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Anacleto García, el primer sanitarista que vacunó a los mendocinos

Mendoza fue su segundo hogar y siempre será recordado por su gran labor contra la viruela. Inoculaba a la población en su propia casa y usaba las dosis de su propio boticario

08 de febrero, 2021 - 08:03

Hoy en todo el mundo no se habla de otro tema sino de la vacuna contra el COVID-19, pero muy poco se conoce sobre quién fue el médico que por primera vez vacunó a la población mendocina.

Fue por los primeros años del siglo XIX que un galeno y boticario llamado Anacleto García realizó esa titánica hazaña al inocular a cientos de personas para inmunizarlas de otro gran y letal virus, por aquel entonces, llamado viruela.

Personaje controvertido para algunos historiadores, nadie duda que fue el mejor profesional de aquellos tiempos. Conozcamos algunos detalles de su vida.

 

Un joven aspirante a médico

Anacleto García nació en Salta, el 13 de julio de 1782, pero fue bautizado el 25 de septiembre de ese año, con el nombre de Juan Gualberto Anacleto.

De familia distinguida, su padre Miguel García era un influyente personaje de la sociedad local, lo mismo que su madre doña Gerónima Castellanos.

La ciudad de Salta en época colonial lugar onde nació Anacleto García en 1782

Su vocación de médico lo llevó, desde muy adolescente, a desempeñarse en Buenos Aires, a finales del siglo XVIII, en donde eligió la Medicina como profesión. Por aquella época, la medicina era más bien un oficio, ya que no se necesitaba estudiar una carrera universitaria para practicarla.

Había que tener mucha intuición y lógica para ejercerla, basándose en la práctica y el conocimiento de Bioquímica y Medicina, con eso era suficiente para ser un galeno. Aunque había que estar habilitado por las autoridades.

Anacleto estuvo en la metrópolis del entonces Virreinato del Río de la Plata ejerciendo como boticario, médico y cirujano, curando a enfermos y ejecutando intervenciones quirúrgicas. Su vocación era muy grande y atendía a cualquier hora las necesidades de los vecinos.

Su estadía en Buenos Aires duró varios años hasta que decidió partir hacia Cuyo para establecerse en su capital, Mendoza, la cual tenía una gran carencia de médicos entre la población.

Tras realizar el viaje en carreta, que duró casi dos meses, don Anacleto García llegó a la entonces capital cuyana.

Fue Toribio Luzuriaga quien convocara a Anacleto García a Mendoza.

Luego de unos días, se presentó en el Cabildo de Mendoza y solicitó una autorización para ejercer su profesión. Es importante destacar que eran muy pocos los profesionales que atendían a los habitantes de la ciudad, entre ellos se encontraban el estadounidense Nicholas Eaton, el portugués José Pinto de Silva, Juan Martínez y Pedro Fernández.

Aparte de este pequeño grupo, se encontraban los religiosos dominicos y betlemitas que también se dedicaban a curar a los enfermos llamados ‘empíricos’, quienes atendían en el Hospital San Antonio de los Betlemitas. Este edificio se ubicaba en donde hoy se encuentran las calles Santa María de Oro y Francisco de la Reta, en Guaymallén.

Pero regresando a don Anacleto, éste estuvo varios meses esperando su habilitación porque los cabildantes no le reconocieron el título como médico.

Esto no le impidió ejercer la medicina atendiendo a los enfermos y curándolos. Fue gracias a su gran maestría que todo el pueblo mendocino reconoció, en poco tiempo, su valioso trabajo.

 

Problemas con su título

El salteño tuvo un grave inconveniente al no presentar al Cabildo ninguna certificación o título que lo avalara como galeno. Según él, había rendido los exámenes en Buenos Aires y tenía licencia del Protomedicato. También les dijo a los miembros del Cabildo que había enviado esta documentación a Chile para que se la revalidaran. Los funcionarios no le creyeron y le prohibieron a García ejercer la profesión.

Rafael de Sobremonte habilitó al médico para ejercer.

En respuesta a este impedimento, Anacleto no se desanimó y presentó un inteligente recurso: hizo que los vecinos lo apoyaran y convenció al Protomedicato de la Ciudad, para que lo autorizara por escasear facultativos.

Este último lo aprobó, pero las autoridades consideraron que había ejercido ilegalmente la medicina y lo enviaron a la cárcel. A los pocos días quedó en libertad al presentar un certificado de cirujano que consiguió en Chile. De esta forma inició su dedicada labor de médico ya con autorización legal.

 

Mendoza, su segundo hogar

Entre tanta lucha burocrática y cuando menos lo esperaba, también le llegó el amor. Fue así que conoció a una mendocina de la alta sociedad llamada María Manuela Maza, hija del capitán Isidro Sáenz de la Maza y hermana del patriota Juan Agustín.

Aunque la pareja se había propuesto casarse en 1809, el joven salteño tuvo que viajar a su provincia por varios motivos y como era habitual en aquellos tiempos, se casaron a través de un poder hecho a su hermano Valeriano García.

San Martín continuó la campaña contra la viruela.

De regreso a Mendoza y con su nuevo hogar formado, Anacleto recibió otra gran noticia: desde Buenos Aires llegó una carta escrita por el virrey Sobremonte, quien lo nombró cirujano de la Compañía de Milicias. Del matrimonio de María Manuela Maza nacieron varios hijos.

Fue por aquel tiempo que se inició una campaña de vacunación contra la viruela –un virus que causaba la enfermedad y que se propagaba a toda la población–. Posteriormente, será el gobernador José de San Martín, quien la proseguirá y mejorará con excelentes resultados. Ésto lo estimuló para resguardar la salud de la población con quien el médico estaba comprometido.

En 1810, durante la Revolución de Mayo, García participó en los hechos que se produjeron en Mendoza (en junio de ese año), y se manifestó a favor de los patriotas. Su fama como terapeuta creció entre la gente, como también su adhesión a la causa de la independencia.