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¿Me vende un trillón de litros de agua, por favor?

Nuestra provincia debe encarar con urgencia un programa que nos permita contar con una clara y factible política de Estado que, en el mediano plazo, permita la construcción de obras como Portezuelo del Viento, al menos como el primer y necesario paso

18 de diciembre, 2020 - 07:22

Diversos medios periodísticos informaron, recientemente, que el agua había comenzado a cotizar en el mercado de futuros de materias primas de Wall Street.

¿La causa? Se dijo que es la base de la vida en la Tierra, debido a su creciente escasez en cada vez más regiones del mundo.

En consecuencia, su precio debía fluctuar como lo hacen el del petróleo, el del oro o el del trigo, informó el Chicago Mercantile Exchange (CME) Group.

Bajo la abreviatura NQH2O, el índice Nasdaq Veles California Water Index, la cotizó a unos US$ 486,53 por acre/pie, una medida de volumen utilizada en los Estados Unidos y equivalente a un 1.234 m3.

O sea, alrededor de un tercio del agua necesaria para llenar una pileta olímpica de 50 metros de largo que tiene una capacidad de 3.375 m3.

Curiosa como nos puede resultar la información, no es una que debería sorprendernos ya que durante el V Foro Mundial del agua, convocado el 16 de marzo de 2009 en Estambul, Turquía, Loic Fauchon (presidente del Consejo Mundial del Agua) subrayó la importancia de la regulación del consumo en estos términos: “La época del agua fácil ya terminó... Desde hace 50 años las políticas del agua en todo el mundo consistieron en aportar siempre más agua. Tenemos que entrar en políticas de regulación de la demanda”

Todo lo dicho no debería ser una noticia nueva para un mendocino de ley, ya que como todos sabemos nuestra provincia es un oasis en un desierto.

Y nuestra historia con el agua empezó, incluso, antes de la llegada de los conquistadores, con los indios huarpes, que ya la aprovechaban con un ingenioso sistema de distribución de canales inventado por los incas.

Luego, nuestros padres fundadores, organizados como eran, en 1884 sancionaron la Ley de Aguas y se creó el Departamento General de Irrigación como un organismo público autónomo encargado del manejo del agua.

También impulsaron la participación de los regantes en la gestión del agua, algo que perdura hasta nuestros días.

Con este marco regulatorio, por ejemplo, se concretó el dique Luján durante la gobernación de Tiburcio Benegas (1889).

En forma paralela, los pioneros del sur mendocino de San Rafael y Colonia Alvear y los cercanos al río Tunuyán, en el Valle de Uco, y en nuestra zona Este, aprovecharon el agua con humildes pero efectivas hijuelas.

Todo muy bien, pero el problema es que nuestra última gran obra hidráulica fue el embalse Potrerillos, comenzado a construir en 1995 e inaugurado durante el gobierno de Néstor Kirchner en el 2003. Es decir, hace 17 años.

Para colmo de males, la que debería ser nuestra próxima gran obra, Portezuelo del Viento, se encuentra más que demorada por un contencioso con la provincia de La Pampa.

Llegado a este punto, algún desinformado podría llegar a creer que tenemos tiempo de sobra y que no nos costará nada esperar, digamos, otros 10 años.

Bueno, lamento informarles que no es así, pues justamente lo que no tenemos es tiempo para perder. Veamos.

Como sabemos, el origen del agua de nuestro sistema de riego es la proveniente del deshielo de la nieve precipitada durante la temporada invernal en las altas cumbres cordilleranas.

Pero hasta el momento, más allá de la emergencia hídrica ya crónica, nuestros glaciares están entregando lo que pueden, ya que nieva menos en invierno y el calor del verano los derrite, de tal forma que siguen aportando agua.

El problema se nos va a presentar cuando el progresivo achicamiento de ellos los coloque a una altitud en la que ya no se derritan más, por lo que la construcción de nuevas represas no garantizará por sí sola el abastecimiento de agua.

Por lo tanto, hay que comenzar a pensar y a diseñar sistemas de obtención de agua que no se basen, exclusivamente, en nuestros glaciares.

Sabemos que en otras partes del mundo, por ejemplo en la isla de Chipre, se compra a otros países desde hace varios años atrás agua para la agricultura, la que debe ser transportada por barco.

También tenemos conocimiento de que en otros lugares desérticos, como el Levante, se extrae agua potable del agua de mar.

Un lector avisado nos dirá que son sistemas caros y poco prácticos para nosotros. Seguro. Los hemos citado al sólo efecto de demostrar que el agua ya es un problema global y que en otras latitudes no se escatiman recursos financieros para paliarlo.

Dicho esto, podemos afirmar que hay varias decisiones estratégicas que no son tan caras y que sí están a nuestro alcance.

Por ejemplo, en base a los estudios realizados por la PROSAP* se debe elevar el nivel de eficiencia de uso del agua, que actualmente es solo de un 43% y que habría que llevarlo a un aceptable 60%.

Vale decir que más de la mitad del agua que captamos se pierde por el ineficiente sistema de distribución que tenemos, que no es muy diferente al diseñado por los huarpes y perfeccionado por nuestros pioneros a principios del siglo XIX.

Por ejemplo, hoy es necesario ahorrar agua, aprovechar hasta la última gota, impermeabilizando los cauces que la transportan, distribuyendo por sistemas de riego por goteo, etcétera. Para lo cual serán necesarias inversiones muy importantes del orden de US$ 1.200 millones.

Dichas inversiones estarían compuestas por unos US$ 700 millones en los sistemas colectivos (obras de captación, canales, obras de regulación y control) y aproximadamente otros US$ 500 millones en inversiones de mejora y tecnificación del riego en parcela, además de mejoras en la aplicación del riego por gravedad.

Tales números nos indican la imperiosa necesidad de la adopción de una clara y factible política de Estado que, en el mediano plazo, permita la construcción de obras como Portezuelo del Viento, al menos como un primer y necesario paso.

Pero que por ningún motivo deberá ser el único, sino el primero de una larga marcha para mantener vivo el paradigma del oasis en el desierto.

Tal como lo hicieron nuestros abuelos, los que soñaron y sentaron las bases de una Mendoza productiva y próspera, que levantaba alegre en cada Vendimia las copas llenas con vino nuevo.

Nosotros, sus descendientes, debemos consolidar y perfeccionar esas bases. No hacerlo sería traicionar ese legado a nosotros mismos y al de nuestros hijos. 

*PROSAP es el Programa de Servicios Agrícolas Provinciales que se ejecuta a través de la Dirección General de Programas y Proyectos Sectoriales y Especiales (DIPROSE) de la Secretaría de Gobierno de Agroindustria, del Ministerio de Producción y Trabajo.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.