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Aborto: un error inoportuno que se repite

En vez de adherirse a las teorías sobre el control de la natalidad, el Gobierno podría imitar al fundador de su partido mediante una serie de medidas de contención

20 de noviembre, 2020 - 07:28

Por segunda vez consecutiva, dos administraciones de distintas coaliciones de gobierno, presentan al Parlamento un proyecto de ley para imponer el aborto libre y gratuito. Nos preguntamos: ¿por qué?

La primera y obvia respuesta es que ambos comparten la idea de que se trata de algo bueno y necesario y que con ello satisfacen las exigencias de parte de su electorado. Aunque en el camino se olviden lo que establece nuestra Constitución Nacional, que en su artículo 4 protege el derecho a la vida desde el momento mismo de la concepción.

La segunda, y no tan obvia, respuesta es que ambos responden a una ideología común que les viene impuesta desde el exterior, ya que como sabemos tanto el gobierno de Mauricio Macri como el de Alberto Fernández han establecido una muy estrecha relación con el FMI.

Como sabemos, ese organismo multilateral  de crédito es devoto de las teorías neomalthusianas enunciadas por el Club de Roma en la década de 1970.

Concretamente, el Club de Roma es un think tank global que en 1972 publicó un informe titulado ‘Los límites del crecimiento humano’, encargado al prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (IMT por sus siglas en inglés), en el que se recomienda la “planificación familiar”.

Vale decir, el control de la natalidad por diversos métodos, tales como la distribución de píldoras anticonceptivas a las mujeres, la esterilización de los varones y el aborto para los embarazos no deseados.

Esta recomendación se basa en la apreciación de que luego de la Segunda Guerra Mundial se ha producido, especialmente entre los países del Tercer Mundo, una explosión demográfica que amenaza con agudizar la escasez de los recursos naturales.

Decimos que estas ideas integran el ideario del FMI porque así lo han expresado sus propios directores gerentes.

Tal como lo hiciera Rodrigo de Rato, quien en un discurso titulado ‘Las tensiones del crecimiento: perspectivas económicas y factores fundamentales para el desarrollo humano’, pronunciado ante el Club de Roma el 24 de septiembre de 2007, dijo textualmente: “Ahora quisiera referirme a los cambios demográficos. Cuando el Club de Roma comenzó a analizar la población y los cambios demográficos hace 35 años, la atención estaba centrada en los riesgos de la sobrepoblación. Todavía hay regiones del mundo en las que el crecimiento de la población ejerce presión sobre el medio ambiente, sobre los recursos y sobre las sociedades”.

No sabemos con exactitud si tal exigencia está presente en las actuales negociaciones con ese organismo y si es una de las causas que llevan al presidente Fernández a presentar el proyecto de ley.

Pero sí sabemos que hay negociaciones secretas y que no es absurdo asumir que tal exigencia bien puede formar parte de las mismas, ya que ello se puede deducir de una cantidad de medidas que son públicas y que están, claramente, destinadas, a reducir distintos planes de ayuda social.

Medidas que, en la práctica, funcionarán como un desaliento para la natalidad, especialmente, la de los más pobres.

Sea como sea, en primer lugar tenemos que recordar que la República Argentina dispone de la octava superficie estatal del planeta pero solo cuenta con 44 millones de habitantes para ocuparla, lo que nos pone en el puesto 32 del ranking y nos da una densidad poblacional de unos 16 habitantes por kilómetro cuadrado. Mientras, por ejemplo, a Brasil le da un 25, a Chile un 24 y a la India un escalofriante 378. 

En segundo lugar, hay que tener en cuenta las palabras de uno de nuestros padres fundadores, Juan Bautista Alberdi, el autor de nuestra Constitución Nacional, quien decía: “Gobernar es poblar”.

Y fue él quien escribió en su Preámbulo que nuestra Patria estaría abierta a los hombres de buena voluntad que quisieran ocuparla.

En tercer lugar, recordarle a un Presidente que se dice peronista lo que decía el fundador de su partido al respecto: “Nuestro bajo crecimiento demográfico se debe a la constante declinación de la natalidad. Si bien esta tendencia cultural es difícilmente reversible, puede moderarse en su intensidad mediante una política de protección a la familia, por la cual el tener hijos no sea económicamente gravoso”.

Esos eran algunos de los argumentos adelantados en el Plan Trienal para la Reconstrucción y la Liberación Nacional presentado por él al iniciarse su tercer mandato presidencial, en diciembre de 1973.

Un ejemplo para imitar

Hagamos un poco de historia. Perón, y su esposa Eva Duarte en particular, desarrollaron políticas destinadas al cuidado de la niñez.

Ambos, sabiendo que la natalidad precoz es un fenómeno frecuente entre las clases más necesitadas, no impulsaron políticas de control de la natalidad. Por el contrario, crearon una serie de elementos de contención destinados a mitigar su impacto.

Por ejemplo, organizaron las denominadas  “escuelas hogar”, a mediados del siglo XX, bajo la dirección de la Fundación Eva Perón. Su función era la de recibir a los hijos de las familias más humildes y proveerles lo necesario para su desarrollo.

En ellas se asistía, principalmente, a los hijos de madres solteras, a las que se les proveía de todo lo necesario para su maternidad. También, con el paso de los años, se les daba la escolaridad necesaria. 

Pero no se lo hacía bajo la forma de un patronato de menores, sino que se trataba de mantener los lazos con su familia nuclear siempre que fuera posible. Integración, no segregación, era el lema de cada hogar escuela.

Hoy es poco lo que ha quedado de esa obra. Como mudo testigo arquitectónico tenemos en nuestra provincia un hermoso edificio de estilo californiano misionero en el Parque General San Martín. 

No es hora de ponernos nostálgicos con la Argentina que pudo ser y no fue, sino de buscar soluciones concretas, a la mano, para el problema de la natalidad no deseada, especialmente de la infantil.

Por ejemplo, antes de impulsar leyes destinadas a la promoción del aborto, bien se podría hacerlo con otras orientadas a mejorar los trámites de adopción, los que como todo sabemos son muy engorrosos y lentos. Incluso, contemplar una forma de adopción preventiva para los casos de los embarazos adolescentes.

Creemos firmemente que al hacerlo nuestros niños volverán a ser unos privilegiados, que puedan crecer y educarse para integrarse a la Argentina que nos merecemos y que hemos soñado tener.

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.