|26/04/20 09:15 AM

Enfrentan al coronavirus con el improperio de ser médicos

26 de abril, 2020 - 13:46

La pandemia del coronavirus colocó a la gente que habitamos este país en un ángulo donde quedó al desnudo el real sistema de salud y ese personal que lo asume para curar y salvar gente.

Un sistema público que nadie con sinceridad absoluta había valorado y comprendido en su real dimensión. Era como decir que “eso está ahí, me sirve para curarme y curar a mi familia, listo”. Profundizándolo consistía también, “si tengo obra social y puedo pagar, mejor”.

O el extremo adverso: “no tengo nada, por ser pobre y desocupado, me atiende alguien con guardapolvo, médico o enfermero, intentó salvarme como pudo y con lo que tuvo”.

De pronto todas esas caras se fusionaron en una sola. La cuarentena instaurada para detener la tragedia que llevó al mundo al borde del abismo de su existencia, pisaba suelo argentino.

Como nunca antes el rico, el pobre, con obra social y sin ella necesitaban que “ese sistema de salud y esos profesionales los asistieran”.

Fue el momento que comenzaron a caer todas esas caretas que durante décadas se mostraban proclives a cuidar la excelencia y calidad de la salud de la población. Vilezas con tufillos putrefactos de la política de los caza bobos, es decir, nosotros.

Por primera vez el argentino veía con absoluta crudeza el sistema de salud que tiene. Altos porcentajes de obsoleta infraestructura hospitalaria, mantenida con mujeres y hombres de una capacidad profesional e intelectual que sobresale en los conocimientos de la medicina del mundo.

Es al mismo tiempo y por esto último, entender porqué brilló y sufrió a la vez René Favaloro. Mirar y encontrar significado a esa imagen que perdura en el tiempo de la silla atada con alambres en la que se sentaba el genio y premio nobel Luis Federico Leloir.

Encontrar la pasión y la grandeza de médicos como Arturo Humberto Illia, Esteban Laureano Maradona, Ramón Carrillo, Bernardo Houssay, entre tantos a lo largo y ancho de la Nación.

Es también darnos cuenta que todos ellos sufrieron la desatención de la salud en valoración e inversión por todo gobierno que solo la puso de pantalla para sensibilizar a incrédulos votantes.

La pobreza de los argentinos siempre se vio reflejada en las sucias paredes de un hospital, similares a los destartalados ranchos donde habita con su familia. Situación que no impidió que un médico como Salvador Mazza descubriera la maligna vinchuca que produce el mal de Chagas. Advirtiendo a los gobiernos la necesidad de una digna vivienda para esos pobres campesinos que labran nuestra tierra para producir los alimentos que nos llegan a todos.

La Argentina y la Mendoza de este duro momento del mundo piden a ese maltratado y abandonado sistema de salud que los salve. Como sea, que los salve y ahí está de nuevo la legión de médicos, enfermeros, bacteriólogos y todo profesional de la salud.

Enfrentando un virus que puso en jeque a la ciencia médica del planeta. Sin dar la más mínima posibilidad de enfrentarlo con algún recursos farmacológicos, bacteriológicos o de vacuna alguna.

Porque las posibilidades, según parece, solo están para algunos dirigentes de esa cuestionada política. Los mismos que no tienen ningún prurito para despreciar hospitales y médicos de su tierra, para recurrir a otros sitios con los recursos del Estado para ser atendidos

La gente fue aislada como nunca antes con una cuarentena que mucho le costó asumir. Se paralizó la circulación de todo el país y la provincia. Se puso todo el sistema de salud para enfrentar como sea al coronavirus.

Es cuando nuevamente los profesionales mostraron su impresionante capacidad, pero también es cuando nuevamente salió a la luz la mentira de un sistema que no tiene todo lo que dice tener que tiene. Esencialmente esa vestimenta y elementos para cubrir la humanidad de quienes nos están salvando del avance de la pandemia.

Esos seres que reciben en la guardia de los hospitales a infectados y moribundos por el virus. Seres que también son los responsables que muchos argentinos puedan decir que son parte de esa cifra de los recuperados.

Los profesionales de la salud, cansados, asustados, pero con convicciones que surgen de su compromiso hipocrático no se van de la trinchera. Aun sabiendo eso que nadie dice en todo el país: Argentina es una de las naciones del mundo con mayor cantidad de médicos y enfermeros infectados con coronavirus. Aun cuando ya han muerto un enfermero y un médico.

Claro, porque lo importante es decir cómo se aplana la curva del paso de la pandemia, para que la gente pondere la acción gubernamental que los está salvando. A costa de no saber quiénes son los titanes protagonistas de mostrar lo otro, lo que interesa, Argentina hizo lo que otras naciones no hicieron para enfrentar al virus, priorizó la vida ante la economía.

La pandemia nos dio vuelta la vida a todos. Ojalá que también sirva para dar un giro de 180º al sistema de salud. Valorando en toda su dimensión profesional, condiciones edilicias y salariales a los médicos.

Esos seres que no son el improperio de cómo fueron y son tratados. Verdaderos hacedores del país y la provincia que una vez más los llamaron para constituir el sistema de salud que nos salvará la vida a todos. Esperamos que también para alcanzar la sensatez como comunidad.