|15/11/19 07:20 AM

Recuerdos del futuro

Los conflictos que hoy afectan a Chile y Bolivia pueden ser una oportunidad para los argentinos para tomar las riendas del liderazgo sudamericano, en vista de nuestra tradición de mostrar siempre el camino hacia la paz y la concordia.

23 de noviembre, 2019 - 18:32

Los Borbones, que habían sido los creadores del Virreinato del Río de la Plata en 1776, ya habían expulsado a la Compañía de Jesús de sus dominios americanos por aquellos años.

El motivo había sido que las ideas de los padres chocaban con las del despotismo ilustrado relativas al origen directo y, únicamente, divino de la autoridad de los reyes.

Concretamente, Carlos III proscribió la tesis del Padre Francisco Suárez, que era considerada una actualización de los pensamientos de Santo Tomás de Aquino y Francisco de Vitoria y enseñada en los colegios y universidades de la Orden.

La tesis sostenía que si bien todo poder tenía su origen en Dios, su depositario era el pueblo, que podía delegarlo en el monarca. Una que se sumaba a otra que, también, circulaba por aquellos días: la racionalista, laicista e iluminista de Voltaire y había servido de sustento a la Revolución Francesa.

Pero sería la primera de ellas, de inspiración cristiana, la que se enseñaba en la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca o en el Colegio San Carlos, de Buenos Aires, donde los principales patriotas que impulsarían luego la Revolución de Mayo, como Cornelio Saavedra y Manuel Belgrano –sólo para nombrar a los más notables entre ellos– habían hecho sus primeras letras. 

¿Casualidad o causalidad?

Lo que siguió es historia conocida por todos. Pero lo que no nos resulta conocido hoy son las causas profundas de esta serie de levantamientos populares que sacuden a la América del Sur. Los que empezaron en Ecuador, amagaron en Perú y se radicalizaron en Chile y en Bolivia. 

Nos preguntamos si se trata de una casualidad o si existe una causalidad. Creemos que son demasiadas las coincidencias.

Para empezar, vemos que la causa que une a los rebeldes es un problema de legitimidad. En el caso chileno, se trata de la denominada legitimidad derivada que proviene del nivel de consenso de una gestión de gobierno. 

Por otro lado, en el caso boliviano vemos que se trata de una de legitimidad originaria, pues es un gobierno que busca perpetuarse en el poder sin respetar los mecanismos institucionales establecidos al efecto.

Para seguir, vemos que son los pueblos –o, al menos, una masa crítica de ellos– los que salen al encuentro de esta pérdida de legitimidad y que no dudan en enfrentarse con sus pocos medios al otrora poderoso Estado. El cual, como un tonto Goliat, se muestra incapaz para conjurar el ataque de este enjambre de pequeños David. 

Para terminar esta primera parte de nuestro análisis, hay que reconocer que han sido las FF.AA., en su rol de ultima ratio regum, (entrar en https://www.ciudadanodiario.com.ar/nota/2019-10-17-21-14-48--ultima-ratio-regum-o-la-ultima-razon-del-estado), las que han terminado dirimiendo la cuestión de fondo. 

Por ejemplo, le bastó al presidente de Perú que ellas le declararan su apoyo para que la crisis institucional no pasara a mayores. Por el contrario, su retiro de confianza al Presidente de Bolivia, bastó para que éste renunciara a las pocas horas. 

En el medio está la compleja situación de Chile, que oscila entre el empleo de las FF.AA. para mantener el ejercicio del monopolio de la fuerza o a dejarlas como reserva. Pero sea como sea, ellas han salido a escena. 

El camino de la conciliación

Para seguir con el análisis, cabe que nos interroguemos sobre las ideas que mueven a estas protestas. Aquí no hay acuerdo. Algunos –los amantes de las teorías conspirativas– apelan a una legión de agentes “agitprop” de diverso origen según la orientación política de la persona que la exprese.

Como solían decir nuestras abuelas, ellas no creían en las brujas, pero sostenían que existían.

En el caso concreto de nuestra Región, lo que hemos podido ver, por ejemplo en Chile, son grupos de gente joven inspirada en los cánones del anarquismo y del indigenismo mapuche. 

Lo ha demostrado con sus actitudes, con su vestimenta y con sus acciones contra iglesias, universidades, monumentos históricos y otros lugares públicos y privados.

Por otro lado, en el caso de Bolivia sabemos que existen problemas de vieja data que exceden a los excesos reeleccionistas del presidente Evo Morales. 

Ya en la década del 30, por ejemplo, los campos petrolíferos del Oriente boliviano produjeron la Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay. Hoy sabemos que los intentos separatistas de ese Oriente continúan y que se le suma el denominado oro blanco del litio.

Probablemente nunca sabremos si lo de Chile o lo de Bolivia responde a una conspiración bien montada o es el resultado de una explosión espontánea de sus respectivos pueblos.

Responder a esa pregunta quedará para los historiadores del futuro. O, tal vez, se trate de un mega acontecimiento al estilo de la Fuenteovejuna de Lope de Vega, en el que son todos y no es nadie.

Lo que sí podemos analizar es lo que podemos hacer nosotros, los argentinos, en el interín.

En ocasión de la crisis venezolana aconsejamos seguir la doctrina argentina Drago de no intervención en los asuntos internos de otros Estados.

En este caso, tenemos el ejemplo de otro argentino ilustre, el de Carlos Saavedra Lamas, a la sazón ganador del Premio Nobel de la Paz en 1936 por su intervención tras la Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay.

Corría el gobierno del presidente Agustín P. Justo y Saavedra Lamas era su canciller, quien logró el 12 de junio de 1935 la firma del Protocolo de Buenos Aires que puso fin a la sangrienta guerra y puso coto a la injerencia estadounidense en la Región.

Sea como sea, la Argentina supo colocarse por sobre las rivalidades violentas del momento y mostrar el camino hacia la paz y la concordia entre pueblos hermanos.

Parecería ser que el Destino nos ha vuelto a colocar en nuestras poco merecidas manos las riendas del liderazgo sudamericano.

Esperemos que nuestros gobernantes, del signo que sean, estén a la altura de estas dramáticas circunstancias.

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.