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Convocar y liderar

16 de marzo, 2020 - 07:10

En el lenguaje de los emprendedores, hay una frase que resuena siempre como latiguillo: crisis es oportunidad.

Al Gobierno argentino le toca, a poco de asumir, una crisis de las que nadie desea, nada menos que la primera pandemia del mundo globalizado.

Una enfermedad que pone a prueba no solo los sistemas de salud, sino hasta los de convivencia.

Cuando Albert Camus contó, en su célebre La Peste, las reacciones de la comunidad ante la enfermedad, retratando cómo sale lo mejor y lo peor del alma humana en cruda simultaneidad, nos permitió tener una idea. Pero es muy difícil establecer una mirada dimensionada cuando el fenómeno ocurre a escala planetaria.

Al gobierno de Alberto Fernández lo alcanza esta crisis en el principio de su gestión.

Se están por cumplir cien días de un Gobierno desangelado, que aún no ha mostrado sus cartas para enfrentar los diversos problemas de la Argentina.

Un gobierno donde la cohesión se escapa a los gritos en la boca de ciertos interlocutores que parecen dinamitar desde adentro cualquier camino sensato.

Por lo que se ha visto, no hay plan, solo medidas, decisiones sobre la marcha. De ninguna de las políticas centrales se ha explicitado una estrategia.

No sabemos cuál es la política energética del gobierno, cuando la energía es tema central del futuro.

No sabemos cuál será la política educativa, tampoco la de creación de riqueza, con impuestazos que van y vienen y conspiran contra cualquiera que aspire a crearla.

No sabemos cuál va a ser la política exterior, cuando se visita a presidentes europeos, pero luego se desaira al vecino en la asunción de sus nuevas autoridades.

Entonces, retomando el concepto del principio, la crisis le abre a Alberto una oportunidad.

No es que la cura esté en sus manos, pero le da la chance de hacer dos cosas que pueden consolidarlo, ganar espacios de poder, sacudirse de encima a una cohorte de saboteadores internos (que aún no tenemos en claro si los desea o le molestan) y abrazar las dos palabras del título: convocar y liderar.

Los primeros pasos frente a la crisis corrieron por cuenta de un titubeante ministro de Salud, Ginés González García, que dejó al Gobierno muy mal parado, al punto de que se convirtió en meme de redes sociales.

Luego, en las siguientes comunicaciones, sentó a su lado a su par porteño, que llevó la voz cantante, al punto de que parecía ser él el titular nacional, encargado de comunicar con solvencia lo que Ginés no pudo.

Finalmente, el Presidente se puso al frente del problema, sentando a su lado a figuras de la salud como Pedro Cahn, histórico presidente de la Fundación Huésped y respetadísimo profesional.

Alberto tiene la chance de reconducir su liderazgo convocando a interlocutores mejores de los que ha mostrado hasta ahora, y un fortalecimiento de su figura le permitirá también autonomía para negociar mucho mejor en su propio frente interno.

Sacudirse a algunos personajes y buscar líneas en el sentido de su deseada y proclamada unidad nacional, imposible en un nido de sectarios.

Una pregunta es si podrá. Otra distinta es si querrá.