar sus capacidades militares. 

En función de ello se había comprado a Italia, y luego, vendidos a Japón dos modernos acorazados. Pero, ¿cómo fue que se concretó tamaña operación en medio de las tensiones de un conflicto en ciernes entre Rusia y Japón?

Como ya hemos explicado fue decisión de el Zorro venderlos. Pero, ¿a quién y cómo? Sabía que Rusia los pretendía, aunque su enredada burocracia real lo complicaba todo. Fue entonces que apareció la empresa británica Gibbs and Son, la que  con el mayor de los sigilos simuló la venta de los buques a la Royal Navy, cuando en realidad el verdadero comprador era Japón.

Esta participación británica no fue casual en el pasado, ya que eran muchos los intereses concretos que la unían a la Argentina de aquellos días. Como no lo son tampoco, ahora, los que los unen al Chile de hoy. Los que van desde su estrecha cooperación en ocasión de nuestra Guerra de Malvinas y, más recientemente, en relación directa de sus respectivas ambiciones antárticas, las que se contraponen a las nuestras.

Por lo tanto, una vez más vale recordar la astucia de Roca, especialmente en sus maniobras exteriores que le permitieron tener un aliado de peso mundial como fue Inglaterra, el que por razones obvias ya no lo podrá ser para nuestro país, pero sí alguna de las potencias actuales que la reemplazaron.  

Y en las posiciones internas en el país, debe ser emulado con el reequipamiento de las FF.AA. dejando de lado los costos que ello demande, recordando lo que sostuvo el general Charles de Gaulle cuando le preguntaron para qué servían los ejércitos y respondió: “…Para nada, excepto cuando se las necesita y todo dependa de ellas“. 

Esto, fundamentalmente por aquello de Historia magistra vitae.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.