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Objetividades y subjetividades, ¿dilema de la prensa mendocina?

06 de enero, 2020 - 07:10

El fuerte e inédito remezón de la población provincial al trastocarse la Ley 7.722 para instalar en Mendoza la mega minería metalífera, dejó al descubierto inalterables decisiones que la gente defendería con destacada tenacidad.

El factor comunicaciones jugó un papel importante y trascendente en las redes sociales. Donde toda la provincia estuvo en conocimiento de lo que se hacía, de igual modo el país y el mundo.

Fue tan fuerte que ni la indisimulada interferencia a las comunicaciones de celulares en la masiva marcha a Casa de Gobierno, privó que el mundo sepa del hecho histórico que estaba produciendo el mendocino.

Pero apareció otro aspecto inédito, de los muchos que surgieron al paso de esa avalancha de un ciudadano de parca idiosincrasia montañesa, la actitud que tuvimos frente al acontecimiento los periodistas.

Digo los periodistas y no los medios, para personalizar visión y conducta que se tuvo ante algo que jamás había ocurrido en toda la histórica vida de este estado provincial cuyano.

Los periodistas, que en gran mayoría conocíamos la historia de la Ley 7.722, cómo surgió y de las luchas que estuvieron detrás de su sanción y posterior promulgación, intuíamos que algo muy grande se estaba gestando entre la gente.

Un punto que tomaba creciente efervescencia al momento de comenzar a tratarse importantes modificaciones que se plasmarían en la Ley 9.209.

Algo que solo el periodismo notó en la piel mendocina, mientras empresarios, ejecutivos de empresas, funcionarios y legisladores concretaban, con sórdida ceguera social, la anulación de ese instrumento jurídico que protegía el agua de cualquier contaminación.

Al estallar la comunidad, una vez consumada la anulación de la 7722, Mendoza tomó una forma social sin precedentes.

Desde las chacras, pueblos y departamentos brotaron familias enteras que se volcaron a las rutas.

El mendocino producía algo que jamás mostró, convicción y fuerza poblacional para que nadie y nada toque el agua.

Una cuestión que en un primer momento la clase política y empresaria no vio o no quiso ver.

Eso lo agiornó subestimando el poder de movilización espontánea y quien producía semejante movimiento, calificándolo en tono despectivo de ambientalista.

Es el momento que al periodismo se le presentó la disyuntiva de cómo informar, analizar y mostrar esa masa humana que desde los lugares más recónditos de la provincia se dirigía a la capital mendocina.

Un conflicto interior profesional que llevó a muchos a preguntarse si ser objetivos o subjetivos desacomodaría su trayectoria profesional ante la comunidad.

Algo que se profundizó aún más cuando sus medios contraían el flujo informativo, por vaya uno a saber porque designio o decisión de sus directivos.

Toda una presión que el trabajador de prensa la terminó de recibir innecesariamente, cuando en las marchas fueron hostigados por manifestantes de dudosa participación.

Estos últimos empujaron, golpearon y gritaron a camarógrafos, fotógrafos y periodistas de exteriores. Les recriminaban la falta de información y compromiso informativo de sus medios.

Cara dramática que la sufrimos todos, sin distingo alguno.

A pesar de todo, por sobre todo y ante todo, el periodista mendocino informó, se comprometió e involucró como nunca antes.

Fue con el incondicional apoyo ejecutivo de muchos medios, que entendieron el histórico momento y del respeto profesional a esos periodistas que debían informar y archivar esa conducta ciudadana que ingresó en las páginas doradas de la historia de aquí, Argentina y el mundo.

La objetividad informativa en la que se mostraba todo, se escuchaba todo y se leía todo, no se contradecía con la subjetividad de la mayoría de los periodistas que en redes sociales alentamos y ponderamos la puja ciudadana mendocina.

o sentíamos así, porque allí marchaban en alpargatas sus abuelos y esos familiares que labran la tierra, recordando que ellos provienen de esas venas.

Fueron muy pocos los periodistas que intentaron desprenderse del tema y ahí también, vaya uno a saber por qué presión o compromiso.

El paradigma de ser objetivo no fue para muchos de nosotros el horizonte por alcanzar con semejante acontecimiento que dejó a Mendoza otra vez como ejemplo del país en calidad ciudadana, ejercicio de derechos y de saber pedir a sus autoridades.

Tuvimos muy claro los periodistas que nuestro límite lo mercaba la violencia, la violación a los derechos ciudadano y a las instituciones de la provincias.

Así nos manejamos y concretamos una fenomenal experiencia profesional y humana. Privilegio de esta generación de periodistas ante los que ya no ejercen la profesión y ante la generación que en ciernes se preparan en los claustros educativos.

Estos últimos deberán discernir con su propia vara profesional objetividad y subjetividad. Aunque, quizá no tengan esa dorada oportunidad que solo el honorable pueblo mendocino brindó defendiendo su bien de vida, el agua.