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Sri Lanka: la estrategia del horror

Los ataques simultáneos acaecidos en la Nación del Índico muestran una alarmante renovación en la capacidad de los grupos extremistas

26 de abril, 2019 - 17:19

El estratagema de ataques coordinados que se suscitaron el pasado Domingo de Pascua en Sri Lanka convirtieron este acontecimiento en uno de los atentados terroristas de los más mortíferos en los últimos cinco años a nivel global. Hace escasas horas, en la  víspera de este viernes el gobierno cingalés confirmó la cifra “oficial” de fallecidos en 253 y en más de 450 las víctimas con diferente gravedad de heridas.

Un número, todavía sin confirmar con exactitud, de nueve extremistas suicidas detonaron explosivos en tres iglesias cristianas de las ciudades de Colombo, Negombo y Batticaloa, así como en tres hoteles y en un salón de fiestas de la capital srilankesa. Las autoridades han realizado más de 60 arrestos en conexión con los ataques y todavía buscan a 140 sospechosos relacionados con la organización terrorista internacional conocida como Estado Islámico y grupos extremistas locales.

El presidente de Sri Lanka, Maithripala Sirisena, ha anunciado que el extremista esrilanqués Zahran Hashim, considerado una pieza clave en la ejecución de los atentados murió en el ataque perpetrado en el lujoso hotel Shangri-La, uno de los tres hoteles de alta categoría de la ciudad capital Colombo y que fueron objeto de la acometida del pasado domingo. Dos días después de la masacre, Hashim apareció en un video difundido por el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) en el que se ve a siete hombres, supuestamente los terroristas suicidas de Sri Lanka,  prometiendo lealtad al grupo yihadista. Hashim, conocido en el país asiático por ser un predicador islamista radical, es el único que muestra su rostro.

Las autoridades centran sus investigaciones en los vínculos internacionales de dos grupos islamistas del país, Thawheed Jama'ut  y Jammiyathul Millathu Ibrahim, de los cuales se infiere que llevaron a cabo la faceta operativa de los ataques, pero con la colaboración y asesoría del Estado Islámico.

Al día de hoy, el Ejército ha desplegado 10.000 militares por todo el país, se han intensificado los registros de personas en la vía pública y también los  allanamientos; así también se reforzó la custodia de los lugares de culto. Personal policial y soldados hacen guardia en los alrededores de las mezquitas e iglesias después de que los Servicios de Inteligencia, tanto nacionales como internacionales, advirtieran sobre posibles ataques con coche bomba.

Planeando el horror

Más allá de las décadas de conflicto entre las fuerzas del Estado cingalés, ( recordando que Sri Lanka recibía por nombre Ceilán), y que hace referencia a la etnia mayoritaria que ha dominado históricamente el país y  los denominados Tigres Tamiles pertenecientes a una expresión étnica minoritaria; y que concluyendo este enfrentamiento en la disgregación de la agrupación insurgente en 2009 tras un cruento saldo de 100.000 vidas perdidas;  no debe obviarse que en los años siguientes hubo puntuales estallidos de violencia entre estas comunidades y se fueron caldeando las tensiones étnicas y religiosas, por lo general propiciadas por elementos de la mayoría budista cingalesa de Sri Lanka.

A efectos de comprender la complejidad racial y religiosa de Sri Lanka se debe resaltar que la comunidad musulmana representa el 10% de la demografía de Sri Lanka que posee en total 21.5 millones de habitantes. El 70% del total es de credo budista y los cristianos rozan el 7%.

Si bien nunca se había producido un ataque a esta escala los analistas coinciden, sorprendidos, por el nivel de coordinación de los ataques, que ocurrieron casi simultáneamente en ambos extremos del país, y sugieren que los atentados llevan la rúbrica de un plan con influencia internacional.

Los cristianos rara vez habían sido víctimas de este tipo de agresiones tan extremas, por lo menos no tanto como la etnia tamil, mayoritariamente hinduista, que desde hace años enfrenta una férrea contrainsurgencia estatal, ni como los musulmanes, cuyos hogares y negocios fueron atacados el año pasado por los nacionalistas budistas.

Tras los atentados, las autoridades de Sri Lanka se movieron con rapidez para frenar la difusión de teorías conspirativas y de contenidos incendiarios. El gobierno impuso el toque de queda y bloqueó el acceso a las redes sociales como Facebook y WhatsApp, que ya en el pasado fueron utilizadas para hacer circular mensajes que incitaban a atacar a las minorías del país y, debe agregarse, que fuera de una interpretación como coacción a la libertad de expresión son cada vez más numerosas las voces que esgrimen que las “Redes sociales” y sistemas de “mensajería instantánea” se erigen como lanzaderas para la difusión desenfrenada de noticias falsas y mensajes incitadores de odio y violencia.

Para finalizar, es esencial la cooperación y asistencia por parte de los servicios de inteligencia y contraterrorismo de los países que se hayan más preparados y experimentados hacia este tipo de Estados más endebles y que se encuentran con estructuras de contención y respuesta más frágiles y poco desarrolladas;  para así desentrañar las redes de colaboración de las organizaciones extremistas-terroristas que muestran una nueva categorización en su capacidad de coordinación de actos que no dejan, en su esencia, buscar diezmar toda cohesión de la sociedad, cualesquiera fuese, destruyendo la seguridad  y el amparo del estado de derecho y el respeto a la vida humana  a través de una ideología de odio y un plan estratégico firmado por el horror.