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Corrupción histórica en la obra pública

Por Redacción

08 de octubre, 2018 - 16:47

Durante la época colonial, se ejecutaron en el territorio importantes obras públicas. En algunas ocasiones, varios funcionarios se vieron involucrados en tráficos de influencia o malversaciones de fondos.

A fines del siglo XVIII se produjo en nuestra provincia un verdadero fraude a las autoridades, protagonizado por un funcionario real (Josef Comte) quien se fugó con una fortuna y dejó a medio construir un dique, al que hoy se lo conoce como la Toma de los españoles, en la localidad de Blanco Encalada, perjudicando a todos los mendocinos..

Una ciudad siempre inundada

Al poco tiempo de establecerse los conquistadores españoles en Mendoza -después de 1561-, se vieron afectados por infinidad de inundaciones. A pesar de los reclamos de sus habitantes, la burocrática monarquía hispana frenó cualquier iniciativa de construir diques u otra forma de contener los aluviones.

La ciudad, pues, corrió graves peligros por las constantes crecientes estivales. En una de éstas, fueron dañados severamente importantes edificios, como el Cabildo, la iglesia Matriz y varios solares. Es más, numerosas familias corrieron riesgo de ahogarse al quedar atrapadas por las aguas en sus casas. A pesar de todo, ningún funcionario tomó cartas en el asunto.

Doscientos años para decidirse

Pasaron doscientos años antes de que los representantes del Cabildo se decidieron a construir un dique de cal y canto con una compuerta en la toma del río, para erradicar de una vez por todas los aluviones que azotaban a la ciudad. 

El proyecto era magnífico pero muy costoso. Por varios meses las autoridades se pasaron discutiendo la forma de implementarlo. Sin embargo, el proyecto quedó en la nada. Pero tuvieron que pasar treinta años de aquella primera iniciativa, para que el progresista marqués de Sobremonte se interesara en el tema de construir en Mendoza un dique para solucionar este grave problema.

Marqués de Sobremonte.

En 1788, Sobremonte llegó a nuestro territorio y se reunió con los cabildantes con el objetivo de definir un lugar para la construcción de dique y designar una comisión para erigir la obra. Al poco tiempo, quedó conformado el comité quien realizó la licitación para la construcción de la toma o dique.

La obra fue adjudicada al arquitecto Josef Comte, un funcionario real, quien pasó un presupuesto de cinco mil doscientos once pesos con dos reales. Este importante proyecto constaba de tres compuertas de madera y murallas de piedra con cal y canto.

La noticia de la construcción de esta particular obra hizo que los ciudadanos se pusieran muy contentos por este logro.

Se construye la obra

El arquitecto Comte se reunió con las autoridades en la Sala Capitular del Ayuntamiento mendocino, haciéndoles grandes promesas sobre la inmediata edificación de la obra y los beneficios que su proyecto brindaría a todos los habitantes. Para eso, mostró los planos y expuso cada uno de los detalles para la construcción.

Inmediatamente, los cabildantes cerraron el trato con Comte para ejecutar la obra. Un mes después del acuerdo, el arquitecto inició el trabajo haciendo las mensuras correspondientes en donde se ubicaría el dique. El lugar elegido fue a varios kilómetros al Oeste de la ciudad (lo que hoy se conoce como Blanco Encalada).

En ese sitio 60 obreros, pagados por el Estado –en su mayoría presidiarios– comenzaron la ardua labor de excavar a pico y pala el rocoso suelo para luego erigir las bases del dique.

En aquel paraje, los hombres trabajaban sin cesar, desde la madrugada hasta el atardecer. Muchos de ellos, con sus mazos y cinceles, esculpían las piedras que luego eran colocadas por otros que las adherían con argamasa. Desde un rincón se podía ver a Comte dictando órdenes a todos sus operarios.

Los funcionarios del Cabildo verificaron el estado de la obra y le entregaron lo que se había presupuestado, unos 6.000 pesos, una verdadera fortuna para aquella época.

Insólito final

Pero al poco tiempo, las cosas se complicaron para los representantes de Mendoza. Como dice un dicho: “Lo bueno dura poco”. Apenas a un mes de iniciada la construcción, el regidor Fernando Güiraldes observó que la misma no avanzaba. Unos días antes, las autoridades del ayuntamiento le adjudicaron 4.000 pesos más de lo presupuestado.

Esto hizo que Güiraldes tuviera un entredicho con Comte, ya que los posibles gastos eran mayores a lo acordado.

El hábil arquitecto aprovechó esta situación para desaparecer misteriosamente de la ciudad, llevándose entre sus equipajes más de 8.000 pesos que le habían sido otorgados para la construcción del dique. Varios días después, los funcionarios se enteraron de que Comte no estaba en su residencia y, temiendo lo peor, ordenaron su búsqueda sin ningún resultado.

Cuando las autoridades hicieron las pericias contables, el contratado había gastado solamente 2.000 pesos y los cabildantes se dieron cuenta de que el funcionario los había estafado dejando la construcción inconclusa.

Años más tarde, la obra del dique fue reanudada por Pedro Espínola, que la concluyó después de varios meses de arduo trabajo. Sin embargo, como una paradoja del destino, la toma duró muy poco al ser destruida por una gran creciente.

Finalmente, la obra fue destruida por un aluvión.

Esta estafa vilmente ejecutada por el arquitecto Comte, quedó impune al no abrirse ninguna causa judicial por este hecho.

Este fue uno de los primeros actos de corrupción más trascendente que se haya registrado en la época colonial, que tuvo como protagonista a Josef Comte. Hoy podemos afirmar que a casi 300 años de aquel acontecimiento, algunos siguieron imitándolo aunque con métodos más sofisticados.