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Bajar edad de imputabilidad y Florencia Romano, culpables

Es increíble cómo los adultos saltan masivamente sobre la todavía endeble humanidad de nuestros chicos, haciéndolos responsables de todos los males que aquí suceden

20 de diciembre, 2020 - 09:32

En dos semanas la mira de los denominados adultos se ha centrado en púberes y adolescentes, con todas las responsabilidades y desgracias que rodean a esta, repito, sociedad de denominados adultos. Denominados así solo por su edad, más no por esa consciencia y responsabilidad social que alcanza a toda sociedad adulta.

Es increíble cómo masivamente saltan en forma virulenta y dedos inquisidores sobre la todavía endeble humanidad de nuestros chicos, haciéndolos responsables de todos los males que aquí suceden.

Rayando una absoluta ceguera, cargan responsabilidades sobre los pibes, mintiéndose descaradamente a sí mismos, sin hacerse cargo un ápice de que esos males son producto de distorsiones en la que fuimos capaces de llevar a la sociedad en los últimos treinta años de vida de país y de provincia.

Todos los elementos pestilentes que rodearon la inaceptable muerte de la adolescente Florencia Romano, tienen múltiples lecturas y reflexiones, como para que los que aquí vivimos nos demos cuenta que habitamos una bella provincia que esconde un oscuro estado.

El que nadie ve o no quiere ver, mucho peor, no quieren erradicar. Posturas que solo indican que las leyes y los mecanismos de defensa creados por y para la gente son absolutamente decorativos ante la ineficiencia de quienes ocupan lugares claves para hacerlas cumplir.

Sin embargo, no tembló la postura de nadie de la pulcra y moralista sociedad provincial para comenzar a dar grotescas cátedras sociales preguntándose qué hacía la adolescente con un tipo que la duplica en edad, qué hicieron sus padres para que Florencia no tomara el camino que tomó o por qué los adolescentes toman esas actitudes y viven de esta manera.

Días antes de este hecho, que lesionó con más saña el tejido social de Mendoza, el debate del país y de la provincia se centraba en insistir en bajar la edad de imputabilidad de menores que cometen delitos.

Ahí también se mostraba la sociedad inquisidora peticionando que las leyes deben ser tan rigurosas como para encerrar en la cárcel a quienes delinquen sin interesar si es un niño o un adolescente. Hay que meterlo preso y punto.

Esa misma porción de gente es la que con similar desparpajo e insolencia juzgó a Florencia, como lo viene haciendo con toda jovencita que tiene el mismo final absurdo de la niña: son ellas responsables y punto.

Mirar en las condiciones que sobreviven desde la cuna, con absoluta pobreza, entre chapas, un nauseabundo hacinamiento, hambre, promiscuidad y grandes dosis de violencia esos menores que fueron llevados a drogarse y delinquir, no es válido.

Mucho menos, que el Estado debe asumir con políticas públicas y la educación en la mano como herramientas para rescatar a esos pequeños seres que, de otra manera, tienen hipotecado su futuro a la vuelta de la esquina.

El grooming y los peligros de la conectividad se potenciaron en un año signado por la pandemia, donde todos los poderes públicos deberían estar prestos a atender de forma rápida el peligro de todo mugriento imbécil que acosa a nuestras niñas y niños.

Aspectos señalados puntualmente por el cúmulo de leyes que fue dotado el sistema provincial, reflejados en la capacitación de la Ley Micaela.

Todo eso es ficticio, literalmente, en la Mendoza actual. Apoyar a las familias y potenciar el rol de la educación y todas las instituciones del Estado para blindar a nuestros chicas y chicos del hampa morbo y mortal, es un trabajo que no tiene réditos políticos y saca de la cómoda pereza a quienes tienen que tomar enérgicas decisiones.

Los hechos violentos registrados en la culminación de la marcha por el asesinato de la nena Florencia, más allá de lo grave que fueron y que tuvieron el condimento de los que esperan este tipo de marcha para intentar destrozar los cimientos de los tres poderes del Estado, habla de cierto hartazgo y un punto de quiebre de donde fuimos capaces de llegar con nuestros gruesos errores, más incapaces de volver.

Es necesario que hagamos una apertura en la mente social de la comunidad. Que de una vez por todas nos demos cuenta de que somos absolutamente responsables de lo que nos pasa. Que el colmo de responsabilizar a nuestro legado de vida, nuestros hijos, por todo lo malo que le ocurre al país y a la provincia, no va más. Que la sensatez generalizada, debe estar enfocada en un Estado responsable que se ocupe de lo que daña y duele mucho a nuestros pibes desde su humilde cuna. 

Y que las leyes sean extremadamente rigurosas con quienes están acosando permanente a nuestros chicos sean los elementos vitales para que comencemos a hablar y analizar la realidad de otra manera.

Puntos claves para hacer algo más importante que mirar si bajamos la edad de imputabilidad o dejemos de culpar a Florencia por el doloroso e inaceptable destino que tuvo.