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La vuelta de Obligado, mucho más que una batalla

La acción bélica tuvo origen en 1836 en medio de una guerra civil en Uruguay entre aliados a Rosas y caudillos apoyados por los unitarios

23 de noviembre, 2020 - 08:21

La batalla de Vuelta de Obligado, ocurrida el 20 de noviembre de 1845, tiene sus admiradores y detractores dentro de la historiografía argentina. Algunos fundamentan que aquel encuentro fue en defensa de la soberanía nacional durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, mientras que otros opinan lo contrario.

Lo cierto es que este conflicto – que duró desde 1836 a 1851– se desarrolló en un contexto excesivamente convulsionado en la región del Río de la Plata, principalmente en la República Oriental del Uruguay y que luego se extendió a otras provincias del Litoral argentino. Tiempo después y por importantes intereses comerciales, se vieron inmiscuidos los gobiernos del Reino Unido y de Francia.

 

La guerra grande

La acción de Vuelta de Obligado y sus demás combates tiene sus orígenes en 1836 cuando en el Uruguay se inició una sangrienta guerra civil entre los caudillos Manuel Oribe del partido ‘blanco’, aliado al gobierno de Juan Manuel de Rosas y apoyado por los federales contra Fructuoso Rivera, del partido ‘colorado’ quienes eran sostenidos por los unitarios argentinos.

Luego de sofocar algunos levantamientos internos por parte de los unitarios, el brigadier Rosas, gobernador de Buenos Aires y ministro plenipotenciario, decidió en 1843 llevar la guerra al territorio oriental y ordenó el bloqueo del puerto de Montevideo y sitió la ciudad, en apoyo a los derechos de Oribe a la presidencia de la República, pero sobre todo porque Montevideo era el principal centro de oposición a su gobierno, puesto que allí se encontraba la mayor parte de los exiliados unitarios.

Otras de las incidencias de esta guerra fratricida, fue la creación de dos gobiernos en pleno territorio oriental, uno de ellos llamado el Gobierno de Cerrito.

Durante estos acontecimientos, el imperio brasileño y varios mercenarios extranjeros, como Giuseppe Garibaldi, también tuvieron una gran participación apoyando a los colorados de Rivera en contra de Rosas.

A principios de 1845 el general Oribe, al mando del ejército sitiador, estaba a punto de tomar Montevideo cuando los unitarios residentes –que apoyaban a Rivera- solicitaron la intervención armada de Gran Bretaña y Francia.

 

Los ingleses, grandes amigos

Las relaciones diplomáticas entre la entonces Confederación Argentina con el gobierno del Reino Unido fueron más estrechas que con otras naciones. Recordemos que Gran Bretaña fue el primer país que reconoció oficialmente la independencia argentina y en 1825 acordó un importante tratado comercial entre ambos países.

Por aquel tiempo, varios comerciantes de aquella nación se establecieron en Buenos Aires y formaron una importante comunidad que prosperó gracias a las importaciones y exportaciones, el tráfico naviero, la venta de manufacturas, las actividades ganaderas y los saladeros.

Así, para los británicos era conveniente que el gobernador de Buenos Aires y ministro plenipotenciario de la Confederación Argentina mantuviera el orden en el Río de la Plata, tanto para el comercio como para los súbditos residentes.

Sin embargo estos esfuerzos no alcanzaron, puesto que las autoridades del Reino Unido, de acuerdo a las circunstancias políticas en donde tenían más afinidad con los unitarios, decidieron apoyar a la facción de los colorados de Rivera en Uruguay, dado que económicamente les favorecía más que Rosas.

Otra de las causas fue que los comerciantes de Liverpool presionaron al ministro británico lord Aberdeen para que se abrieran los ríos interiores de la Confederación a la navegación ultramarina.

Frente a esa presión y a su vez preocupado por los temores de los residentes extranjeros en Montevideo, el ministro del Reino Unido envió a Buenos Aires a sir William Gore Ouseley, quien se reunió con Juan Manuel de Rosas.

 

Cuando Rosas dijo no

La misión de Ouseley tenía como objetivos que la flota de la Confederación Argentina impidiera el ataque final a Montevideo, que el gobierno de Buenos Aires levantase el sitio de esa ciudad y que se retiraran las fuerzas de la Confederación del territorio oriental.

