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Misterios de la Argentina que viene

09 de septiembre, 2019 - 07:17

La semana terminó, otra vez, con la mirada dividida. Los argentinos nos estamos acostumbrando a vivir con un ojo puesto en el dólar y el otro en la dirigencia política.

En realidad, con escuchar los dichos y observar con quien coquetean en cada caso es casi predecible cómo será el comportamiento del mercado, pero la ansiedad es tanta, y los desvelos tan profundos, que vamos a los saltos entre la incertidumbre y el desasosiego.

Por un lado, el Gobierno decidió que no arrancará la campaña en fecha, y se concentrará en sus esfuerzos por estabilizar la economía. Pero por otro, la licuación de poder ha sido tan feroz que sus acciones tienen menos efecto sobre la realidad que algún dicho trasnochado o una reunión muy promocionada.

Y tuvimos de ambos en la semana. El viaje de Alberto Fernández por España marcó agenda por temas distintos. Por un lado, fue tratado casi como un jefe de Estado, recibido en el Parlamento y por autoridades de aquel país como prácticamente número puesto. Evidentemente eso demuestra que la percepción de las chances de remontada del oficialismo son percibidas como nulas también en el resto del mundo.

Pero además, el viaje dejó algunas definiciones económicas con el fin, tal vez, de no despertar las sospechas que contagia su coequiper.

En la madre patria tomaron debida nota de que durante la era K dos de las empresas más importantes de España, Repsol e Iberia, sufrieron expropiaciones en Argentina, que terminaron costándonos carísimas, y cuyas causas judiciales aun transitan tribunales en el exterior, con la presunción de que finalmente terminaremos desembolsando otra millonada de pesos.

Es difícil saber cuánto le han creído. Sobre todo porque luego de reunirse con Pedro Sánchez, el presidente en funciones, en el mismísimo Palacio de la Moncloa, en el Parlamento fue parte de un acto bastante polémico invitado por Podemos, el partido de Pablo Iglesias, que reivindica en aquel país al kirchnerismo duro y al chavismo.

La polémica fue porque se trató de un acto proselitista, cosa que no puede realizarse en la sede del Legislativo.

Además, en España Alberto volvió a criticar la relación de la Argentina de Cambiemos con Estados Unidos, y mostró un discurso nacionalista en términos de recursos hidrocarburíferos.

Pero por estos lares, los esfuerzos del candidato por mostrarse mesurado, alejado de aquella desmesura que suele asociarse sobre todo con los últimos tiempos de Cristina, encuentran voces que machacan con ideas al menos anacrónicas, y que en todo caso meten miedo.

Por un lado fue el inefable Juan Grabois, quien salió a proponer una reforma agraria. Muchos lo tomaron en broma, ya que pedir lo que hizo Lenin hace cien años, luego de la caída del bloque soviético, parece un ejercicio de militancia extrema psicobolche y universitaria. En segunda instancia, por el desconocimiento absoluto del personaje sobre la realidad del agro.

Para gente como Grabois, el campo es la vieja oligarquía terrateniente. En su supina ignorancia desconoce que es el sector más pujante, de más riesgo y más alta tasa de inversión de la economía real.

Y, por si fuera poco, también desconoce que de la desmesurada presión tributaria que sufre el agro sale el dinero que va a parar, con su intermediación, a los bolsillos de sus militantes.

Pero además de los dichos de Grabois, que merecieron críticas internas, Cristina también dejó lugar para la polémica, refutando la imagen mesurada de su compañero de fórmula.

En una nueva presentación del libro Sinceramente, en Misiones, pidió un nuevo pacto social.

Cada vez que lo hace, no define de qué tipo de pacto se trata. Deja claro que el vigente, nuestra Constitución, la concepción de independencia de poderes, el orden económico, no le gustan. Pero no explicita cuál es el de su preferencia.

Otros voceros del sector van en zaga explicitando de qué se trataría, como la eliminación del Poder Judicial y su reemplazo por un servicio de Justicia, como han dicho algunos.

Pero la líder también habló de una economía, donde los que más tienen serán convocados a un esfuerzo especial. Tampoco aclaró de qué manera. ¿Habrá impuestos patrióticos? ¿Se confiscarán bienes como quiere Grabois?

La Argentina que viene es un misterio. Pero no por el simple hecho de que nadie puede predecir el mañana.

El misterio viene porque, en la misma fuerza política que, según todo indica, detentará el poder a partir del 10 de diciembre, conviven polos que tienen concepciones diferentes.

Cual ganará en esa lucha interna, no se sabe. Ambas reúnen masa crítica muy fuerte.

a grieta que hoy divide a la sociedad con virulencia puede llegar al seno mismo del poder.