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Precios y tarifas: la Argentina desquiciada

23 de abril, 2018 - 07:32

Observar los números de la economía cotidiana de un argentino es una invitación al asombro. No solo por sus magnitudes, sino por la normalización de un estado de cosas que invita a la perplejidad.

Claro, acostumbrados como estamos a ello, nos resulta imposible cambiar los términos, mirar desde un punto de vista racional de acuerdo a lo que sucede, por ejemplo, en países del primer mundo, a los que tanto admiramos y queremos parecernos, pero cuya comprensión de los hechos nos parece descabellada.

La “sociedad de consumo” vernácula, construida a lo largo de estas décadas manejadas por el peronismo, es a todas luces anómala, y me atrevería a calificarlas como insanas. Un argentino diría, hoy, "¿cómo voy a pagar 2.500 pesos de luz, cuando por esa plata me compro un excelente par de zapatillas"? Un ciudadano del primer mundo diría: "¿cómo voy a pagar cien euros unas zapatillas cuando con eso pago la electricidad, o casi?" 

Así, podemos escuchar frases tales como: "me compré este pantalón a 1.500 pesos, estaba re barato". Esos dichos causarían un infarto a un norteamericano. De esta manera, Chile también es “re barato”, cuando no es otra cosa que un país con mucha más racionalidad económica que la nuestra.

En un proceso político descabellado se construyó una sociedad de consumo, pero donde el consumo resulta casi inaccesible, donde se pagan precios exorbitantes por bienes que no cuestan ni la mitad, pero nadie lo cuestiona. Una sociedad de prioridades cambiadas, donde el cuidado de los recursos es nulo, y a nadie le importó que se devastara el sistema energético, total la felicidad estaba en otro lado, en comprar altas llantas y el último celu.

Cualquier esfuerzo por volver a la normalidad hoy parece un acto hostil para con el pueblo. Pero las mismas personas que se rehúsan a pagar los altos costos de la energía, los pagan sin chistar por un servicio de televisión por cable, por paupérrimas conexiones de internet o en abonos telefónicos que ni siquiera cubren 4g en todo el territorio.

"¿Qué está proponiendo este tipo?", se preguntará más de uno. "¿Pagar los tarifazos que propone el Gobierno?"

Propongo en primera instancia discutirlos racionalmente y luego entender por qué sucede lo que sucede. Estamos pensando en las consecuencias, pero vale ir a las causas, porque si no todo es vano. Durante décadas se desinvirtió y se dilapidó lo que teníamos. No se hicieron las obras necesarias, no se planificó de acuerdo a las necesidades. Hoy no tenemos más energía para regalar, hay que pagarla, mientras se buscan soluciones de fondo. En consecuencia, los caminos a transitar no son demasiados. El mismo economista que no hizo nada por solucionarlo y pone el grito en el cielo, paga sin chistar mil dólares de luz por su casa en Uruguay.

Mientras tanto, y entre tantos gritos, comencemos a pensar por qué pagamos 2.000 pesos sin chistar por un jean, 300 mil por un auto, 25 mil por un celular. "Claro, porque los impuestos son altísimos", responderá sobradoramente alguien. ¿Y por qué los impuestos son altísimos? Bueno, porque hubo que recaudar a lo loco para mantener la ficción y regalar energía en un festival de subsidios ridículos, 150 mil millones de dólares en una década.

¿Y si probamos el camino de la racionalidad, ese que no logramos ni entender ni imaginar? A esta altura del partido parece imposible, pero no lo es tanto.