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La privatización del Gran Hermano

Debemos admitir que vivimos en un mundo inundado por diversos sistemas de vigilancia que no solo amenazan nuestra intimidad, sino también buscan influir en nuestras ideas y en nuestros sentimientos

20 de junio, 2021 - 09:45

La Ley 25.520 de Inteligencia Nacional, en su artículo 11 establece: “Queda prohibida la creación, conformación y funcionamiento de asociaciones, instituciones, redes y grupos de personas físicas o jurídicas que planifiquen y/o ejecuten funciones y actividades de inteligencia en cualquiera de sus etapas asignadas por la presente ley a los organismos integrantes del Sistema de Inteligencia Nacional”.

Un apartado de la ley que, cada tanto, cuando se lo incumple produce algún escándalo periodístico y el apartamiento de algún funcionario policial o político demasiado celoso de sus funciones. Por eso mismo, ahora, nos preguntamos qué va a pasar cuando los que violan esta disposición son periodistas. Veremos.

Concretamente, un grupo de periodistas identificados con el colectivo feminista crearon el sitio web ‘Reacción Conservadora’, que tiene el propósito de difundir una lista de personas y organizaciones vinculados al “nuevo conservadurismo” en la Argentina, y en el que publicaron nombre, apellido y foto de los “conservadores”.

Ingrid Beck, Flor Alcaraz, Paula Hernández, Paula Rodríguez, Juan Elman y Soledad Vallejos conforman el equipo que coordinó la creación de ‘Reacción Conservadora’. “Con las herramientas del periodismo de investigación y las que aportan las nuevas narrativas digitales, buscamos que nuestras publicaciones produzcan incidencia política, interactúen con las audiencias y generen impactos y transformaciones reales”, precisaron en su carta de presentación.

La página ya no está disponible para el público en general, sólo para sus suscriptores, tras el aluvión de críticas recibidas en las redes sociales, especialmente en Twitter. Mientras lo estuvo, se pudo apreciar que cuenta con el financiamiento de la ONG transnacional Planned Parenthood, una organización con sede en los EE.UU. que ofrece servicios de salud reproductiva, educación sexual, planificación familiar y aborto en todo el mundo. Al efecto, recibe tanto fondos federales del gobierno de los EE.UU. como de la poderosa fundación de Bill y Melisa Gates.

Nos preguntamos por qué es cada vez más común asistir en los medios de comunicación social y en las redes sociales a la promoción centralizada de determinados contenidos promovidos desde lo políticamente correcto, tales como el femicidio, las teorías de género y, ahora, el aborto libre y gratuito. También al uso de la censura, a la cancelación y, ahora, a la inteligencia de quienes nos oponemos a esas ideas.

William Lind ha explicado, entre otros, que el origen de lo políticamente correcto no es otra cosa más que una revolución cultural originada en la Escuela de Frankfurt, en la década de 1920, y que luego se mudó a la Universidad de Berkeley, California, y que desde allí viene ejerciendo una gran influencia en el “show business” hollywoodense.

Nos preguntamos cómo este colectivo llega a la necesidad de hacer su propia inteligencia. Algo más bien típico de sociedades cerradas como en las primeras épocas del Renacimiento, que supieron entronizar instituciones de control social como la Santa Inquisición. Llama aún más la atención que todo esto se haga en el marco de una sociedad moderna que dice reivindicar a la libertad y, en particular, a la libertad de prensa como sus valores principales.

Llegado a este punto, uno podría preguntarse a qué se debe todo esto, cómo es posible.

Sabemos que existen técnicas modernas como las que propugna la Ingeniería social. Una ciencia que patrocina el uso del management, del marketing, de la cibernética, de la sistémica y de la psicología del comportamiento para el diseño y la construcción de una sociedad ideal basada en principios más predecibles y controlables que los inspirados en el libre albedrío humano.

Es condición de eficiencia que los cambios propuestos por la Ingeniería social que éstos transcurran desapercibidos por la mayor parte del cuerpo social a fin de evitar innecesarias resistencias. Para ello, resulta de gran utilidad lo que se conoce en la jerga como la piratería informática, que permite a los manipuladores sociales ver sin ser vistos, tal como ya sabemos sucede con las ubicuas redes sociales.

