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Atrasos que simulan avances

El congelamiento de tarifas de telecomunicaciones y la declaración de “servicio público esencial” a la telefonía móvil, Internet y la televisión por cable pueden ser pensados como un avance, cuando es en realidad un retroceso

23 de agosto, 2020 - 12:22

El Gobierno nacional acaba de decidir por un Decreto de Necesidad y Urgencia –el 690/2020– el congelamiento de tarifas de telecomunicaciones, y declaró “servicio público esencial” a la telefonía móvil, Internet y la televisión por cable.

La medida, que tomada a la ligera puede ser pensada como un avance –por el lado de servicio- y una ayuda a la comunidad por el lado del congelamiento en la actual crisis económica, es en realidad un retroceso que ya en otros tiempos padecimos, y que lo que en realidad traerá atraso y serias dificultades para un sector que se vislumbraba como de fuerte desarrollo y, fundamentalmente, ingreso genuino de dólares para una economía que los necesita como al maná.

Claudio Ambrosini, presidente del Enacom, aseguró que “la idea no es que las empresas pierdan, ni estatizarlas, ni que desinviertan, queremos previsibilidad”.

Pero la previsibilidad que señala el funcionario es demasiado previsible.

Me explico: el sector de las empresas de telecomunicaciones es absolutamente dinámico. Del mismo modo que vemos que los artefactos evolucionan permanentemente, suman capacidad, se desarrollan aplicaciones a diario, las pantallas crecen en funciones y calidad, la interconexión entre dispositivos se vuelve permanente, el IOT (Internet de las cosas) hace que interactúen desde la heladera, la cafetera y el celular, restringidos a lo doméstico, hasta en la medicina, cuando un profesional de cabecera recibe en tiempo real en su dispositivo los resultados de algún estudio de avanzada hecho en otro sito.

Este mundo maravilloso necesita, en contrapartida, que las inversiones y los desarrollos no se anclen con medidas económicas que desalienten el acceso a esas vanguardias.

Argentina tuvo, durante la primera quincena del siglo, fruto de los congelamientos y las políticas populistas, un nivel de atraso que era intolerable. Servicios lentísimos, anticuados, cortes permanentes, coberturas de datos restringidas a pocos polos urbanos, anchos de banda que daban risa.

Al respecto, el especialista José Crettaz explicó que en muy pocos años, entre 2015 y 2019, cuando se descongelaron las tarifas, “los hogares con acceso de fibra óptica pasaron del 1 al 12 por ciento, la velocidad de conexión de 6 a 37 megas por segundo y la cantidad de ciudades con cobertura de 4G trepó de menos del 20 al 80 por ciento”.

Esto, además, fomentó claramente la competencia, y en consecuencia, las inversiones. Un ejemplo es la portabilidad numérica. Demorada durante una década, finalmente la Corte Suprema ordenó que se aplique, y hoy es posible cambiar de compañía rápidamente cuando una tiene una oferta mejor sin perder número y equipo.

Ahora, claramente, el congelamiento frenará abruptamente cualquier inversión en el sector. Es de Perogrullo aclarar que, como toda industria de vanguardia, cualquier avance de los permanentes que experimenta –se viene por ejemplo el 5g, y el primer país en acceder de Latinoamérica será Chile- cuenta con tecnología e insumos dolarizados, en un país con cepo, restricciones, mercados oficiales y paralelos y un escenario imprevisible.

Pero si en los usos cotidianos de la tecnología, que para colmo son cada vez más, es esperable volver al atraso tecnológico de hace una década, hay otro factor en el que vale la pena detenerse, y es el de la producción y la creación de riquezas.

Las denominadas industrias basadas en el conocimiento, que han tenido un fuerte desarrollo en estos años, y en las que Mendoza tiene un enclave muy potente y en pleno crecimiento (representan más del 10 por ciento del total de las exportaciones provinciales), pagarán posiblemente un precio alto si volvemos al atraso tecnológico.

Como señalaba hace pocos días a este periodista un referente local de la industria, todo lo que producen es puro valor agregado; son ideas que se materializan, son valiosas, ocupan mano de obra ultra calificada, pagan excelentes sueldos y encima son una fuente de ingreso de dólares pura y genuina, sin distorsiones por ahora.

Pocos meses de este Gobierno le han llenado el camino de interrogantes: la ley que regulaba las industrias del conocimiento se desactivó, y en algún lugar duerme un nuevo proyecto que nunca se trata. Se sancionó una ley de teletrabajo que, al ser consultados en off, los empresarios reconocen que ha espantado cualquier posibilidad de contratación.

Y encima, los unicornios del sector tecnológico, como Mercado Libre, enfrentan batallas con sindicatos arcaicos, como el de Moyano, y dirigentes arcaicos, como Grabois, que los perciben como la encarnación de todos los males.

No sabemos qué mundo viene tras la pandemia. No sabemos cómo se reconfigurará la globalización, pero donde hay mucho que ofrecer estamos dando varios pasos atrás.

Venden como un avance lo que a todas luces es un paso atrás. Los que miran solo la superficie y compran el slogan no se dan cuenta.