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Helados, esa dulce tentación de ayer, hoy y siempre

Mendoza tiene una rica tradición que nació con las primeras heladerías artesanales y continúa hasta nuestros días con importantes cadenas que hacen las delicias que hoy se conocen

24 de enero, 2022 - 07:42

El verano llegó este año con todo y la ola de calor, de días atrás se hizo insoportable para la mayoría de los mendocinos. Pileta, refrescos y aire acondicionado fueron algunas de las alternativas que se tomaron para combatir este caluroso enero. Y debemos contar en este grupo –por qué no– al helado, el mejor aliado estival.

Y hablando de este delicioso producto, se cree que fue originariamente producido en China y que muchos años después Marco Polo lo llevó a Europa. También se dice que los romanos y griegos consumían bebidas con frutas heladas y así siguió su camino hasta que, en el siglo XV, un italiano llamado Procopio lo hizo muy popular en París.

En Mendoza, a fines del Siglo XIX las heladerías ya existían como las conocemos ahora. ¿Cuáles fueron las más importantes de aquellos tiempos?

 

Pioneros del helado local

Aunque se dice que a principios del Siglo XIX, durante el tiempo de la Independencia de nuestro país, se servía una especie de helado de frutas, no está documentada esa versión oral, por lo que habría que descartarla totalmente. 

Pero sí se sabe que las heladerías pioneras en nuestra provincia se instalaron, una en la plaza Cobos –actual San Martín- y la otra en el viejo mercado La Pirámide, en San Martín y Córdoba. Ésta  era propiedad de Francisco Ramírez, quien ofrecía un gran surtido de helados y los gustos eran tentadores: se servían de canela, crema con leche, café, banana, naranja y guinda.

Cabe destacar que los helados no eran elaborados como los conocemos hoy, ya que en realidad se utilizaba el hielo de la cordillera para ese fin. Esa heladería comenzaba su temporada el 24 de setiembre y se extendía hasta los primeros días de abril, y su horario de atención era desde las 19 hasta la medianoche.

Unos meses después, otro negocio del mismo ramo abrió sus puertas. Era la heladería y confitería La Chiquita, propiedad de un señor llamado señor Naera, y estaba ubicada en una esquina frente a la Plaza Independencia, hoy Patricias Mendocinas y Rivadavia. Allí las ventas de helados se hacían desde el mediodía hasta las 22.

Cada temporada estival fue de muy buena cosecha para estos dos comerciantes, quienes no tenían hasta ese momento competencia... Pero el éxito obtenido hizo que otros emprendedores montaran establecimientos para la temporada siguiente.

 

Guerra fría

La primera heladería que se instaló en Mendoza para producir helados masivamente se llamó La Sanjuanina, para lo cual su dueño, Juan de Dios González, abrió un gran local en Buenos Aires 23, de Ciudad.

Allí se vendía todo clase de helados, inclusive los de crema. La atención era de horario corrido desde las 11 de la mañana hasta la medianoche.

A los pocos días de abrir, González inauguró una sucursal ambulante en la plaza Cobos, frente al hotel Nacional, ubicado en la calle Gutiérrez, entre 9 de julio y España. La venta del precioso manjar se realizaba en un puesto con varias mesitas ubicadas en un costado del predio.

La Sanjuanina ofrecía un servicio de delivery y venta por mayor a cafés, hoteles y restoranes.

Para no ser adulterados, los tarros de helados estaban sellados con las iniciales ‘DG’, del dueño del negocio. El negocio de González permaneció varios años y lideró el mercado, hasta que otro competidor asomó para dejarla atrás.

 

El empresario de hielo

El nuevo negocio desembarcó de la mano de Florindo Catapano, un empresario del hielo de origen italiano, nacido en Nápoli, que había llegado a fines del Siglo XIX con su pequeña familia, que se amplió luego con otros hijos nacidos en esta tierra, en el departamento de San Martín.

La heladería se llamaba Non Plus Ultra, que significaba en español “no más allá", un establecimiento que se ubicó en plena avenida Las Heras, al número 9, y tenía otra sucursal en los entonces llamados

‘Baños Públicos’ –actual Correo Central- en San Martín y Colón. En ese lugar se organizaban las distribuciones domiciliarias al público de los deliciosos helados que se preparaban en 15 minutos.

La mayoría de los heladeros eran de origen europeo, especialmente italianos, quienes venían de aquel país con nuevas recetas para la elaboración de estos productos.

Como se dijo, Catapano también vendía hielo en barra. Los gélidos bloques eran extraídos de algunos cerros en Punta de Vacas por varios trabajadores que picaban el hielo para luego cargarlo en carretelas y trasladarlo a la Ciudad.

Para que no se derritiera, el hielo se envolvía en mantos de paja y se lo cubría. Después de dos días de marcha, llegaba directamente al establecimiento de Catapano, que se encontraba ubicado en Entre Ríos 32.

Luego se le agregaban algunos productos químicos para mantenerlo y después se lo cortaba con una sierra y se vendía a los consumidores, quienes lo mantenían en precarias heladeras de madera.

Durante varios años, la heladería Non Plus Ultra ocupó el primer lugar en la venta de helados, hasta que llegó La Sin Rival, que se estableció en la misma cuadra de la avenida Las Heras.

El negocio estaba conformado por una sociedad entre el italiano Carmelo Barquiano y el español Francisco García. Como novedad, la heladería producía un helado único denominado “cartuchito".

 

El helado popular

Con el tiempo, las heladerías y sus productos comenzaron a popularizarse y La Italiana, ubicada en la avenida San Martín 467, de Ciudad fue una de las más requeridas por los mendocinos.

Ya llegando al siglo XX, se incorporó Atenas, que se mantuvo por muchos años como la más importante de la Ciudad, que además disponía de una línea telefónica para tomar pedidos.

 A principios de los años 20, el helado dejó de ser algo más que hielo azucarado para empezar a tomar la textura y el sabor que hoy ofrece.

Fue don Güerino Soppelsa quien abrió en 1927 su primera heladería, en la esquina de Belgrano y Avellaneda, iniciando un negocio con sus hijos Ferruccio y Dante, quienes montaron una cadena de heladerías en todo Mendoza que años después iba a adquirir una reconocida fama.

Antiguo vehículo utilizado para la venta ambulante

En 1947 llegó la familia Perín a Mendoza procedente del Véneto, cuyos integrantes establecieron una heladería que lleva su apellido como marca. Ellos iniciaron, en su local situado en Belgrano y Sarmiento, una nueva forma de elaborar helados con una gran variedad de gustos que hoy se pueden saborear.

Con sus creaciones, las dos firmas –Perín y Soppelsa– marcaron un nuevo capítulo en la historia del postre preferido de los mendocinos.