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Estados Unidos y sus Fuerzas Espaciales

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció la creación de una fuerza para dominar el espacio exterior

15 de agosto, 2018 - 16:43

El 18 de Junio pasado, en el marco de una reunión con el Consejo Nacional del Espacio, Donald Trump anunció la intención de crear una rama completamente nueva de las Fuerzas Armadas dedicadas al dominio en el Espacio. 

Aquel día, coincidente con la firma de la Directiva sobre Política Espacial III que busca la regulación del tráfico de satélites y basura espacial en el espacio (aquí se puede ver en tiempo real todos los satélites y basura en tiempo real: http://stuffin.space/), Trump anunció que dio órdenes al Jefe del Estado Mayor Conjunto del Ejército, el General Joseph Dunford, a comenzar el proceso para la creación de una fuerza espacial como sexta división de las Fuerzas Armadas. Este 10 de Agosto, el vicepresidente Mike Pence oficializó ese deseo y anunció formalmente la creación para el año 2020.

En marzo de este año, Trump ya había esbozado su intención ante las tropas en la Estación Aérea de Cuerpo de Marines en Miramar, cerca de San Diego. Allí había señalado la necesidad de una fuerza espacial que disminuya el trabajo de los militares y el gobierno en torno a la defensa del espacio. De hecho ya había adelantado que su estrategia nacional para el espacio reconocía a este campo como un dominio de guerra tal como el aire, el mar y la tierra.

A su vez, el año pasado ya algunos legisladores (como el representante por Alabama, Mike Rogers) habían impulsado un proyecto de ley dentro de la Ley de Autorización de Defensa Nacional (NDAA)[1] sobre su creación. Éste impulsaba la siguiente directiva: “proporcionar fuerzas espaciales listas para el combate que permitan a los comandantes de las unidades luchar y ganar guerras". Pero los propios militares, encabezados por el Secretario de Defensa, el General James Mattis, se pronunciaron en contra argumentando que iba en detrimento de su política de achicar costos.

Pero para entender la ambición de Trump con el espacio hay que retrotraerse a finales del año pasado cuando firmó la Directiva Espacial 1 en el que ponía por escrito la intención de volver a la Luna en clara competencia con el programa espacial chino y su programa de recolección de rocas lunares y el envío de un taikonauta (navegante del gran vació en mandarín):  “Esta vez, no sólo plantaremos nuestra bandera y dejaremos nuestra huella, sino que estableceremos una base para una eventual misión a Marte y, tal vez algún día, a muchos mundos más allá”. Para entrar en línea con el dominio del espacio y la conquista de la Luna primero debería reverse las actuales misiones que involucran también a Rusia y a capitales privados (Boeing) en el programa para la construcción del Deep Space Gateway que es una estación espacial internacional que orbitaría el satélite. La Boeing tiene un programa de tres pasos que busca poner astronautas en la Luna para el 2029.

Desde el Modern War Institute, el think tank de West Point, la prestigiosa academia militar estadounidense, ya se han pronunciado respecto al valor del dominio del espacio[2]. Allí enumeran las tres razones principales por las que la nueva directriz de la administración Trump tiene asidero: 1) la protección de la seguridad nacional; 2) proteger la capacidad pública y privada de los estadounidenses de alcanzar el espacio y 3) promover las causas para la exploración científica espacial. Respecto a la seguridad nacional entienden que si se falla a la hora de proteger los elementos que hacen a la soberanía de la cuestión espacial (civiles, construcción de satélites militares, capacidades de lanzamientos, empresas privadas) se arriesga a no tener un país al que proteger: la anulación de éstos significaría desconocer cuándo, dónde y cómo protegerse. El acceso al espacio y su protección es la clave para garantizar la superioridad estadounidense en la materia. De hecho, toda la economía estadounidense se vincula con la superioridad de sus satélites,  por ende, es vital conservar ese dominio. Por último, Estados Unidos se entiende a sí mismos como líderes en la materia y es un legado indelegable a otras naciones.

Ahora bien, la creación de las fuerzas espaciales de los Estados Unidos no deja de ser una respuesta a la actividad de sus competidores, especialmente Rusia. De hecho, la diplomacia rusa se ha pronunciado irónicamente respecto a la creación de las fuerzas espaciales saludando a sus propias fuerzas.

Las fuerzas espaciales rusas[3] datan del año 2001 (aunque nacen extraoficialmente junto con el programa Sputnik de los años 50s) y fueron transformándose con los años. En 2011 pasaron a constituirse como las Fuerzas de Defensa Aeroespacial y en 2015 finalmente se las conoce como las Fuerzas Aeroespaciales tras unirse la Fuerza Aérea con las Fuerzas de Defensa Aeroespacial. Su misión es la defensa antimisiles y el continuo mantenimiento de los satélites de multipropósito rusos.

La disputa entre las grandes potencias en el espacio era algo previsible. Sin embargo no deja de ser desalentador ya que la colaboración científica y el programa aeroespacial eran y son uno de los espacios de reducción de conflictos dentro del sistema internacional. La estación internacional espacial es una clara muestra de ello[4]. Lamentablemente, las continuas tensiones entre Estados Unidos y la Federación Rusa apuntan a extender sanciones a elementos vinculados con esta colaboración; y un programa espacial de dominio como dice perseguir Estados Unidos necesariamente pone a ese país en un plano de confrontación con sus competidores. Eso permite pensar, en un futuro, en programas de sanciones que busquen limitar la capacidad rusa (y china) pero no antes de que Estados Unidos logre una capacidad que aún no tiene. Esa falta resguarda al mundo de una competencia que compromete los pocos resquicios de colaboración existentes en el sistema internacional.