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Anabel Fernández Sagasti, ¿aliada de Rodolfo Suarez?

01 de agosto, 2020 - 23:20

Tras la fuerte tormenta electoral que sufrió el año pasado, con el consiguiente sismo interno del peronismo mendocino, siguió el camino legislativo que en algún momento se le otorgó.

Mientras, en su intimidad, Anabel Fernández Sagasti comenzó a recargar baterías para un largo camino en una provincia que le ha sido muy adversa a ella y su partido.

Con habitantes que piensan, absorbiendo tanto la realidad del país como de su terruño cuyano, algo que ha hecho que este estado provincial se diferencie notablemente a los ojos del país por su calidad institucional.

Por eso, a poco de finalizar el 2019, la joven senadora nacional volvió a tener con su partido otro fuerte revés por parte de una porción muy importante de la población mendocina.

Haberse pegado a la aventura que pretendió forzar Rodolfo Suarez, con la anulación de la Ley 7.722, fue un error muy pesado e innecesario.

Quizá fue un momento más duro que el que vivió cuando perdió las chances a la gobernación, porque además surgieron en las huestes internas del peronismo fuertes reproches que, para muchos, implicaba que Anabel se llamara a silencio político en todo sentido, solo cumpliendo con su labor legislativa.

Nada más lejos de la realidad. Ella volvió a tomar protagonismo político mostrándole a los mendocinos que no se resigna a no representarlos y con eso cautivarlos, a pesar del fuerte convite del núcleo central del kirchnerismo para ser la punta de lanza en ciertos puntos que se han enmarcado en la política nacional.

Donde, precisamente en este tramo de la vida del país, tuvo un tercer revés. Aunque quizá en éste solo fue socia de toda la estructura gubernamental de la Nación, cuando se desmoronó aparatosamente la cuestionada idea de expropiar la cerealera Vicentín.

Con todo eso en su haber, la legisladora justicialista no solo comenzó a fortalecer su puesto en la primera línea del PJ local, sino que tomó una decidida intervención en asuntos delicados que hoy han colocado a Mendoza en un preocupante halo de sombra.

Fernández Sagasti fue la primera en observar que Alfredo Cornejo dejaba una deuda que comprometía a quien lo fuera a suceder, por lo que entiende lo complicado que es para Suarez administrar una provincia con cuentas al rojo vivo.

Al mismo tiempo debió tomar postura con una obra que sabe muy bien es un hito para Mendoza y una gran deuda del espacio político que representa, Portezuelo del Viento.

Dicen quienes observan la política local, que la senadora nacional está dando estratégicos pasos que la diferencian del resto de su partido y de los que dan importantes dirigentes radicales, tanto en la provincia como en el contexto nacional.

Con firmeza está influyendo en altas esferas del Gobierno central para que los dineros comprometidos para la megaobra Portezuelo del Viento lleguen en tiempo y forma, más allá de la fuerte presión que produjo La Pampa sobre decisiones de Alberto Fernández.

También influyó notablemente para que las autoridades del Banco Nación alcancen un acuerdo con el Gobierno provincial y la abultada deuda que caía como espada de Damocles en la administración mendocina.

La movida de Fernández Sagasti siguió en cada uno de los 18 municipios de la provincia, en los que va al hueso de las necesidades de las comunidades, como gas, cloacas y agua potable, algo que, increíblemente, muchas ciudades cabeceras de departamento no contaban.

Ahí la senadora justicialista comenzó a afianzarse en ese duro reconocimiento de la gente. Por eso y con estrategia, inició la tarea en un departamento con administración radical, Malargüe, donde el Ente Nacional de Obras Hídricas de Saneamiento (ENOHSA) acordó importantes obras que coordinó con Mendoza.

El periplo sigue por toda la provincia como el trabajo titánico de una hormiga obrera.

Dicen que es la otra cara política relevante junto a Cornejo que los mendocinos tienen frente a sí. Que ha sido la única que marcó a fuego la diferencia con el polémico líder radical, desde aquel encuentro en el Barrio Cívico, durante la administración del exgobernador, donde Anabel obtuvo el aval para que la provincia hoy cuente con la modalidad de Juicios por Jurados en el fuero penal.

Un punto de partida de un extraño respeto que Fernández Sagasti supo obtener del “cornejismo”, porque quizá desde ese sector notaron diferencias, hasta hora insuperables, con otros dirigentes importantes del justicialismo local.

Así las cosas, con una joven mujer que todavía no es líder, pero que intenta tejer la maraña para serlo alguna vez. Que hoy tiene otro metier nacional muy pesado: encabezar la reforma judicial presentada por el Presidente, más allá de cómo resulte la gestión.

Pero que, por lo visto, no la aleja de su provincia, a la que se empeña en cautivar gestionando y que, por eso, quizá, el Gobernador la tenga como a una única aliada pisando fuerte en las baldosas del poder de nuestro país.

Algo impensado en diciembre del 2019, pero real en tiempos de la Mendoza del 2020.