Este concepto ya había sido expresado en forma limitada por Jeremías Benthan y Michel Foucault hace algunos años. Ellos vieron la necesidad de la invisibilidad del poder para que éste pudiera ejercer mejor el control social desde una instancia que lo ve todo, pero que uno no ve, de tal manera que uno no sospecha siquiera que existe.

No es necesario caer en teorías conspirativas para comprobar la existencia de estos mecanismos de control, por lo menos a pequeña escala. Hoy sabemos que corporaciones comerciales como, por ejemplo, nuestro banco, tienen acceso a detalladas bases de datos sobre nuestros gustos, gastos y hábitos personales.

Debemos admitir que vivimos en un mundo inundado por diversos sistemas de vigilancia que no sólo amenazan nuestra intimidad, sino también nuestra interioridad, ya que buscan influir en nuestras ideas y en nuestros sentimientos, sin que advirtamos su presencia ni su influencia.

Ya la famosa novela anticipatoria 1984, de George Orwell, hablaba de un Estado totalitario en manos de un Gran Hermano que lo controlaba todo mediante el uso de la televisión estatal. Pero por extrapolación bien podemos preguntarnos qué sucede cuando eso ya es posible, no ya por parte de un poderoso Estado, sino por parte de una corporación privada manejada por un filántropo.

Sabemos que los Estados totalitarios han esgrimido a lo largo de la historia distintos objetivos para justificarse. Por ejemplo, fue la pureza de la raza aria para Hitler, la Santa Madre Rusia para Stalin y la Revolución cubana para Fidel Castro.

Pero, ¿en qué se basan las corporaciones mediáticas modernas para hacerlo? Creemos que en este caso su objetivo no puede ser otro que el del dinero, ya que éste es un medio. Más precisamente un medio de medios, pues es el único que permite –per se– conseguir y acumular a todos los otros medios. El poder incluido entre ellos.

Pero para que el dinero sea el único medio de cambio aceptado por sobre cualquier otro valor, especialmente los espirituales, es necesario producir una gran homogeneización que vaya no solo más allá de las diferencias entre la culturas, tal como propone el multiculturalismo o los derechos del hombre y la mujer, como lo hace la ideología de género.

También entre los seres humanos y la naturaleza, como pretenden los ecologistas profundos, y aunque cueste creerlo, entre los seres vivos y los inanimados, pues a la vuelta del reconocimiento de los derechos jurídicos a los animales, se encuentra el de los robots y de otras máquinas denominadas inteligentes.

Si es este el plan de los que manejan las potentes herramientas de la Ingeniería social, ¿qué podemos hacer nosotros para sobrevivir y preservar nuestra libertad?

Lo primero que hay que reconocer es que las armas de control impulsadas por ellos, fundamentalmente a través de la Internet, nos permiten a nosotros contrarrestarlas por el mismo camino, pues se trata de uno de ida y vuelta. Por ejemplo, si ellos promueven el desorden, la anomia, la entropía, la desestabilización y la producción de caos controlado, nosotros, entonces, debemos impulsar el orden, la regulación, la neguentropía y la estabilidad.

Esto bien puede hacerse hoy por hoy a pequeña escala. Por ejemplo, no es muy difícil contrarrestar la influencia de un gran medio de opinión con una red de diarios provinciales y regionales. ¿Suena demasiado optimista? En realidad lo es. Contamos a nuestro favor con los principios básicos de la naturaleza humana, que se rebela cuando una voluntad externa pretende manipularla. Para anularla, muchas veces basta con la simple toma de conciencia.

Nuestra política se puede resumir a un solo verbo: "cuidar". Empezar por cuidar el derecho a la vida, pues si esto no es así, estará todo permitido. Desde el asesinato selectivo, pasando por la eutanasia de los enfermos y hasta la eugenesia de los menos aptos. Algo con lo que Hitler y sus esbirros soñaron pero solo concretaron a medias.

La otra necesaria cara de esta moneda es la de reconocer que los malos son los menos y que no avanzan por su inherente perversidad, sino por la triste indiferencia de nosotros, que nos decimos los buenos.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.