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Cuentos de elecciones en la tierra de don corona y san política

30 de agosto, 2020 - 09:10

La historia se produce entre montañas, arroyos, durazneros, viñas, nogales, olivos y todo aquello que produce la tierra del Valle de Huentata.

Mientras la gente del lugar se debate entre no contagiarse con don corona, salvarse de no morir por él y sobrevivir a la profunda crisis económica, que los está llevando al terreno de toda desesperanza, aparece san política.

El lugar es habitado por gente que solo sabe de laboriosas luchas. Sus ancestros descubrieron el sitio y fundaron en él esa tierra casi única.

A ellos, la naturaleza solo les entregó vientos, sol y agua provenientes de glaciares eternos. Todo lo demás vino con sacrificios que se fueron ganando en cada centímetro de terreno de sus 459 años de existencia.

Familias que portaron en sus venas sangre de todo el planeta y una sabiduría que impregnó cada paso para conformar una comarca desbordante de leyes y procederes.

La llegada de don Corona los sorprendió a todos y no tardaron en darse cuenta de que había llegado con la sola misión de llevarse a todos los que quisiera, sin medir la condición social, religiosa y política de quienes viven en el Valle de Huentata.

Sus golpes mortales comenzaron por matar a los más grandes de la comunidad, a la vez, demostrando que nada lo detendría. Esto último fue con más poderosa embestida, al momento de saber aprovechar un ignorante sector de la población que subestimó su presencia y lo desafió en todo sitio y con gran amontonamiento.

El abarrotamiento de contagiados seguidos de muertos no tardó en lucirse ante el espanto de los pobladores conscientes que intentaron cubrir a sus familias de la presencia maligna de don corona.

De repente, Huentata es toda desolación, momento que aparecen los orfebres adelantados de san Política, anunciando que llega el tiempo para que se acomoden en la línea de largada quienes deberán competir para representar en el parlamento de los notables.

Y la gente, apabullada por los permanentes zarpazos de don corona ve, casi perpleja, una nueva llegada de san política.

Al mismo tiempo comienza a sufrir inmerecido maltrato desde la corona del Plata, sobre todo en la debida distribución de los tributos al reino, fruto de sus sacrificadas cosechas.

En el camino de los orfebres sobresale inmediatamente el brabucón que la comarca creía se había retirado hacia lugares más preponderantes del Reino del Plata, donde había migrado en busca de conquistar la corona.

Algo que no le estaría resultando tan fácil, por lo que creyó con estrategia oportuna, volver a su terruño para tocar su flauta encantadora y envolver a la gente para recibir un nuevo título que lo posesione nuevamente y con más vigor hacia el cetro del reino.

El brabucón necesita de ese plácet y si es necesario para obtenerlo, negociará y acomodará todas las piezas del intrincado ajedrez, como quiera.

Nadie parece detenerlo, ni siquiera los principiantes de la orfebrería de Huentata, que también quieren sus posibilidades de representar a la comarca ente el reino.

La gente tiene ahora frente de sí dos cuestiones que no le entregan nada. Una, por el contrario, le quita lo más preciado que poseen: la vida. Lo otro, es solo apoyar el acomodo de piezas de exclusiva utilización de los orfebres.

Con el sobrepeso de que don corona, también está destruyendo todas aquellas esperanzas que tuvieron en un tiempo no muy lejano. Un vivir mejor, produciendo, invirtiendo, educándose, trabajando y acrecentando la comarca.

Se agrava aún más el panorama de la comarca, con el desorden de los pensadores de las leyes, contradiciéndose en su modo de impartirlas. Normas que marcaron siempre el horizonte de toda la comunidad, hoy revueltas por oscuras cinceladas de los orfebres de san política.

El Valle se convulsiona aún más, porque no hay escapatoria para nadie.

Don corona y san política dominan el campo de la vida de la gente que habita Huentata. Aunque en honor a la verdad, ambos saben que uno debe exterminar al otro, que no hay lugar para los dos.

Más allá que cada uno, tampoco, es bienestar para la gente. Que solo ella, la gente, con sus ancestrales enseñanzas de sacrificio, es la que se dará por sí misma la respuesta para sobrellevar primero, salir, después, de ese cono de sombra que rodeo al Valle de Huentata.

Donde la vida supo alguna vez del brillo de un sol que cobijó la labriega presencia de gente que no tuvo que esconderse de donde corona, ni sufrió la insensatez de san política.

Colorín, colorado, este cuento no se ha terminado. Porque recién se ha iniciado.