El COVID-19 y las fuertes responsabilidades de los periodistas

La pandemia del coronavirus puso un antes y un después en la vida de los seres humanos. Donde es más claro lo que fue y no tan claro lo que será.

07 de junio, 2020 - 13:09

Ningún trabajador de prensa imaginó estar desempeñando sus tareas en el medio de una verdadera tragedia que cruza la vida de la humanidad. Otro punto que demuestra que la pandemia del coronavirus puso un antes y un después en la vida de los seres humanos. Donde es más claro lo que fue y no tan claro lo que será.

Como aplanadora el virus barre con idiosincrasias de sociedades que habitan todas las regiones del planeta. En el caso de Argentina, no dejó dudas que esa forma tan latina de comunicarnos debía, drásticamente, cambiar y no por un tiempo, quizá para siempre.

Obviamente esto cayó como espada de Damocles en cada punto positivo o negativo que tenemos los que habitamos el país. Los políticos no saben o no entienden que su cómoda manera de ejercer esa herramienta de la democracia, la política, la pandemia la pasó por encima.

Algo que en breve notarán que ejercerla ni será tan fácil, tan sucia y de jugosos réditos de toda índole, como se les dio a muchos.

Deberán entender que la vida de la gente no es para salvarla y usarla, o aprovechar la dramática circunstancia para anidar especulaciones de los que no tienen la sartén por el mango, por lo que hacer terrorismo político pertenece a viejas recetas de las que no importa nada.

Ante este panorama inédito y difícil, el periodismo es más que nunca la faceta clave para informar a un asustado ciudadano. Ese aspecto de informar, analizar e investigar, como nunca. Y esto es así porque la mortal cara del COVID-19 no da ni espalda, ni cintura para especulaciones o mentiras.

Oscuros puntos que sirvieron del posicionamiento de ciertos medios con sus seudo periodistas. Manchando, degradando y devaluando la noble tarea de informar, intentaron forjar con pestilente sensacionalismo un amarillo escenario sobre un virus que no tomaron en serio.

Hasta que los muertos comenzaron a caer por miles en Asia, Europa, Medio Oriente, Norte América, Centro y Sudamérica. La ola negra llegaba con saña a la Argentina a bordo de los aviones desde distintas partes del mundo. Desinformación o la especulación comunicacional ya no tenían asidero alguno.

Es cuando, nuevamente en la historia de nuestra nación aparecieron las mujeres y los hombres que abrazaron con absoluta responsabilidad una profesión que para nada es fácil, cuando se la asume en el compromiso vital de aportar a la gente para que su vida y la de los suyos sea resguardada.

Y ahí se mostró la estirpe del verdadero periodista argentino, solidario, frontal, punzante, investigador y decidido a que su tarea sea esa parte de todo lo que se hace en Argentina, por los más de 45 millones de sus habitantes.

Un periodismo firme con la única herramienta que se tuvo a mano para salvar a muchos argentinos del coronavirus, la cuarentena. Más firme y crítico con aquellos que especularon para hacerse de millonarias cifras con las necesidades de la gente en el aislamiento social obligatorio.

Firme y crítico con los sobreprecios que pretendieron pagarse desde el Estado a cambio de abultados vueltos, con cientos de miles de raciones de comidas que debían paliar el hambre de los más de 12 millones de pobres del país.

Firme y crítico en la tarea de médicos, enfermeros y todo personal de salud que salió a pelearle al virus, recibir contagiados, cerrar los ojos de los muertos que provoca y producir miles de recuperados como esperanza de que se puede salir de la oscuridad.

Firme y crítico con esa clase política que se muestra, aun en estos tiempos, más miserable que nunca. Firme y crítico con el mundo que viene después de la cuarentena, para que ese mundo sea de todos, como de todos es esa pandemia.

Un mundo nuevo económica, educativa y socialmente hablando. Tan desafiante, como nuevo, enigmático y del que no estamos preparados. Que el COVID-19 nos empujó sin posibilidad de preparar las alforjas del largo viaje en el nuevo camino que deberá asumir la humanidad.

Los periodistas deberemos prepararnos. Los medios que nos cobijan deberán amoldarse a esa nueva hola de la historia, en la que deberán despojarse de chaturas, negociados con la libertad de prensa, golpes bajos a la credibilidad de los trabajadores de prensa y de jugarla con el mejor postor de turno.

Sin mirar el daño moral que esto le haga al país y a sus nobles ciudadanos. Quizá sea la hora de que toda la nación sienta que ese importante sector que emerge de la historia en 70 años ha sido el pilar para no perder la consciencia de país.

El único que ni la mugrienta y mortal dictadura, ni los sucios y distorsionados tramos de la política pudieron echar por tierra. Porque hubiera sido el golpe definitivo para terminar con esa verdad que alimenta la fortaleza de la consciencia de los argentinos.