Por su parte, el gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas se negó a aceptar tales medidas. Ante esta negativa, a fines de julio de 1845 la escuadra de la Confederación, al mando de Brown, fue apresada por la flota anglo-francesa y el 18 de septiembre esta declaró el bloqueo a Buenos Aires.

A principios de noviembre la flota extranjera, con gran cantidad de buques comerciales, intentó abrirse paso por el Paraná aguas arriba para comerciar con Paraguay. Rosas, por su parte, ordenó el establecimiento de baterías defensivas y el despliegue de tropas en Vuelta de Obligado y El Tonelero, para cortarles el paso.

 

Vuelta de Obligado y después...

A las 8 del 20 de noviembre de 1845, los buques anglo-franceses abrieron un intenso fuego de artillería. Los cañonazos se confundieron con los gritos del paisanaje a las órdenes del general Lucio Mansilla.

Por la tarde comenzó el desembarco de los invasores. Las baterías patriotas intentaban con su fuego diezmar a las tropas extranjeras, pero se fueron quedando sin municiones, lo que produjo una ventaja transitoria a las balas de los buques enemigos.

Al ver que la infantería anglofrancesa tomaba posición en suelo argentino, los milicianos de Quiroga los atacaron. Los argentinos, claro, luchaban con armas muy inferiores a las de las tropas europeas.

La pelea se prolongó hasta la caída de la tarde y llegó el enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Los defensores dejaron en el campo de batalla 250 muertos y más de 400 heridos, entre soldados y oficiales, de un total de 2.160 combatientes criollos.

Tras el desarrollo de la acción de Vuelta de Obligado, la escuadra anglo- francesa siguió su paso sin problema hacia el interior del Paraná. Aunque esto no les fue fácil, ya que el 9 de enero de 1846 se desató la acción de El Tonelero –cerca de Ramallo- donde el general Mansilla y sus fuerzas trataron de frenar el avance del convoy comercial que continuaba navegando río arriba, buscando efectuar los intercambios comerciales en Entre Ríos, Corrientes y Paraguay.

Se sucedieron otros encuentros en el mismo emplazamiento, en febrero de 1846 y abril de 1847.

El 16 de enero de 1846, la escuadra europea fue frenada en su desembarco durante el segundo combate de San Lorenzo. A pesar de haber sido casi diezmada, la flota extranjera continuó río arriba donde reunificaría fuerzas.

Meses más tarde, no encontrando posibilidades de mantener la supremacía naval, emprendió el regreso. Allí otra vez los esperaban las tropas del general Lucio Mansilla y el 4 de junio de 1846 se produjo el combate de la Angostura de Quebracho.

Cabe destacar que el periódico liberal británico The Morning Chronicle del jueves 12 de febrero de 1846 publicó la recordada carta del General San Martín a Rosas y su contestación por parte del gobernador de Buenos Aires. Además, su editor, Andrew Doyle (1809-1888) –amigo de San Martín– protestaba y criticaba por la intromisión de los gobiernos británico y francés sobre este conflicto en el Río de la Plata.

Como consecuencia de estos enfrentamientos se prolongó por tres años más el sitio de Montevideo, disminuyó el comercio exterior en el Río de la Plata y se complicaron las relaciones entre la Confederación Argentina, Gran Bretaña y Francia.

Durante este conflicto se realizaron algunas misiones diplomáticas para llegar a un acuerdo. Una de ellas fue la misión de Thomas Samuel Hood, las que estaban bien encaminadas por este y por Rosas, pero fueron trabadas por el diplomático francés Delfaudis.

En 1848 se produjeron cambios tanto en la política del Reino Unido como en la de Francia, que sufrió una revolución que destituyó al monarca Luis Felipe I y se erigió la Segunda República, con Luis Napoleón.

Meses después de estos sucesos, se realizó un Convenio de Restablecimiento de Amistad entre la Confederación Argentina y Gran Bretaña, también denominado Arana-Southern. Meses después, el gobierno de Buenos Aires y Francia firmaron un tratado denominado Arana-Leprédour en 1850.

Finalmente, Juan Manuel de Rosas y la Confederación Argentina fueron los grandes ganadores de esa larga guerra.