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Inadmisible desmadre de cacerolazos rompió la cuarentena

El pico de la tolerancia de muchos sectores que hacen a la vida del país llegó a su máximo estiramiento. Se cortó e hizo que las calles y avenidas de todas las ciudades del país se mostraran agresivas y desafiantes.

12 de julio, 2020 - 15:13

No se sabe cuándo será el pico real de la pandemia del coronavirus. Sí es seguro que el pico de la tolerancia de muchos sectores que hacen a la vida del país llegó a su máximo estiramiento. Se cortó e hizo que las calles y avenidas de todas las ciudades del país se mostraran agresivas y desafiantes.

Nada importó para amontonarse y gritar. Si bien la mayoría tenía tapadas sus bocas, otro gran número lo hacía sin el aconsejado tapabocas, símbolo que rompían con todo lo recomendado para cuidarse del COVID-19.

Todo un ruido que inundó al país en la recordación de sus 204 años de Independencia, sorprendiendo a muy pocos y confirmando al gran segmento social de la Argentina que la cosa, en cualquier momento se terminaba de descomponer.

Son muchos los factores que hicieron eclosión el 9 de julio, que desordenadamente se daban a conocer a medida que la gente marchaba.

Los más claros, desesperación de un alto porcentaje de argentinos donde la crisis económica impactó con saña, con una precarización absoluta de su vida y la de sus familias y un futuro incierto por delante.

Punto tan duro como el reclamo a la Justicia que permitió que se la avasallara sin miramiento alguno y con bochornosos sustentos para dejar en libertad al séquito de exfuncionarios nacionales y testaferros que protagonizaron el gran robo a la Nación.

Pero estuvieron presentes otros factores que habían comenzado a penetrar la psiquis generalizada de la gente.

Desde aquellos sectores políticos del oficialismo, como de la oposición, produciendo un choque emocional, muy fuerte en cada individuo.

Personas que ya no saben si hay que seguir resguardándose para no contagiarse de COVID-19, o no hacer caso a esto porque, según la oposición son rehenes o presos de un gobierno que quiere hacer lo que se le antoje con la Argentina.

Argumento que tiene su peso cuando el ciudadano ve lo que ha ocurrido con la Justicia o cuando comienza a tener noción de las graves irregularidades que se están perpetrando en el Congreso de la Nación, esencialmente en el Senado en manos del kirchnerismo duro.

Nada de lo hecho en la marcha del 9 de julio pasado está bien. Simplemente porque puso en peligro absoluto tanto a la gente que participó como a los que no lo hicieron.

La pandemia está y no sabe de conflicto políticos, arrasa con toda vida humana y punto.

o se tendría que haber realizado esa manifestación, que no logra revertir todo aquello que está perjudicando al país, solo hacer que la enfermedad que tiene al mundo en vilo consiga más contagiados y muertos.

Fue irresponsable hacerla, pero mucho más irresponsable fue incentivarla. En esto último le cabe el absoluto señalamiento a la oposición, porque no puede jugar y aprovecharse del momento de alta tensión que viven los argentinos.

Queda claro que el ruido del jueves pasado es una cara deformada de cómo está el país.

De ese pestilente nudo que será difícil desanudar, sobre todo cuando no hay una clara muestra de respeto a la gente, que recibe de lleno el golpe sin precedentes de un virus que avanza y avanza, sin que nadie lo detenga.

Pero también recibe el corroído viaducto de una política que ni la pandemia ha sacado de la vida de la Nación. Con mismos vicios, autoritarias decisiones y perfiles sectarios que ya no deberían estar más entre los argentinos.

Oscuro halo que ha terminado de destrozar al Poder Judicial, tras haber conseguida neutralizarlo primero y volverlo híbrido después, para que todo el daño económico, social y político que se le hizo a las instituciones y dineros públicos de la nación, corone el acto de impunidad que jamás se le produjo a la República Argentina.

Queda en el pueblo de la Nación discernir el tiempo que viene. Siendo absolutamente consciente que lo primero es preservar la vida de cada habitante, siguiendo la precisa prescripción médica de hacer todo lo necesario para que el bicho que amenaza al mundo con exterminarlo no nos toque y no toque a nuestras familias.

Lo segundo es comenzar a estructurar modos diferentes de responder a todo el arco político, oficial y opositor. Con un mensaje claro y contundente del nuevo país que viene.

Porque así como el coronavirus nos mostró que la vida y la relación humana, tal como la conocíamos, tuvo término el pasado mes de marzo, deberá suceder lo mismo con la vida institucional de la Argentina.

Un punto no menor, que requerirá de madurez ciudadana y arrancar compromisos políticos para ello, sí o sí.

Violencia e intolerancia solo llevarán a un estado desesperante que puede caer en un pozo profundo de conmoción social que perjudique aún más a la Nación.

Muchos están interesados que ello ocurra y a la gente no le debe caber dudas que esto último tiene autores intelectuales, tanto de uno como de otro lado del mostrador de la política nacional.

Dejarse llevar por ello, sería perjudicarnos mucho más de lo que ye estamos perjudicados en difícil tiempo del año 2020.